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Posesión

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 21 de enero de 2016

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Junio de 1917.


Entre los mortales existe la creencia de que pueden llegar a ser los privilegiados poseedores o propietarios de algo. Cuando, por medio del procedimiento jurídico acostumbrado, un hombre adquiere un bien inmueble, siente el fuerte deseo de ponerle una cerca y mantener alejados a todos los demás. A esto sigue la creencia, universalmente reconocida, de que es propietario de una cierta cantidad de la superficie de la tierra y que la ley lo protege y lo defiende en la posesión privada de la misma. Edifica una casa y la ocupa, dice que es suya y nadie tiene permitido acercarse o entrar en ella contra los deseos del propietario sin que se le considere un intruso. En nuestro grado actual de desarrollo se entiende, en general, que la propiedad es algo que debe tener un propietario; que la tierra y todo lo que en ella hay se puede dividir en secciones y parcelas, y que distintos individuos pueden reclamar la posesión de una cantidad mayor o menor de la misma con exclusión de los demás. No obstante, todo esto se basa en la suposición de que la materia es sustancia y que el hombre es el propietario de ella. 

A través de los ilusorios procesos de la creencia mortal la verdad es, aparentemente, revertida; los pensamientos se exteriorizan en forma de cosas, las cuales son reclamadas, poseídas y dominadas por individuos. Algunas personas tienen una propiedad muy grande, otras una pequeña, mientras que muchas otras no tienen nada en absoluto. Esta distribución desigual de posesiones materiales engendra envidia, celos y contiendas, e insta, con frecuencia, a quien no consigue satisfacer los deseos de su corazón, a recurrir a medios dudosos, sino a la fuerza física, para obtener su objeto. Puede decirse que el noventa por ciento de las guerras y contiendas del mundo se han originado y llevado a cabo a causa de la violación de los llamados derechos de propiedad, o por el deseo de ampliar la posesión o el dominio material. 

Tan pronto como un hombre se encuentra en posesión de cierta cantidad de materia —casas o tierras, acciones o bonos— lo acosa un sentido de responsabilidad personal por su riqueza y el temor de que, en algún momento, pueda verse privado de ella. Todo el sistema de derechos de propiedad y división de la propiedad se basa en la supuesta sustancialidad de la materia, una ilusión que algún día deberá ser disipada por la ley de Dios, que declara que la Mente es la única sustancia. Es probable que este cambio no se produzca de la noche a la mañana, sin embargo, mediante la conducta y el pensamiento correctos, a su debido tiempo, se establecerá el verdadero concepto, a saber, que “de Jehová es la tierra y su plenitud”.Salmos 24:1.A decir verdad, todo en este mundo pertenece a Dios y, por reflejo, le pertenece también al hombre, quien es la imagen y semejanza de Dios. Cuando en nuestra demostración hayamos llegado al punto en que podamos resolver cosas en pensamientos, será posible multiplicar estos pensamientos a fin de que cada individuo pueda reflejar y poseer todo lo que pertenece a su Hacedor.

En algunas corrientes de pensamiento ya prevalece esta condición ideal, como por ejemplo, en las matemáticas. Supongamos que los números que se usan para efectuar cálculos, en lugar de ser aceptados como pensamientos, se consideraran objetos materiales. En este caso, todo matemático o contador tendría que tener un buen surtido de números, fabricados quizás de un material durable como madera o hierro, que él guardaría en un estante o bajo llave en un cajón. Cuando el matemático deseara utilizar los números, los sacaría de su sitio, los arreglaría en el orden debido, para luego poder resolver sus problemas.

