Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Identidad: ¿qué estoy viendo?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 30 de mayo de 2022


Cuando estaba en el bachillerato, me rodeaba una cultura que estaba muy dedicada a colocar a las personas en categorías, y la categoría más importante era la raza. Se consideraba un deber moral que todos estuvieran conscientes de su propia raza y trataran de tener en cuenta lo que eso significaba. Me enseñaron que para algunas personas quería decir que estaban condenadas a una vida de lucha y opresión; para otras significaba lidiar con el “hecho” de que eran intrínsecamente prejuiciosas, y que, debido a que ocupaban posiciones de privilegio, se habían beneficiado involuntariamente de los prejuicios de algunos, lo que había resultado en la opresión de otros.

Al tener un origen racialmente mixto, estas reglas culturales me resultaban confusas. En diferentes momentos experimenté ambos lados de esta división, pero yo no parecía encajar perfectamente en ninguna parte. Además, reconocía que todos tienen complejas y variadas experiencias relacionadas con la forma en que se ven, y quería entender y respetar esas experiencias. Sin embargo, como estudiante de la Ciencia Cristiana, tampoco estaba satisfecho con una visión de mí mismo y de los demás que reducía la identidad a las características físicas, y parecía hacerlas más importantes que todo lo demás.   

En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana había aprendido que todos somos creados a la imagen y semejanza de Dios; que Él es infinitamente bondadoso y espiritual, no material; por lo tanto, nuestra verdadera identidad no está en las características corporales, sino en el reflejo de cualidades espirituales infinitamente buenas, tales como la inteligencia, la bondad y la generosidad. 

A pesar de esto, mi experiencia siguió siendo un desafío. En lugar de la idea de identidad basada en el Espíritu que había aprendido en la Escuela Dominical, me enfrentaba constantemente a una imagen agresiva basada en la materia. Además, me sentí confundido al descubrir que había aspectos de mi lugar dentro de esa imagen que realmente disfrutaba. Al ocupar la posición de “minoría”, adquirí en cierta forma la característica de ser “especial”. De acuerdo con esta visión de la identidad basada en la materia, mi estado me confería cierta autenticidad y una especie de autoridad moral. Incluso descubrí que esta autoridad me daba poder sobre mis maestros no minoritarios. (Nunca la ejercí, pero era aleccionador ser consciente de su existencia.)

Durante este tiempo, ocasionalmente también fui el centro de una atención hiriente y racista: desde sufrir los efectos de un insulto racial hasta perder una oportunidad o que me impidieran participar en una actividad. Pero estaba en conflicto respecto a la forma en que estas experiencias elevaron mi capital social entre mis amigos. Por un lado, como adolescente que luchaba por sentirse cómodo en un entorno social complejo, estaba bastante dispuesto a aceptar cualquier capital social que pudiera obtener. Por otro lado, no podía evitar sentir que era solo otra forma de que me categorizaran y juzgaran por el color de mi piel, y eso no me caía bien; incluso cuando resultaba en lo que parecía ser una atención positiva en lugar de negativa.

Tuve la fortuna de tener un maestro de la Escuela Dominical quien no solo estaba dispuesto a abordar cada problema que yo traía a la clase, sino que también podía discernir mi necesidad espiritual, la que se redujo a considerar la pregunta “¿Qué estoy viendo?” 

Contemplé cómo me veía a mí mismo y a los demás. ¿Me veía a mí mismo como un compendio de características físicas, y tal vez algunos rasgos de carácter como la diligencia y la determinación? ¿O me veía a mí mismo como totalmente espiritual, reflejando naturalmente la fortaleza y la bondad de Dios? ¿Estaba viendo a los demás como mortales limitados, obstaculizados por sus propias experiencias restringidas e incapaces de ver más allá de ellas? ¿O los estaba viendo como el reflejo inmortal de Dios, expresando receptividad, compasión y comprensión?

Mientras luchaba con estas preguntas, fui guiado a un pasaje en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras en el que Mary Baker Eddy explora la pregunta “¿Qué es el hombre?”. (La palabra hombre aquí representa la verdadera identidad de todos.) Su respuesta a esta pregunta comienza: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a la imagen y semejanza de Dios. La materia no es esa semejanza. La semejanza del Espíritu no puede ser tan desemejante al Espíritu. El hombre es espiritual y perfecto; y porque es espiritual y perfecto, tiene que ser comprendido así en la Ciencia Cristiana” (pág. 475).

Había tenido varias curaciones físicas, y me di cuenta de que esas curaciones se produjeron cuando dejé de lado una visión limitada de mí mismo como mortal y material. Sin embargo, no había tenido mucha experiencia permitiendo que perspectivas similares trajeran armonía a mis relaciones con los demás. Comprendí que para encontrar paz y ver progreso en este aspecto de mi vida, tenía que afirmar que esa misma comprensión de mí mismo y de los demás era totalmente espiritual y buena. Cuando apliqué estas ideas al concepto de la raza, descubrí que al verme a mí mismo como la expresión de Dios, el Amor divino, estaba dando a otros la oportunidad de verme de esa manera también. Y encontré que podía ver y honrar la identidad única de cada individuo mientras reconocía, sobre todo, nuestra hermandad como hijos de Dios.

Aunque no puedo decir que nunca más sufrí los efectos de un comentario o acción racista, es cierto que la frecuencia de tales incidentes se redujo drásticamente. Y aunque he estado en muchos entornos en los que, desde el punto de vista de la raza, yo era el extraño, generalmente he sido bienvenido —no como representante de un grupo de identidad determinado, sino como un individuo— y valorado por las cualidades singulares que aporto. He renunciado a una visión limitada y basada en la materia, tanto de mí mismo como de los demás, por una que no solo permite, sino que espera cualidades divinas de imparcialidad y unidad. Y esta perspectiva espiritual ha traído una armonía muchísimo mayor a mi experiencia.

Hoy en día, nuestro mundo parece estar tan preocupado por la cuestión de la identidad como lo estaba mi bachillerato. Y aunque hay muchas definiciones disponibles para categorizarnos a nosotros mismos y a los demás, he descubierto que solo hay una definición que realmente gobierna nuestro ser. Debido a que somos creados espiritualmente a la imagen y semejanza de Dios, somos en verdad definidos solo por Dios como completos, buenos y puros. Bajo ninguna circunstancia las meras características físicas pueden definir quiénes o qué somos. 

En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “El pensamiento pasa de Dios al hombre, pero ni sensación ni información pasa del cuerpo material a la Mente” (pág. 284). Puesto que la materia no tiene inteligencia, no podemos ser definidos por ella. Aceptar la definición espiritual del hombre significa vernos a nosotros mismos y a los demás como realmente somos: ilimitados por la materia y libres para disfrutar de las abundantes bendiciones de Dios, la Mente. Sin ataduras materiales, expresamos —transmitimos al mundo— individual y colectivamente, la unidad y la integridad de la creación de Dios y la visión que la Mente tiene de ella. 

Las palabras de un apreciado himno brindan una visión de esta perspectiva divina: 

Oh Padre-Madre celestial,
Tu plan dominio al hombre da;
en Ti miramos, inmortal,
al hombre puro, libre, leal;
y siempre en nuestro corazón
Tu luz pondrá su gloria ideal.
(Violet Hay, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 12, trad. © CSBD)

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.