Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana resuelven de manera absoluta y completa, la alusión que hacen las Escrituras de que Dios es Todo-en-todo. Totalidad significa que Dios está en todas partes y lo incluye todo. Al aceptar literalmente la ulterior declaración bíblica de que nada existe aparte de Dios, la Ciencia Cristiana revela que la totalidad de Dios no deja espacio o lugar alguno donde aquello que es desemejante a Dios u opuesto a Su presencia, pueda manifestarse como hecho o realidad.
Al reflexionar sobre las Escrituras, Mary Baker Eddy, quien descubrió y fundó la Ciencia Cristiana, percibió que Dios es Mente, Mente divina e infinita, y comprendió que por ser Mente infinita e ilimitada, la consciencia que tiene Dios de Su propia infinitud debe estar presente en todos lados y en todo Su universo. Además, puesto que la naturaleza de Dios es buena y sólo buena, por lógica debe llegarse a la conclusión de que la existencia del mal, o la falta del bien, en todos sus aspectos, no puede manifestarse como una experiencia real o verdadera.
Esta conclusión se aparta radicalmente de las declaraciones teológicas que insisten en que el mal fue creado por Dios, o que Él lo permite por razones y propósitos que los mortales no entienden. Mediante la Ciencia Cristiana, el pensamiento se eleva de un sentido dual de la existencia, donde se supone que Dios y el hombre conocen el mal, de una creencia en un mundo donde el bien y el mal se mezclan y luchan entre sí, a la comprensión de que Dios es la Mente divina, la cual está presente en todas partes, y no conoce mal de ninguna clase.
Al recibir esta comunicación de la revelación divina, el individuo obtiene la capacidad de vencer el mal basándose en el hecho de que el mal es nada ante la luz de la totalidad de Dios. La Ciencia Cristiana enseña cómo la Mente divina puede ser reflejada y expresada por aquellos que buscan a Dios, cómo cuando este toque angelical pasa a formar parte de sus afectos y comprensión, ellos pueden someter y vencer los temores y tentaciones del mal. Que el mal carece de poder no se puede probar de repente, pero así como es imposible que haya oscuridad donde está la luz, es igualmente cierto que el mal no puede hallarse donde está Dios.
Sobre este fundamento se basa la lógica de la Ciencia Cristiana, y en la fidelidad a esta revelación estriba el progreso en la demostración para el Científico Cristiano. El axioma que dos cosas no pueden estar en el mismo lugar al mismo tiempo, se aplica directamente a la sensación de que hay una combinación del bien y del mal, y estimula a aquel que desea el bien a aferrarse firmemente a él, desechando su opuesto. Al hacerlo, el poder de uno y la falta de poder del otro, se manifiestan a diario en su experiencia.
La analogía de la luz y la oscuridad claramente representa esta desaparición del mal por medio de la aparición del bien espiritual. Debido a la obstrucción planetaria de la luz del sol, hay lugares en el sentido material de la Tierra donde no hay luz. Pero aquí la similitud con la luz espiritual del infinito se acaba, pues, como Dios es Todo-en-todo, no hay lugar o tiempo donde Dios no esté. La presencia eterna de la Mente divina no deja lugar alguno para el mal.
La oscuridad no es una entidad. Solo aparece donde la luz está ausente; es simplemente en sí misma ausencia de luz. La oscuridad no tiene fundamento en sí misma sobre el cual estar. No tiene fuente ni sustancia, carece de acción o procedimiento por medio del cual sostenerse o prolongarse a sí misma, no tiene poder de resistencia o continuación. Carece de iniciativa, no puede cobrar fuerzas en ningún punto; por lo tanto, no tiene capacidad para atacar. La oscuridad no tiene poder para concentrarse en algo; no tiene puntería: no puede embestir. Jamás ha resistido, detenido o extinguido la entrada de la luz. No es más que una negación inerte e impotente. Lo mismo ocurre con el mal ante la luz de la totalidad de Dios. Y cuando dejamos de temer el mal, y no somos complacientes con él ni creemos de otro modo en él, percibimos, además, que no es otra cosa más que negación y escasez, que desaparece a medida que aparece la luz de la Verdad.
En las Escrituras está escrito: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1º Juan 1:5). Si aceptamos literalmente la totalidad de Dios, ¿dónde puede encontrarse el mal? Solo en la creencia material falsa; y a medida que la creencia en su supuesto poder y realidad disminuye en el pensamiento humano bajo la luz de la revelación, el fenómeno del mal, ciertamente, debe disminuir al desaparecer la creencia, para el individuo y para el mundo. Así es como se manifiesta la curación que trae la Ciencia Cristiana en su revelación del completo significado de la totalidad de Dios.
Esta comprensión soluciona de manera correcta el problema de la existencia, porque basa, en cierta medida, la respuesta a toda necesidad humana en la demostración de la infinitud y totalidad de Dios. El cristianismo siempre ha hablado del misterio de la santidad. Pero en la revelación de la Ciencia Cristiana se halla que no es ningún misterio. Mary Baker Eddy escribe en su libro No y Sí: “Si los mortales pudieran comprender estas dos palabras: todo y nada, este misterio de un Dios que no tiene conocimiento de pecado desaparecería, y la armonía eterna e infinita sería comprendida” (pág. 17).
