Entre los mortales existe la creencia de que pueden llegar a ser los privilegiados poseedores o propietarios de algo. Cuando, por medio del procedimiento jurídico acostumbrado, un hombre adquiere un bien inmueble, siente el fuerte deseo de ponerle una cerca y mantener alejados a todos los demás. A esto sigue la creencia, universalmente reconocida, de que es propietario de una cierta cantidad de la superficie de la tierra y que la ley lo protege y lo defiende en la posesión privada de la misma. Edifica una casa y la ocupa, dice que es suya y nadie tiene permitido acercarse o entrar en ella contra los deseos del propietario sin que se le considere un intruso. En nuestro grado actual de desarrollo se entiende, en general, que la propiedad es algo que debe tener un propietario; que la tierra y todo lo que en ella hay se puede dividir en secciones y parcelas, y que distintos individuos pueden reclamar la posesión de una cantidad mayor o menor de la misma con exclusión de los demás. No obstante, todo esto se basa en la suposición de que la materia es sustancia y que el hombre es el propietario de ella.
A través de los ilusorios procesos de la creencia mortal la verdad es, aparentemente, revertida; los pensamientos se exteriorizan en forma de cosas, las cuales son reclamadas, poseídas y dominadas por individuos. Algunas personas tienen una propiedad muy grande, otras una pequeña, mientras que muchas otras no tienen nada en absoluto. Esta distribución desigual de posesiones materiales engendra envidia, celos y contiendas, e insta, con frecuencia, a quien no consigue satisfacer los deseos de su corazón, a recurrir a medios dudosos, sino a la fuerza física, para obtener su objeto. Puede decirse que el noventa por ciento de las guerras y contiendas del mundo se han originado y llevado a cabo a causa de la violación de los llamados derechos de propiedad, o por el deseo de ampliar la posesión o el dominio material.
Tan pronto como un hombre se encuentra en posesión de cierta cantidad de materia —casas o tierras, acciones o bonos— lo acosa un sentido de responsabilidad personal por su riqueza y el temor de que, en algún momento, pueda verse privado de ella. Todo el sistema de derechos de propiedad y división de la propiedad se basa en la supuesta sustancialidad de la materia, una ilusión que algún día deberá ser disipada por la ley de Dios, que declara que la Mente es la única sustancia. Es probable que este cambio no se produzca de la noche a la mañana, sin embargo, mediante la conducta y el pensamiento correctos, a su debido tiempo, se establecerá el verdadero concepto, a saber, que “de Jehová es la tierra y su plenitud”.Salmos 24:1.A decir verdad, todo en este mundo pertenece a Dios y, por reflejo, le pertenece también al hombre, quien es la imagen y semejanza de Dios. Cuando en nuestra demostración hayamos llegado al punto en que podamos resolver cosas en pensamientos, será posible multiplicar estos pensamientos a fin de que cada individuo pueda reflejar y poseer todo lo que pertenece a su Hacedor.
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