Si en una época de mucho trabajo se agotara la provisión de números de un contador, éste tendría que comprar más números o, tal vez, pedírselos prestados a alguien. Consultaría con un colega y le diría: “Te agradecería mucho que me prestaras dos o tres ‘cincos’ y algunos ‘sietes’, pues se me acabaron”. Quizás su amigo le respondería: “Lo lamento, pero, últimamente, he estado usando tantos cincos y sietes en mi trabajo que necesito todos los que tengo y no puedo ayudarte”. Bien podría haber incluso una escasez de números que afectara a toda la población, y la gente se pelearía por apoderarse de ellos. El precio de los números aumentaría y, si la gente realmente creyera que estos objetos son una necesidad, habría una competencia tan grande que el precio de una provisión suficiente de números para continuar con el trabajo no tendría proporción alguna con el costo de su producción, y muchas personas tendrían que vivir sin ellos.

Pero la verdad es que sería imposible llegar a una situación así porque los números no son cosas, sino pensamientos y, como tales, están presentes en todas partes sin límite ni restricción. Ningún artificio de la mente mortal, ni plan alguno de los especuladores, puede quitarnos ni un solo número ni privarnos de tener acceso instantáneo a todos los que pudiéramos necesitar. Jamás se ha declarado una guerra porque una nación haya tratado de apropiarse de más de lo que le corresponde de la tabla de multiplicar, ni tampoco se ha declarado culpable a ningún hombre de usar números que hubiera tomado subrepticiamente de su prójimo.

Los números no son cosas, sino pensamientos; son conceptos mentales y, como tales, están al alcance de todos. Alguna vez se comprenderá que esto no sólo es verdad respecto a los números, sino que todo llamado objeto material en el universo es tan sólo la contrahechura de alguna idea divina y no lo que la mente mortal describe que es. Llegará el momento en que la mente mortal abandonará su creencia de que las ideas están representadas por objetos materiales y, cuando llegue ese momento, no habrá temor de que se pierda o se dañe lo que entendemos que es una idea y no una cosa. Entonces podremos comprender lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros [ideas correctas] en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”.Mateo 6:19, 20.

Usted se preguntará, ¿qué tiene que ver todo esto con nuestra demostración actual? Tiene mucho que ver. Los Científicos Cristianos estarían mucho más tranquilos y se liberarían de toda responsabilidad si pensaran de manera correcta y trataran de poner en práctica inmediatamente las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Si un hombre se dedica a un negocio que piensa que le pertenece y del cual se cree creador y propietario, y por cuyo éxito se considera personalmente responsable, puede que se sienta agobiado por ello. Tal vez sufra porque le va mal en los negocios, por la pérdida de sus clientes o cualesquiera de las creencias que acompañan su ocupación o profesión en particular. Mientras crea que la empresa le pertenece de manera exclusiva a él, nunca estará libre de algunas de las innumerables creencias que, supuestamente, afectan a los negocios en general y a su ocupación en particular. El remedio para esta condición es que el hombre comience a declarar y a saber que todo es Mente y las ideas de la Mente; que en su negocio no hay nada en absoluto que sea limitado o material. Si Dios es el creador de todo, y si todo en el universo le pertenece a Él, entonces este negocio que el hombre llama suyo, es en realidad de Dios, y el hombre llega a dominarlo sólo en la medida en que ajuste sus pensamientos y transacciones cotidianas al Sermón del Monte. Si reconoce esto y aplica su comprensión del Principio de la Ciencia Cristiana a su trabajo, el temor y la incertidumbre desaparecerán. Entonces conducirá sus asuntos comerciales de la manera que Dios exige que se haga y podrá dominar y administrar su negocio en la medida que se someta a la infalible dirección de la Mente divina.

Si una mujer se considera propietaria de un hogar y de todo lo que en él hay; si cree que tiene muebles y accesorios que son de su propiedad personal, junto con los demás enseres de la casa, puede llegar a sentirse tan agobiada por la responsabilidad que pensará que es totalmente inadecuada para dominar la situación. Sin embargo, si está dispuesta a aceptar que Dios gobierna su hogar, a convertir cosas en pensamientos y a entender que “todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”;Juan 1:3. si puede comprender que es la inteligencia divina la que gobierna y dirige a sus empleados, su casa y todo lo que en ella hay, perderá de inmediato todo sentido de ansiedad, temor y confusión, y percibirá que la ley divina de la paz y la armonía ha tomado posesión de su casa y la administra. Si comprende que todo lo que hay en la casa tiene por objeto sacar a relucir y expresar la ley de la perfección, las cosas se sucederán mucho más armoniosamente para todos los que estén vinculados con ella y habrá paz y gozo para quienes entren allí.

