En la Biblia hallamos que se hace énfasis sobre lo necesaria que es la quietud mental y la contemplación pacífica, dos cosas que nos ayudan a adquirir la comprensión de Dios. El Salmista declaró (Salmo 46:10): “¡Callad y sabed que yo soy Dios!” Aquí tenemos dos mandatos bien definidos: Callad, y sabed.
La mente mortal o carnal jamás está quieta; por lo general se halla demasiado ocupada con sus propios problemas diarios. Para esta tal llamada mente el error se presenta a veces repentinamente en la forma de temor, resentimiento, envidia o celos. De cualquier manera que el error haga su entrada, los resultados se manifiestan en discordancia y confusión, de manera que se hace difícil permanecer tranquilo o pensar lúcidamente.
Nada ganamos con escuchar a las sugestiones y las creencias falsas de esta mente ficticia. La Christian Science declara que la mente mortal es irreal y que el sentido material debe ser acallado, de manera que podamos comulgar con Dios y comprenderle más efectivamente.
¿Cómo podemos acallar a la mente mortal? Cristo Jesús percibió la necesidad de la quietud mental al orar, pues nos dijo (Mateo 6:6): “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y habiendo cerrado tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará.” Mediante la oración en silencio podemos traer a nuestra experiencia un sentido ilimitado de las cualidades divinas de la armonía, la salud y la abundancia, que nuestro Padre celestial, el Amor divino, otorga al hombre.
Mrs. Eddy escribe en el libro de texto de la Christian Science, Ciencia y Salud (pág. 15), lo siguiente: “En el santuario tranquilo de aspiraciones sinceras, tenemos que negar el pecado y afirmar que Dios es Todo.” Esta actitud de oración silenciosa no constituye un sueño ocioso. Constituye la oportunidad de acallar el clamor incesante de la mente mortal y todas sus falsas sugestiones agresivas y discordantes. Es un momento en el cual debemos apartar nuestra mirada del error y negarlo con el ferviente deseo de amar a Dios supremamente. Cuando nos unimos a Él en comunión sagrada, percibimos el ser verdadero del hombre, y experimentamos la armonía, la paz y la omnipotencia de la Mente divina.
Dios, la Mente, es el bien y el hombre es Su reflejo; de manera que ya que el mal es el opuesto del bien, éste no tiene un lugar en la Mente infinita, Dios, o en Su reflejo.
En su obra “Retrospección e Introspección,” Mrs. Eddy declara (págs. 88, 89): “La Mente demuestra omnipresencia y omnipotencia; pero la Mente gira sobre un eje espiritual, y su poder se despliega, y su presencia se siente en quietud eterna y Amor inmutable.” Acallando persistentemente los pensamientos sugestivos del mal y albergando los pensamientos correctos que provienen de la Mente divina, nos tornamos conscientes de la omnipresencia y omnipotencia de Dios.
Afirmar la totalidad de Dios silenciosa pero firmemente nos ayudará a percibir que la discordancia es falsa en cualquier forma que se nos presente. Ninguna condición inarmoniosa existe en verdad, ya fuere el pecado, la enfermedad, la muerte o la carencia. La materialidad no tiene poder para dañar al hombre espiritual verdadero. Las aparentes fuerzas destructivas de la naturaleza son sólo la falsificación de la fuerza de la Mente divina y deben destruirse a sí mismas.
Elías percibió que Dios, la Mente omnipotente, no se manifiesta en las fuerzas materiales. Después de muchos días de viaje el profeta llegó a Horeb, el Monte de Dios. En el primer libro de los Reyes (19:11) se relata lo siguiente: “Y he aquí que Jehová iba pasando; pues un viento grande e impetuoso rompía los montes, y hacía pedazos las peñas delante de Jehová; mas Jehová no estaba en el viento.” Después del viento vino el terremoto y luego el fuego. La Biblia declara que Jehová no estaba en ninguno de estos fenómenos. Estos no incluían la presencia y el poder divinos de Dios. En la quietud espiritual que siguió, Elías oyó “una voz callada y suave.”
La voz callada y suave es oída por todos aquellos que son espiritualmente receptivos al Verbo de Dios, el Amor divino omnipresente. Nuestra Guía escribe en Ciencia y Salud (pág. 559) lo siguiente: “La ‘voz callada y suave’ del pensamiento científico cruza continentes y océanos, hasta llegar a los términos más remotos del globo.”
A medida que crecemos en nuestra comprensión de la Christian Science, aprendemos a escuchar con más atención la voz del Amor divino siempre presente. Percibimos más y más el poder y la efectividad que la Verdad tiene de destruir los conceptos falsos de la mente mortal. Sentimos también la paz de la presencia de Dios que se extiende por sobre los continentes y el océano, calmando el sentido material con la Verdad y el Amor infinitos.
Cuando moramos en “el santuario tranquilo de aspiraciones sinceras” podemos afirmar silenciosamente que la única voz que revela la verdad es la voz de Dios; y que la consciencia verdadera es espiritual y es gobernada por la Vida, la Verdad y el Amor divinos. Esta clara consciencia divina refleja la Mente infinita, Dios, que es el Todo y que lo gobierna todo.