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Original Web

Dinámica de grupo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 17 de agosto de 2016

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Octubre de 1965.


La metafísica de la Ciencia Cristiana es eficaz para aumentar la calidad y eficiencia cuando se trabaja en grupo. Hoy en día, las empresas de negocios y comunitarias son tan complejas que la planeación y la acción son iniciadas y llevadas a cabo por grupos de especialistas. Un equipo de expertos, un comité o una corporación, por lo general, reemplaza a la empresa de un solo hombre. Y el compromiso y conservadorismo con frecuencia reemplaza la unidad y la audacia.

La ciencia social analiza la dinámica de grupo y sugiere métodos humanos, a veces útiles, y siempre limitados a los conceptos humanos. La Ciencia Cristiana presenta un método espiritual. De acuerdo con esta Ciencia, la realidad y las leyes que la controlan son espirituales, creadas por la Mente única, Dios; y las mismas son absolutas. A medida que el individuo aplica científicamente la verdad absoluta a su situación humana, su comprensión y carácter son transformados. Su experiencia entonces comienza a ajustarse a la armonía y a la ley de la realidad divina.

Cuando un miembro de un grupo cambia, todas las relaciones con ese miembro se ven forzadas a cambiar, y por lo tanto, todo el grupo cambia. De modo que, cuando el miembro de un grupo comprende la realidad espiritual de la demanda, las ideas y la acción, puede usar esta verdad para ayudar a todo el grupo a obtener mejores resultados. La comprensión espiritual de la Verdad, la Mente y el Amor, demuestra las leyes específicas de Dios, porque la Verdad, la Mente y el Amor son sinónimos de Dios. En la medida que la iniciativa, el plan y el trabajo estén basados en las leyes espirituales, son inteligentes, eficientes y libres de los asfixiantes conflictos de las personalidades humanas.

Yo apliqué, por primera vez, los tres discernimientos detallados más adelante en este artículo, cuando servía en un comité con un presidente que deseaba parecer muy exitoso ante sus superiores. Sus meticulosas tareas y persistente guía al llevarlas a cabo, parecían útiles; pero muy pronto me di cuenta de que este método asfixiaba todo intento de experimentar. Él tenía ideas firmemente arraigadas acerca de todo, y se refería a nosotros como “mi comité”. Cuando el comité estaba preparando sus recomendaciones finales, la oculta irritación que se albergaba se transformó en rivalidad. Yo pensé en renunciar.

Me vino la idea de analizar el problema primero a la luz de la Ciencia Cristiana. Con la comprensión metafísica que obtuve mediante la oración, no busqué influir el pensamiento de los otros. En la discusión señalé lo que pensaba conforme a lo que yo sabía que era espiritualmente cierto, con el propósito de disminuir las discordias y sacar a relucir la labor realmente inspirada del comité. Se estableció una atmósfera más productiva. Los informes eran menos estructurados, y se presentaron algunos planes nuevos. Decidí quedarme.

Al aplicar la metafísica de la Ciencia Cristiana, percibí claramente que la Verdad hace la exigencia, la Mente produce las ideas y el Amor impulsa el trabajo.

En todo tipo de actividad en grupo necesitamos preguntarnos: “¿Qué está haciendo la demanda: una oportunidad, un problema, un ejecutivo, una camarilla?” La Sra. Eddy escribe: “La Verdad, la Vida y el Amor son las únicas exigencias legítimas y eternas sobre el hombre, y son legisladores espirituales que imponen la obediencia por medio de estatutos divinos” (Ciencia y Salud, pág. 184).

La Verdad hace la exigencia. Ya sea que la exigencia se presente como un problema a resolver o como una oportunidad que debe aprovecharse, la Verdad está exigiendo la demostración de la ley, una ley de la realidad espiritual. Por lo tanto, el que verdaderamente inicia el proceso es la Verdad. Quizás la Verdad esté exigiendo una demostración de la ley de justicia o de provisión, o esté exigiendo una demostración de salud o de progreso o de la ley que gobierna las relaciones. De acuerdo con la Ciencia Cristiana, las leyes que gobiernan toda realidad y actividad son espirituales. Y la Verdad tiene el poder de hace valer la obediencia.

La exigencia puede parecer desconcertante a la mente humana y malinterpretarse como una presión humana que provoca respuestas personales de reacción, resentimiento y resistencia al cambio. Sin embargo, si se comprende que es la exigencia de la Verdad la que inicia el trabajo del grupo, habrá menos actitudes personales defensivas, reacción emocional, rivalidad o temor de interferir con la formulación de planes viables de parte de los miembros; y la eficiencia del grupo aumentará considerablemente.

La integridad individual se expresa espontáneamente cuando se ve que el esfuerzo de grupo se está realizando en la vibrante y saludable atmósfera de la exigencia de la Verdad. Aquí el individuo siente que confían en él y lo valoran. Al discernir la infinita pero legítima exigencia de la Verdad, humildemente trata de encontrar recursos fuera de sí mismo. Comienza a encontrar que los recursos espirituales de su propia y verdadera individualidad reflejan al Dios infinito. Siente la emoción de funcionar en un estado de pensamiento que va más allá de su capacidad humana ordinaria. Porque las exigencias de la Verdad no son pequeñas. Requieren las más elevadas expresiones de honradez, intrépida moralidad, lógica inspirada, inteligencia y habilidad. Estas cualidades son expresadas de la mejor forma por el miembro que comprende más claramente que su verdadera individualidad refleja la perfección absoluta de Dios.