Este concepto de posesión tiene otra fase que tal vez sea una de las creencias mortales más arraigadas. Los padres creen que son creadores privilegiados de algo; que pueden usurpar el poder creador de la Mente divina y tener hijos de su propia creación, de cuya crianza, educación y futuro bienestar son enteramente responsables. Este sentimiento de parte de los padres abre las puertas de par en par a la sugestión de fracaso y, en consecuencia, se ven acosados por las pruebas y tribulaciones que supuestamente acompañan la creencia de que los hijos son de su propiedad y están bajo su control. Los padres tienen que aprender que Dios es el único Padre y la única Madre; que el hombre es el hijo de Dios; que no es físico y material, sino espiritual, y refleja y expresa la sabiduría, el amor y la inteligencia del ser infinito. Tan pronto como se percibe esta línea de pensamiento, desaparece el falso sentido de responsabilidad que la mente mortal ha impuesto sobre los padres, y ellos pueden entonces, acertadamente, confiar en que Dios cuidará de sus hijos, sabiendo que nada puede interferir con los armoniosos resultados que acompañan la protección divina.

Todo Le pertenece a Dios, nada nos pertenece a nosotros. El hombre no es creador ni propietario. Como Científicos Cristianos podemos comenzar a comprender esto de inmediato y a obtener resultados rápidos y satisfactorios. El hecho de que abandonemos todo pensamiento de posesión personal, no significa que debemos sacrificar todo lo que amamos o que seremos privados de algo. Por el contrario, significa que al alcanzar una mayor comprensión de que todo es Mente y las ideas de la Mente, poco a poco, obtendremos todo aquello que vale la pena tener. El mero acto de renunciar a algo no es en sí una virtud y nada se puede ganar asumiendo un falso sentido de humildad. Es verdad que hay mucho a lo que tenemos que renunciar, pero siempre se trata de antiguas creencias que no nos brindan ninguna satisfacción, y a medida que éstas desaparecen son reemplazadas por las ideas correctas, las cuales nos dan un sentido mucho más amplio de libertad, de poder y de posesión, que el que hayamos tenido jamás.

¿Qué quiso decir Jesús con esta afirmación: “Al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”?Marcos 4:25. Que el que posee la idea correcta es realmente el que “tiene” y sus posesiones habrán de aumentar; en cambio, el que tiene el pensamiento erróneo es el que “no tiene”, y necesariamente debe perder aun lo que parece tener. Lo que debemos hacer, pues, es cambiar nuestra manera de pensar. “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”,Mateo 6:33. dijo Jesús, y esto sólo se logra por medio de la Ciencia Cristiana.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, dice: “Al mantener en mi mente la idea correcta acerca del hombre, puedo mejorar mi propia individualidad, salud y condición moral, y también la de otros”.Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 62. Todas las cosas se logran por medio de la idea correcta, que se afirma en la consciencia humana y nos libera de nuestras creencias falsas. Lo único que le ocurre al sentido humano de las cosas es que desaparece exactamente en la misma proporción en que comprendemos la verdad.

Es una ley de la metafísica que el pensamiento se manifiesta externamente. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los experimentaréis en la medida en que ocupen vuestros pensamientos”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 261. De esto se desprende que en la Ciencia Cristiana la idea correcta se desarrolla naturalmente en expresión y conduce el pensamiento hacia la demostración. Cuando lleguemos a percibir que todas las cosas materiales son sólo creencias y que estas creencias pueden transformarse y mejorar al sostener la idea correcta, comenzaremos a traer a nuestra experiencia aquellas cosas a las que Pablo se refirió cuando dijo: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.1º Corintios 2:9.

