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“Caemos para levantarnos”

Del número de octubre de 1961 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Christian Science Monitor


Muchas son las personas que creyendo haber llegado a su último recurso han hallado que en realidad se trataba de una experiencia nueva que encerraba grandes promesas. Al recordar que se hallaban desesperados se dan cuenta después, que en verdad, el momento de desesperación era un momento en que estaban despertando.

La vida alcanza una nueva premisa a través de estas conclusiones. Esta premisa encierra el hecho de que Dios es supremo, pues es la Vida verdadera del hombre y el universo. La premisa antigua era la autosuficiencia mortal que resultaba enteramente insuficiente en momentos de prueba. En el momento de necesidad aquello sobre lo cual estas personas se apoyaban resultó ser inefectivo. Luego al abandonar la fe en sí mismos sintieron un poder mayor. Repentinamente percibieron a través de este reconocimiento la realidad acerca de Dios.

Esta ha sido la experiencia de hombres y mujeres y aun de niños, aunque no siempre su significado ha aparecido claramente. Para muchos esta experiencia ha sido esclarecida por las enseñanzas de la Christian Science, la religión fundada en los Estados Unidos por Mary Baker Eddy en el siglo diecinueve. Esta religión, establecida como lo está sobre el Cristo como base y de acuerdo a las enseñanzas de la Biblia, indica la naturaleza de Dios en forma sencilla, razonable y que puede probarse. Define a Dios como la Vida divina, el Principio del hombre y el universo; presenta al hombre como en verdad la semejanza de Dios y hace una distinción entre esta realidad y la suposición de que el hombre es mortal; establece reglas para enseñar a cómo practicar lo que significa esta realidad en la vida diaria.

Es cosa muy común que nos veamos enfrentados con experiencias frustradoras. Pero la Christian Science enseña que estas son oportunidades que nos capacitan para descubrir al punto mismo de la frustración la presencia y el poder de Dios, y que nos inspiran y nos guían a declarar al igual que el Salmista (Salmo 91): “Yo diré de Jehová: ¡Refugio mío y fortaleza mía! ¡mi Dios, en él confiaré!”

Aquello que nos ayuda a sobreponernos a la frustración es el reconocimiento de que Dios es infinito, de manera que esa infinitud es un elemento de la existencia del hombre, y que esto significa, no importando cuáles fueren las circunstancias, que siempre es posible redoblar nuestros esfuerzos, vivir más devotamente que antes, amar más, ensanchar nuestro concepto y ser más útiles. Esta actitud nos ayuda a percibir a la notable realidad denominada el hombre verdadero y a probar que la naturaleza verdadera desarrolla la infinitud de Dios sin medida ni estorbos de ninguna especie. La buena voluntad entusiasta de llevar adelante cualquier empresa más provechosamente, con más inspiración y con más desinterés, nos capacita para percibir la realidad del ser verdadero del hombre como hijo de Dios.

Cristo Jesús, el gran Maestro, ilustró esta actitud en su famosa parábola del hijo pródigo. Cuando éste llegó al fin de sus recursos, habiendo descendido a lo más bajo, finalmente dijo: “Me levantaré, e iré a mi padre.” Del relato que Lucas hace de esta hermosa e instructiva historia en el capítulo quince de su evangelio, claramente se percibe que Jesús estaba indicando entre otras cosas que siempre nos es posible hallar en Dios nuestra identidad verdadera. No importa cuán enfermos, cuán pobres o cuán equivocados estemos, lo único que debemos hacer es apreciar más a fondo que nunca la bondad de Dios, Su totalidad, y así hallar una nueva definición del hombre.

Todo aquel que comienza a percibir esto puede que se dé cuenta también que la habilidad de seguir a Jesús significa el estar dispuesto a contemplar cualquier situación como una oportunidad para elevarse. Es casi imposible dudar de que una senda tan significativa como lo fuera la senda de Jesús pueda ser emulada por esfuerzos espirituales intermitentes. Pero, por supuesto que esto último es mejor que el no hacer esfuerzo alguno; mas aquel que aprende por experiencia percibirá la grandiosidad de la experiencia, y además comprenderá aquello que Mrs. Eddy da a entender en Ciencia y Salud donde dice (pág. 89): “Todos somos capaces de hacer más de lo que hacemos.”

De manera que aquí tenemos un desafío y ¿cómo respondemos a él como Científicos Cristianos? Pues, percibiendo que, cualquier experiencia amenazadora por exigente o pesada que fuera, ofrece la oportunidad de descubrir la bondad infinita de Dios que se revela de alguna manera nueva. Implica también hallar que el Dios que es la Vida también es el Dios que es Amor. Mrs. Eddy escribe (ibid., pág. 574): “La misma circunstancia que tu sufrimiento considera enojosa y aflictiva, puede ser convertida por el Amor en un ángel ‘hospedado sin saberlo’.”

¡Cuánto revela acerca de Dios el término Amor! ¡Cómo abre el pensamiento a la buena voluntad que se manifiesta y se derrama continuamente, y a un incentivo para servir! Contemplando el significado y las demandas del Amor, enfrentamos el día con nueva visión, gozosos del hecho lógico que aquello que demanda el Amor divino es la Vida que nos capacita para llevar a cabo cualquier misión de manera ilimitada. Hace posible y razonable una actitud que nos recuerda las palabras del poeta Robert Browning, que dicen:

... caemos para levantarnos, frustrados
luchamos mejor,
dormimos a fin de despertar

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