La Verdad, el Legislador, exige y produce armonía y libertad. Las reglas y métodos hechos por el hombre son insuficientes para hacer valer la obediencia. Donde se siente que la ley espiritual, no una persona, gobierna un grupo, no surge un liderazgo dictatorial. Toda disciplina requerida ejercida bajo la exigencia de armonía y libertad de la Verdad, es afectuosa, impersonal; y los miembros consienten en ella fácilmente.

Estas exigencias no solo son legítimas, sino eternas, es decir infinitas. A medida que uno comprende esto, los miembros del grupo son liberados del falso sentido del tiempo y la presión que los forzaría a llegar a soluciones de corto alcance. Las exigencias de la Verdad son insistentes, pero no tienen límite de tiempo.

Si se acepta que un problema humano es la exigencia, las soluciones y los planes estarán limitados por los términos del problema. Los problemas no delinean sus soluciones. Al recurrir a Dios, la única Mente universal, el pensamiento se ocupa de medios totalmente diferentes, a menudo radicalmente nuevos, que hacen que la solución avance y dé grandes pasos más allá de un solo paso hacia adelante. ¿Qué puede cumplir una exigencia infinita? Sólo la Mente infinita, Dios. La Verdad hace la exigencia. La Mente produce las ideas. La Mente sabe lo que la Verdad exige.

Al interpretar el relato del Génesis de la creación que hizo Dios de las estrellas y las dos grandes luces para que rigieran el día y la noche, la Sra. Eddy afirma: “La Ciencia revela sólo una Mente, y esta brillando por su propia luz y gobernando el universo, incluyendo el hombre, en perfecta armonía. Esta Mente forma ideas, sus propias imágenes, subdivide e irradia la luz que les es prestada, la inteligencia, y así explica la frase de las Escrituras: ‘cuya semilla está dentro de sí misma’” (Ciencia y Salud, págs. 510, 511).

¡Qué explicación más clara del método de creación de Dios! ¡Ideas formadas por la Mente única! No se producen haciendo rebotar una idea con la otra. No se reproducen unas a otras. No producen conflicto. Una sola Mente las produce. Las ideas de la Mente son completas y perfectas, y no necesitan revisión. Reflejan belleza y orden; y su desenvolvimiento es perfecto. La Mente infinita tiene una inagotable provisión de ideas. Su radiante inteligencia atrae, y no se necesita coerción alguna para persuadirla.

Aquellos que demuestran estas ideas espirituales formularán planes humanos valientes, completos y hermosos. La expresión misma, gráfica, oral o delineada de otra forma, se desarrollará naturalmente, así como la idea espiritual de la semilla que está en ella. Dichos planes humanos, expresan inteligencia y arte, y logran su propósito. No se necesitarán largos períodos de prueba para verificar su eficacia.

Un plan humano basado en las ideas de la Mente es intrépidamente moral. Nunca requiere de un compromiso ético, aunque el compromiso humano pueda parecer que está en el proceso de resolver un plan así. Una vez que ha sido resuelto desde una base espiritual, la inteligencia y la equidad traen justicia para todos. Nadie puede ser lastimado y ningún bien puede ser desplazado por un plan que ha sido modelado conforme a las ideas de la Mente. Debe rechazarse la mente mortal que intenta crear o poseer ideas. Sus sugestiones personales son imperfectas, se agotan, carecen de propósito y brillantez.

Para distinguir un plan basado en las ideas de la Mente, de un plan basado en las sugestiones personales, debemos discernir el original a partir del cual cada uno fue modelado. ¿Está modelado de acuerdo con el propósito e inteligencia de la idea divina, o está modelado meramente en base al deseo personal y al razonamiento materialista? Los planes elaborados inteligentemente, tienen un resultado inteligente. No fueron producidos por una charla. Y los planes que no han sido producidos por una charla, no pueden permanecer en la etapa de conversación. Se llevan a cabo.

Al hablar acerca de Dios como Amor, la Sra. Eddy dice: “El Amor impulsa las buenas obras” (Escritos Misceláneos, pág. 358). El Amor divino persuade con ternura motivando al hombre real y haciéndolo actuar conforme al propósito de la Mente. Esta es una ley del Amor. Hasta un miembro del grupo al aplicar el poder del Amor de acuerdo con el método metafísico de la Ciencia Cristiana, ayudará a destruir la fricción y demostrar la acción gobernante de las leyes espirituales. Él ama a sus compañeros de trabajo; se ama a sí mismo en un verdadero sentido espiritual; él ama su trabajo.

Todo lo que puede lograrse debe hacerse mediante el poder callado y catalítico del amor. Las tareas que se aman mucho se hacen con total libertad y sin esfuerzo. Ni el tiempo ni el músculo ni la prudencia reprimen. El verdadero amor inspira, coordina y acelera el trabajo de grupo. Cada miembro se transforma en alguien a quien le encanta trabajar. Pablo estuvo en lo cierto cuando escribió: “En Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:6).

Cualquiera que exprese “la fe que obra por el amor”, acelera la acción y beneficia al grupo, ya sea que ese grupo sea una familia, un comité o una corporación. El Amor que dio a Moisés los Diez Mandamientos, bendijo a una nación (Éxodo 18:13-27). El Amor mediante el cual Cristo Jesús sanó al hijo de un oficial del rey, también convirtió a todos los que estaban en esa casa (véase Juan 4:45-53). El Amor que le reveló la Ciencia Cristiana a la Sra. Eddy, le dio la habilidad perfecta para lidiar con la prensa, las cortes, su iglesia y públicos de miles de personas.

La Verdad hace la exigencia, la Mente produce las ideas y el Amor impulsa el trabajo.

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