Otra línea de pensamiento que se presenta en este punto es que los mortales creen que poseen una mente separada de Dios que llaman suya, y que pueden pensar y hacer lo que les place con esta mente, prescindiendo de las verdades del ser. Esta creencia conduce a otra conclusión errónea, a saber, que la mente mortal nos ha creado y nos ha puesto en posesión de un organismo corporal que incluye ojos, oídos, pulmones, estómago, etc., todo lo cual creemos que es material y de cuyo bienestar somos responsables. Cuando este error toma posesión de nosotros, la mente mortal inmediatamente pretende tener la capacidad de privarnos de la vista, el oído, etc., y afirma que nuestro estómago se puede descomponer o enfermar. Todo esto es el resultado de creer en otro creador aparte de Dios, de creer en otra inteligencia y en otro poder al cual debemos obediencia. Pablo dice: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis…?”Romanos 6:16. El único remedio para los males de la carne es corregir las falsas creencias que los producen introduciendo la idea correcta. Es la falta de habilidad para percibir esto lo que a veces impide que los Científicos Cristianos realicen las curaciones rápidas que son capaces de efectuar. En el libro de texto, Ciencia y Salud, su autora dice: “Al no percibir puntos metafísicos vitales, ni ver cómo afecta la mente mortal al cuerpo —obrando en beneficio o perjuicio de la salud, así como de la moralidad y la felicidad de los mortales— nos equivocamos en nuestras conclusiones y métodos. Arrojamos la influencia mental en el lado erróneo, así perjudicando realmente a quienes queremos bendecir”.Ciencia y Salud, pág. 397.

En el modo de pensar de la mente mortal, los pensamientos se exteriorizan como materia y se llaman cuerpo. Cuando comprendamos lo que la Ciencia Cristiana enseña respecto a la exteriorización del pensamiento, veremos que el concepto humano acerca del cuerpo es un producto mental y es, ni más ni menos, la expresión externa del pensamiento. Por lo tanto, para sanar lo que parece ser una condición de enfermedad en el cuerpo, debemos abandonar todo pensamiento del cuerpo como material y reconocerlo como un producto puramente mental, una condición objetivada del sentido material, cuya corrección, mediante la sustitución de la creencia falsa con la idea espiritual, producirá salud y armonía de acuerdo con la ley de Dios.

Dios es el único creador y todo lo que Él crea debe ser semejante a Él. El hombre no está compuesto de carne, sangre, huesos y nervios; por el contrario, el hombre es el conjunto individualizado de ideas correctas, la idea compuesta de Dios que incluye estas ideas correctas. “Para Dios, saber es ser”,No y Sí, pág. 16. dice la Sra. Eddy. Saber es ser; por consiguiente, lo que el hombre sabe constituye su ser, y la consciencia verdadera consiste en el reflejo de aquellas ideas correctas que ya existen en la Mente divina. Es científicamente imposible poner un pensamiento erróneo en la consciencia, y no puede haber imperfección en la Mente, por cuanto todo lo que está incluido en la Mente es perfecto e inviolable y nunca se puede cambiar o modificar de ningún modo. Nada existe sino Dios y lo que Dios crea, en consecuencia, desde lo más bajo a lo más elevado sólo hay una idea correcta de cualquier cosa, ya que “la Mente divina mantiene todas las identidades, desde una brizna de hierba hasta una estrella, distintas y eternas”,Ciencia y Salud, pág. 70. como dice el libro de texto.

