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Los pensamientos y su influencia

Del número de enero de 1959 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al principio de la obra “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy en la página de las declaraciones notables aparecen estas palabras de Shakespeare: “No hay nada bueno ni malo, a menos que el pensamiento lo haga así.” En sus escritos Mrs. Eddy da a este pensamiento una significación espiritualmente iluminada. En su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea, pág. 203) ella dice: “Nuestros pensamientos engendran nuestras acciones; ellas nos hacen lo que somos.”

Los pensamientos son fuerzas. Si los pensamientos originan de Dios, la Mente divina, imparten la capacidad para hacer el bien a aquellos que conscientemente los reciben. Los pensamientos que no emanan de esta Mente no son divinos, verdaderos o reales; de modo que no aportan los frutos del Espíritu.

El estudio de la Christian Science revela que los pensamientos correctos son poderosos y verdaderos; los incorrectos no tienen en realidad poder y son irreales. Los pensamientos buenos, aquellos a semejanza de Dios, son eternos; los pensamientos malos poseen la naturaleza de los sueños. Debemos comprender, no obstante, que en nuestra experiencia presente los pensamientos enfermizos, sombríos o de resentimiento afectan el cuerpo erróneamente; en tanto que los pensamientos que manifiestan salud y gozo, emanando de un sentido espiritual de Vida, se evidencian en fuerza, vigor, el funcionamiento correcto, la armonía y la liberación de la evidencia de enfermedad.

En Ciencia y Salud, Mrs. Eddy nos da esta verdad que despierta (pág. 407): “En la Ciencia, todo el ser es eterno, espiritual, perfecto, armonioso en toda acción. Dejad que el modelo perfecto esté presente en vuestros pensamientos, en lugar de su opuesto desmoralizado.” Luego nuestra Guía añade esta significativa declaración: “Esta espiritualización del pensamiento da entrada a la luz y trae la Mente divina, la Vida y no la muerte, a vuestra consciencia.”

Cuán alertas debemos estar para ser capaces de examinar los pensamientos que golpean a la puerta de nuestra morada mental, y de admitir sólo los hechos inmortales de la perfección y eternalidad del hombre. Dios es glorificado cuando en la consciencia se contemplan los pensamientos semejantes al Cristo que sanan. La recepción de pensamientos que como ángeles vienen de Dios nos asegura la expulsión de los demonios de la mente carnal. Mediante este proceso, la mente y el cuerpo se ven libres de la influencia de la esclavitud a la enfermedad, la limitación, los males y la muerte impuesta por nosotros mismos.

Toda fase de sufrimiento a la cual los mortales parecen hacer frente es la objetivación de un modo de pensar que no es científico. La Christian Science explica que la ignorancia, el temor y el pecado son los responsables de un cuerpo discordante, enfermo, y de un ambiente indeseable. Mediante una fe inamovible en y la comprensión de la presencia infinita de Dios y el poder divino, nosotros reflejamos la ley infinita del bien y nos identificamos con su influencia que sana y salva.

Así nos vemos protegidos de las creencias erróneas que constituyen el sueño del sentido corporal que reclama: que la materia es verdadera; que incluye la inteligencia; que es la vida del hombre. Pero estas creencias son hipotéticas; no son verdaderas. No originan de la Mente divina. Los hechos espirituales de la Mente los contradicen y destruyen.

¿Nos someteremos entonces a las sugestiones agresivas del sentido corporal, o nos elevaremos por sobre ellas ejerciendo el poder y la influencia divinos del modo de pensar puro y exaltado? Cada uno debe hacer su propia decisión en este asunto.

A causa de su desobediencia los israelitas se vieron obligados a vagar por el desierto durante cuarenta años. ¿Nos hemos visto acaso nosotros alguna vez influenciados por el modo de pensar no espiritual a tal punto que nos hemos hallado vagando en el desierto del sufrimiento, la pena, el rencor, la escasez, el temor y el desaliento?

Dejemos que nos sirva de consuelo el hecho glorioso que el hombre está seguro y a salvo ahora y siempre en el reino del cielo. Los pensamientos falsos no pueden entrar en este reino. Ninguna fuerza maligna así llamada, puede ni aún temporalmente alejar al hombre de la morada de su Padre. Guardémonos entonces contra la intrusión de los pensamientos erróneos y su influencia dañosa. Dios conserva a cada uno de Sus hijos unido a los lazos inmortales de la armonía, la provisión, la salud y el amor.

Debemos regocijarnos que Dios nos dota a cada uno con la habilidad de percibir la perfección del ser puro del hombre y su eterna unión con la totalidad y omnipresencia de Dios, el bien.

La misión de nuestro Maestro fué traer la salvación a toda la humanidad. Nosotros somos los seguidores de Jesús. ¿Somos constantes y fieles en la contemplación de los pensamientos que sanan?

La Biblia nos manda que pensemos justamente. San Pablo escribió a la iglesia en Filipos (Filipenses 4:8): “Cuantas cosas sean conforme a la verdad, cuantas sean honrosas, cuantas sean justas, cuantas sean puras, cuantas sean amables, cuantas sean de buen nombre; y si hay otra virtud alguna, y si hay otra cosa alguna digna de alabanza, pensad en las tales cosas.” ¿ Estamos obedeciendo esta instrucción?

Bien puede ser que hayamos permitido que nuestro modo de pensar haya caído en el hábito de la apatía y la indiferencia que aparentaría ser cómodo mentalmente. De modo que andamos a la deriva impelidos por la marea del pensamiento mortal general. Mas la aceptación de las sugestiones mentales del modo de pensar apático o indiferente no podrá jamás salvarnos de los efectos de tal indulgencia.

Dios mismo nos suple abundantemente con la fuerza, el amor, la fe y la comprensión que son necesarios para que le prestemos la obediencia que El requiere de nosotros. Miqueas escribió (6:8): “¿Y qué es lo que Jehová pide de ti, sino hacer justicia, y amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?”

Oremos sinceramente para que nuestros pensamientos y acciones reflejen las enseñanzas de la Christian Science de tal modo que nuestra vida diaria testifique gozosamente que nuestra Causa encierra el poder decretado y eternizado por Dios para regenerar, restaurar y sanar a toda la humanidad.

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