Un experto en física declaró que el ojo humano solo percibe la cuarenta mil-millonésima parte del universo material. ¡Cuán inadecuado es, entonces, este órgano físico para obtener información confiable! El ojo nunca ve la mayor parte de lo que está ocurriendo en el llamado universo material temporal; y no percibe en absoluto el universo espiritual permanente de la Mente divina. Pablo dice: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó... son las que Dios ha preparado para los que le aman” (véase 1° Corintios 2:9). ¿Dónde se encuentra entonces, esa capacidad perceptiva que nos hace conocer a Dios y Su obra?
La Ciencia Cristiana rechaza el testimonio de la materia, negando que el hombre o los sentidos del hombre verdadero se encuentren en la materia, y afirmando que el hombre verdadero y sus sentidos son la expresión de la Mente eterna, y son enriquecidos con la permanencia de la Mente divina. Con frecuencia, no se tiene en cuenta el hecho importante de que para que haya sensibilidad debe haber Mente. “La Mente sola posee todas las facultades, la percepción y la comprensión”, escribe la Sra. Eddy en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras (pág. 488). Sin la Mente no puede existir el sentido de percepción. La acción de percibir es uno de los modos de la actividad de la Mente.
Refiriéndose a Dios, la Sra. Eddy dice que es “todo-visión” (Ibíd., pág. 587). ¿Dónde tiene lugar la actividad visual de Dios? Esto es como preguntar: ¿Dónde se expresa la Vida que es Dios? o, ¿Dónde se hace evidente el Amor que es Dios? Dios, la Mente, tiene una y solo una forma de expresión, es decir, Sus ideas. La verdadera individualidad de cada uno de nosotros es la idea de Dios, y como tal, debe expresar la actividad de percepción del Ego que todo lo ve. Esta actividad perceptiva de Dios, al igual que las actividades de conocer y amar de Dios, opera eternamente en Sus ideas, las cuales la ponen de manifiesto, y es inseparable de ellas.
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