La creencia mortal, en su empeño por ver materialmente, crea el ojo humano y declara que es el órgano de la vista, cuando en realidad la vista es una cualidad de la Mente y es enteramente independiente del iris, la pupila, el cristalino y otras partes que constituyen el organismo visual. Cuando Jesús dijo que “la lámpara del cuerpo es el ojo”,Mateo 6:22. no se estaba refiriendo a un sentido material de ojo, sino a ese discernimiento espiritual o mental que la Mente divina otorga al hombre. Sin embargo, debemos recordar que el hombre no es un objeto material, sino mental; es decir, el hombre es la imagen y semejanza de la Mente, es sólo la encarnación, la expresión o el reflejo de ideas. No hay duda de que hay ojos perfectos —discernimiento espiritual. Es igualmente cierto que toda facultad espiritual que la Mente divina incluye es otorgada al hombre por ser la imagen o reflejo de la Mente. El conocimiento de esto restablecería la salud perfecta a una condición enfermiza de los ojos, del mismo modo que restablecería lo que se llama la sustancia perdida de los pulmones. Obsérvese lo que la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Las indestructibles facultades del Espíritu existen sin las condiciones de la materia y también sin las creencias erróneas de una llamada existencia material”.Ciencia y Salud, pág. 162. Esa cualidad de la inteligencia divina que yace detrás de lo que se llama ojo humano, y de la cual el ojo humano no es más que una falsificación, es el único ojo que realmente existe.

Esto también es verdad respecto a lo que la mente mortal llama corazón, hígado, pulmones y todas las demás cosas que constituyen el llamado cuerpo material. La mente mortal afirma que el hombre es materia organizada. No obstante, las creencias de la mente mortal no son reales, por lo tanto, es un hecho que el único hombre que existe, o puede existir, es esa idea espiritual compuesta de la cual este organismo material es la contrahechura. Puesto que únicamente puede haber una idea correcta de todo, sólo existe un concepto correcto de lo que la mente mortal llama estómago. Éste no está compuesto de materia ni es una cosa material. Es un concepto mental o un pensamiento, cuya sustancia está en la Mente. Un concepto material de cualquier órgano físico es falso y engañoso y debe finalmente ser destruido. “Todo objeto en el pensamiento material será destruido, pero la idea espiritual, cuya sustancia está en la Mente, es eterna”,ibíd., pág. 267. dice la Sra. Eddy. Y en otra parte ella pregunta: “Pero, dice usted, ¿es acaso espiritual una piedra? Para el errado sentido material ¡No! mas para el infalible sentido espiritual es una pequeña manifestación de la Mente, un símbolo de sustancia espiritual, ‘la sustancia de las cosas que se esperan’ ”.Escritos Misceláneos, pág. 27.

Es hora de que los Científicos Cristianos dejen de medicinar los órganos enfermos y se dediquen a cambiar sus modelos imperfectos por ideales mejores y más elevados, que es el único método verdadero de curación. Dios es la ley de la salud y la armonía para todas Sus propias ideas; y esto no sólo es verdad, sino que la ley de Dios que gobierna la idea espiritual perfecta es también la ley de perfección para la creencia humana de las cosas, y esto se aplica a todos los órganos del sistema humano. Lo que Dios sabe acerca de manos, ojos, pies, es todo lo que hay que saber acerca de ellos. Dios los conoce, no como materiales, sino como ideas útiles, armoniosas y perfectas, y sabe que las identidades de estas ideas son distintas y eternas. Si un hombre tiene el concepto erróneo de mano, ojo o pie, su única salvación es cambiar los objetos de los sentidos por las ideas del Alma. Estas ideas son perfectamente reales y tangibles y están al alcance de todos los que se tornan a la Mente divina en busca de dirección. Si nuestro cuerpo se lesionara, sería nuestra creencia o concepto del cuerpo lo que se vería afectado, no la idea de Dios, y el remedio sería abandonar rápidamente esta creencia errónea de cuerpo y familiarizarnos con la idea incorpórea de Dios. Como dice la Biblia: “Vuelve ahora en amistad con él [Dios], y tendrás paz”.Job 22:21.

En La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, la Sra. Eddy escribe: “Ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento proveen razones para la destrucción del cuerpo humano ni ejemplos de ello, sino de su restauración a la vida y a la salud como la prueba científica de ‘Dios con nosotros’. Es poder y prerrogativa de la Verdad destruir toda enfermedad y resucitar a los muertos, aun al mismísimo Lázaro. El cuerpo espiritual, la idea incorpórea, vino con la ascensión”.La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 218.

