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El practicista de la Ciencia Cristiana

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 18 de diciembre de 2014

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Octubre de 1964.


Cuando Cristo Jesús envió a los doce discípulos en una misión sanadora, relacionó al cielo con la curación. Dijo: “Yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:7, 8).

El practicista de la Ciencia Cristiana es aquel que acepta estas directivas y las sigue con la plena confianza de que son capaces de cumplir su propósito. El Científico ha recibido de gracia la curación mediante el poder del Cristo, y su deseo es dar de gracia como él la ha recibido. Se ha sentido profundamente conmovido por la Ciencia del existir, porque ha hecho que tome consciencia en cierta medida del reino de Dios, en el cual existe la verdadera idea de todo lo que ha sido creado. Ha aprendido que los sentidos materiales son falsos, que la materia, que los mismos perciben, es una forma de pensar materialista y limitada, y que él puede invertir la evidencia de esos sentidos utilizando sus sentidos espirituales, los cuales perciben la creación como Dios la hace. Este es un proceso de traducción, y, en la medida que el practicista realmente discierna lo que Dios ha creado, puede sanar al enfermo y al pecador.

Mary Baker Eddy dice: “La Ciencia, comprendida, traduce la materia en Mente, rechaza toda otra teoría de la causalidad, restituye el significado espiritual y original de las Escrituras, y explica las enseñanzas y la vida de nuestro Maestro” (Escritos Misceláneos, pág. 25). Más adelante agrega: “Ofrece a la humanidad el significado infinito de Dios, sanando al enfermo, echando fuera el mal y resucitando a los espiritualmente muertos”.

En realidad, el practicista de la Ciencia Cristiana, mientras se dedica a predicar el evangelio de la Verdad y sanar a la angustiada humanidad, está transformando su propia consciencia, trasladando la materia a la Mente, y probando su existencia inmortal en el reino verdadero. Pablo debe de haber tenido este cambio científico en el pensamiento cuando aconsejó a los colosenses a dar gracias “al Padre que… nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, … quien… es la imagen de Dios” (véase Colosenses 1:12-15).

En Cristo, la idea verdadera de filiación, toda identidad existe en la imagen de Dios; y es la identidad incorpórea y verdadera de su paciente lo que el practicista saca a luz. Su objetivo principal es espiritualizar la consciencia del paciente, para que tome consciencia de su semejanza con el Cristo, que es su herencia divina como hijo de Dios. El Científico siempre trata de intercambiar —tanto en su propio pensamiento como en el del paciente— el concepto material y falso del hombre por el concepto espiritual y real; la mortalidad por la inmortalidad; la materialidad por la espiritualidad. Mediante este método hacemos desaparecer los dolores y pesares del pensamiento humano, porque entonces lo real ocupa el pensamiento en lugar de lo irreal.

La práctica de la Ciencia Cristiana es un ministerio religioso y regenerador, no una práctica médica, y el enfoque total del practicista en la curación, es el opuesto del médico. El doctor trabaja dentro del reino de los sentidos físicos, los cuales son instrumentos de la mente carnal, y en consecuencia, depende de las vacilantes creencias humanas para hacer que sus métodos sean eficaces. El verdadero metafísico no recurre a los métodos de los sentidos. La Sra. Eddy dice en su Mensaje a La Iglesia Madre para 1901: “Los cinco sentidos personales sólo pueden tener un sentido finito del infinito: por lo tanto, el metafísico que combina la materia con el Espíritu es sensual” (pág. 26).

El metafísico dirige sus esfuerzos sanadores a elevar el pensamiento del paciente por encima de los sentidos y las pretensiones materialistas del poder médico, hacia la consciencia pura del Espíritu y su poder. Prueba que solo Dios mantiene la salud e impecabilidad del hombre. Este método de curación no solo es profundamente religioso, sino estrictamente científico; poco a poco, descarta el sentido temporal y físico de la vida, y deja al paciente mejor moral y espiritualmente.

Producir una curación verdaderamente científica es el servicio más grandioso que se le puede brindar a alguien. Si bien el mundo reconoce el servicio realizado en nuestra época por los científicos naturales, y acepta con entusiasmo sus contribuciones para superar las limitaciones materiales, es mucho más lento para reconocer los beneficios espirituales con los que los Científicos Cristianos están contribuyendo para eliminar las limitaciones, basándose en el poder del Espíritu sobre la materia.

El practicista comprende que su práctica de la Verdad tiene lugar en su consciencia, no en el espacio y lugar materiales. Si bien es recomendable, si fuera posible, llevar la práctica de la Ciencia a grandes centros poblados, el Científico sabe que ni la distancia desde dichos centros, ni la pequeñez de su filial de la Iglesia de Cristo, Científico, ni ninguna otra pretensión limitante de la mente mortal, pueden imponer condiciones al éxito y a la expansión de sus esfuerzos espirituales para sanar.

Escuchamos con frecuencia de practicistas que han desarrollado grandes y activas prácticas, que se extienden por toda la tierra, incluso cuando toda ventaja personal respecto a la práctica de la Verdad les es negada. Este éxito es el resultado de su comprensión de que en realidad ellos viven en el vasto reino del Espíritu y que el Cristo, la Verdad, que ellos manifiestan, es universal en su acción. Estos trabajadores permiten que sus corazones se dirijan con compasión hacia toda la gente que sufre, está triste, arrepentida, que anhela tener una vida más elevada que la que la materia y el progreso material pueden ofrecerles.

El practicista debe invertir, una por una, cada creencia falsa que lo enfrente, y reemplazarla por una idea espiritual, sin importar dónde vive y cuáles son sus circunstancias. La existencia es subjetiva, y la Ciencia Cristiana demanda que se descarten las creencias mortales y se acepten las verdades inmortales. La consciencia debe ser purificada de todo materialismo, hasta que haya una coincidencia perfecta de lo humano y lo divino. Esta es la tarea que enfrenta el practicista de la Ciencia Cristiana, tarea que debe estar acompañada por la alegre percepción de que Dios está trabajando con él.

Fortaleza para persistir, profunda devoción y una fuerte determinación caracterizan al practicista que ve que su práctica trasciende las despreciables demandas que con frecuencia se le imponen para que sea moderado con la materia, y comprende que por medio de su obra de curación está abriendo el reino de Dios no solo a su propio pensamiento, sino al de toda la humanidad.

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