El tratamiento en la Ciencia Cristiana tiene la misión de reducir a nada la pretensión falsa de cualquier cosa que no sea Dios y Su creación espiritual perfecta, en la experiencia presente. El tratamiento realiza esta labor sagrada cada vez que brinda su toque sanador a la humanidad. La actividad de la Ciencia Cristiana trae a la consciencia individual la comprensión espiritual, la cual reconoce que Dios es el único poder y presencia verdaderos. Su resultado práctico es la consecuente desaparición de las creencias de la oscuridad material. La comprensión de la presencia de Dios, reconocida en humilde obediencia a Su voluntad, extingue en proporción directa el sentido material con toda la parafernalia de su sueño.
El tratamiento en la Ciencia Cristiana, el cual afirma y percibe que Dios lo incluye todo por ser la Mente divina, no reconoce nada, aparte de la perfección espiritual, como real, verdadero o presente. Por lo tanto, la oración afirmativa, que la Ciencia Cristiana denomina tratamiento, debe necesariamente incluir la negación o inversión de la pretensión falsa del error de que está presente y en acción. Tal uso específico del tratamiento es necesario debido al sentido dual que mantiene actualmente la humanidad. La fidelidad en detectarlo e invertirlo, agrega mucho al valor del tratamiento, y abre la senda para que se presenten las más elevadas posibilidades de curación. O bien, para resumir, el tratamiento en la Ciencia Cristiana, actuando estrictamente en el reino de la consciencia, tiene su base en la totalidad de Dios, y opera en la actividad de la comprensión espiritual. Conoce y niega fases específicas del mal; protege con el conocimiento de que el mal, como la oscuridad, no tiene poder para resistir o desquitarse contra la luz de la Verdad.
Un Científico Cristiano haría bien en preguntarse si está tratando, mediante la oración silenciosa, de comprender más profundamente algo de la armonía eterna infinita. ¿Entra acaso en un período de pensamiento reverente no solo para superar alguna pretensión específica del mal, sino para contemplar y comprender en la medida que pueda, la infinitud y totalidad de Dios? La verdadera oración ahonda en la revelación, explorando nuevas perspectivas de las posibilidades espirituales. Toda la belleza del Alma que se está revelando, todo el poder del Principio divino, toda la seguridad de la Vida y la Verdad invencibles, toda la ternura del Amor del Padre-Madre, todo esto está a la espera de que se hagan descubrimientos más profundos mediante el deseo sincero.
En dicha oración la omnipresencia de Dios, como es revelada a través de los sinónimos de Dios que presenta el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Sra. Eddy, empieza a manifestarse en el pensamiento humano como una comprensión expansiva, una iluminación espiritual, que va mucho más allá de los confines de los límites temporales. La infinitud de Dios, que mantiene, sostiene y guarda dentro de Su totalidad a toda Su creación, tiene luz, poder y consuelo para aquel que reflexiona acerca de ella en sincera oración. La nada se vuelve insignificante para aquel que hace dicha oración. La totalidad se conoce como la presencia de Dios, la Mente divina, que está en todas partes y lo abraza todo, envolviendo en paz y seguridad todo aquello que tiene vida.
El hombre no es alguien afuera de Dios que trata de encontrar a Dios. El hombre por ser idea de Dios, está siempre dentro de Su totalidad. El hombre no está envuelto en la dualidad, tanto en el bien como en el mal, como no lo está Dios. El hombre es espiritual y perfecto como idea de Dios, y todo aquello que no está de acuerdo con la perfección espiritual no es del hombre, sino que pertenece al mal que desaparece, al cual la luz de la Verdad consigna a la nada.
A medida que el estudiante de la Ciencia Cristiana se identifica a sí mismo y a los demás como la imagen y semejanza espiritual de Dios, se identifica a sí mismo con certeza. Puesto que Dios es la totalidad completa, ningún mal furtivo puede llegar a Él; dado que Dios es la presencia infinita, ninguna cosa malévola puede evadirlo. Su totalidad hace que todo aquello desemejante a Sí Mismo, sea imposible. Todo mortal puede despertar de su mortalidad y volver al lugar que le corresponde, a su identidad verdadera dentro de la totalidad de Dios, en cualquier momento que lo desee. Puede morar allí todo lo que quiera. Al hacerlo, aprende que cuanto más se aferra a la idea espiritual, más encuentra que la idea espiritual mora en él.
En la medida que se comprende esta gran revelación, las plagas de la tierra deben ceder a ella, tal como la oscuridad desaparece ante la llegada de la luz del día. Por poco o por mucho cada uno puede probar por sí mismo que mediante esta comprensión de la totalidad y de la nada, la Ciencia Cristiana sana.
Ciertamente el discípulo Pablo reconoció y en gran medida percibió este hecho científico espiritual de la existencia del hombre dentro de la totalidad de Dios, cuando declaró a los atenienses: “En él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). La Sra. Eddy escribe en su libro La unidad del bien: “Dios es Todo-en-todo. Por tanto, Él existe únicamente en Sí mismo, en Su propia naturaleza y carácter, y es el ser perfecto o consciencia perfecta. Él es toda la Vida y toda la Mente que hay o puede haber. Dentro de Sí mismo se encuentra toda manifestación de Vida y Mente”. Y en el párrafo que está a continuación, ella agrega: “Si Él es Todo, no puede tener consciencia de cosa alguna desemejante a Sí mismo; porque si Él es omnipresente no puede haber nada fuera de Sí mismo” (pág. 3).