No podemos tener otro cuerpo más que la idea única, incorpórea y perfecta. Por ser el hombre la idea compuesta de Dios, se deduce naturalmente que todo lo que está incluido en la consciencia del hombre tiene que ser espiritual y perfecto, o no es la consciencia que Dios conoce y que el hombre tiene que poseer. 

La materia nunca puede espiritualizarse; sin embargo, nuestra creencia errónea que se presenta como materia tiene que ser corregida y, por ende, espiritualizada. Para sanar un corazón imperfecto —lo que es sencillamente una creencia errónea— hay que repudiar el testimonio del sentido material y afirmar la presencia de la idea de Dios, a fin de mejorar el concepto falso. No es necesario saber exactamente cuál es la idea espiritual que está detrás de la creencia humana acerca del corazón. Lo único que uno debe saber es que su sentido equivocado del corazón —el cual parece ser material— no es el correcto. Hay una idea divina de la cual la creencia humana respecto al corazón es la falsificación, y esa idea está presente aquí y ahora, y no hay ninguna otra. Como lo declara el libro de texto: “Examinados bajo la luz de la Ciencia divina, los mortales presentan más de lo que se descubre sobre la superficie, ya que los pensamientos invertidos y las creencias erróneas tienen que ser contrahechuras de la Verdad”.Ciencia y Salud, pág. 267. Si un hombre cree que su estómago está enfermo, el único remedio es reconocer que lo que dice la mente mortal acerca del estómago es falso y afirmar que se está en posesión de la idea divina, que es la única realidad perfecta.

Toda enfermedad se debe a una creencia errónea de las cosas, y el único remedio es obtener la idea correcta. Por cuanto toda idea espiritual es falsificada por una creencia material, podemos entender lo que la Sra. Eddy quiere decir cuando afirma: “La Ciencia divina, superando las teorías físicas, excluye la materia, resuelve cosas en pensamientos y reemplaza los objetos del sentido material con ideas espirituales”.ibíd., pág. 123. Si no hubiera ideas espirituales con las cuales reemplazar los objetos del sentido material, nuestras creencias enfermizas nunca podrían corregirse y nuestros cuerpos no podrían sanarse científicamente. Dios no está separado de Sus ideas; la idea espiritual de cualquier cosa está siempre presente y lleva consigo el poder y la actividad de la Mente infinita; cuando esta idea espiritual tiene ascendencia sobre la creencia falsa, produce un resultado armonioso.

Si es verdad que una creencia errónea respecto al cuerpo se manifiesta como un trastorno material, entonces la idea correcta que corrige la creencia falsa debe producir una mejoría física. Nunca podremos sanar tratando de ejercer el poder de la Verdad sobre un cuerpo enfermo. Es el ejercicio del poder de la Verdad sobre una creencia de enfermedad lo que produce un resultado sanador.

La Ciencia Cristiana es una ciencia exacta y, como tal, no tolera ninguna desviación de su Principio y regla. Exige que el estudiante, a fin de demostrar su verdad, sea capaz de satisfacer sus requisitos. Jesús dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.Juan 8:32. Por lo tanto, un conocimiento de la verdad de lo que la Ciencia Cristiana enseña es absolutamente necesario para su demostración.

Todos estamos más o menos luchando con la creencia de que el hombre es un ser humano separado de su creador, con una mente e inteligencia propias. 

Esta creencia tiene que ser destruida, y la única manera de lograr su destrucción es mantener constantemente en el pensamiento la idea correcta y declarar la presencia y actividad de todas las ideas de Dios. A medida que estas ideas lleguen a ser más reales para nosotros, la llamada mente humana desaparecerá y nos encontraremos asemejándonos cada vez más a Dios —más semejantes a la sabiduría infinita, más semejantes a la Verdad y al Amor. Entonces se producirá lo que escribió el profeta: “La tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar”.Isaías 11:9.

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