En el mundo material un individuo es identificado por sus características corporales, es decir: figura, tamaño, porte o expresión, o aún por su voz. Pero ¿cómo se le identifica en la realidad espiritual? En “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Christian Science
Nombre que Mary Baker Eddy dio a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”., hace esta pregunta (pág. 477): “¿Qué son el cuerpo y el Alma?” Y en su respuesta ella incluye esta declaración: “La identidad es el reflejo del Espíritu, el reflejo en formas múltiples y variadas del Principio viviente, el Amor.”
Nuestro reflejo en un espejo perfecto presenta substancialmente el mismo aspecto que nuestro cuerpo delante del espejo, y el reflejo no puede mentir o presentar un testimonio falso. Así también y más aún, el hombre, creado por Dios, refleja a Dios en toda Su perfección, y este reflejo perfecto no puede mentir ni ser un testigo falso.
En Ciencia y Salud hallamos la pregunta: “¿Qué es Dios?” a la cual se ha respondido así (pág. 465): “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, infinitos, incorpóreos, divinos y supremos.” La Christian Science insiste que el hombre que Dios ha creado debe reflejar todo lo que implican estos términos. En verdad no podría existir un reflejo que fuera diverso del original. En vista de que Dios es incorpóreo, la identidad verdadera del hombre es incorpórea, exenta de materia, y es espiritual. Expresa la armonía, la salud, el orden, la actividad y el dominio que pertenecen al Principio, Dios.
Cristo Jesús poseía una clara comprensión de su identidad verdadera a semejanza de su Padre, pues dijo (Juan 10:30): “Yo y el Padre somos uno.” Esta declaración se halla de completo acuerdo con el hecho señalado en el primer capítulo del Génesis (verso 27) que dice: “De manera que creó Dios al hombre a su imagen, a la imagen de Dios le creó.” Jesús probó que, debido a que él se hallaba en realidad identificado con Dios, estaba dotado sin medida de ese dominio otorgado al hombre por su creador.
La comprensión espiritual de nuestra identidad verdadera se demuestra en la destrucción de todo aquello que es desemejante a esta identidad, tal como la comprensión del principio correcto que encierra un problema en las matemáticas guía a la destrucción de cualquier creencia en la veracidad de una solución incorrecta. La solución incorrecta es destruida cuando es descubierta como una falsedad y jamás se nos presenta otra vez al pensamiento como la correcta.
De igual manera, cuando nosotros como Científicos Cristianos nos vemos enfrentados por una persona que nos pide nuestra ayuda mediante la oración, y que parece estar manifestando algo menos que la perfección, insistimos que ese estado que estamos viendo no constituye su identidad verdadera. Debemos corregir la falsedad y contemplar su identidad verdadera a semejanza de su Padre, Dios.
En una época el que esto escribe halló, a través de un sincero estudio, que su consciencia se hallaba talmente iluminada, tan llena de la verdad espiritual acerca de sí mismo, como el reflejo de Dios, que pudo comprender su identidad verdadera más claramente que nunca. Al igual que Jacobo en Peniel, se aferró al mensajero alado y no le soltó hasta que éste le hubo bendecido. Y por cierto que se vio bendecido, pues no mucho después se le presentó la oportunidad de demostrar su comprensión respecto a su identidad verdadera.
Un día o dos después de esto, un pariente que se hallaba sufriendo de una condición muy penosa y que no hallaba alivio a través de su propio trabajo mental devoto le pidió que le ayudara. Al momento dio gracias a su Padre-Madre, el Amor, por haberlo preparado tan benignamente. La comprensión de su propia identidad verdadera se vio acompañada por la convicción de que la identidad de su pariente era también el reflejo de Dios.
Estaba consciente de que no existía una identidad falsa que reclamaba realidad, ningún testigo falso en contra del hombre, la semejanza de Dios. Si él mismo era el testigo de la perfección, entonces su prójimo también lo era y no podía manifestar nada menos. El resultado de la aplicación de esta comprensión fue la destrucción de la irrealidad, seguida por una rápida curación.
La comprensión de la identidad verdadera y su aplicación respecto a nuestro prójimo cumple con la ley de Dios del amor.