El deber más importante que puede tener una persona es conocer a Dios. Aprender a conocer a Dios significa adquirir una comprensión correcta de El. Los pueblos han tenido, naturalmente, a través de las eras, diversos conceptos acerca de Dios, algunos de los cuales Lo pintaban como una Deidad distante, un Espíritu personal, un Jehová vengativo. Tales conceptos no indicaban un conocimento verdadero acerca de Dios.
La gran belleza y bendición que son parte de la Christian Science residen en el hecho de que un estudio persistente y sincero de ella trae consigo inevitablemente el conocimiento de Dios, una cierta comprensión de El.
Como resultado de mis años de estudio de la Christian Science me he convencido de que Dios me ama, en razón de que la enseñanza de que Dios es el Padre-Madre, el Amor divino, y de que yo soy en realidad Su hijo, parece ser lógica y sencilla. Prontamente acepté esta enseñanza hallando en ella gran consuelo. No obstante, no estaba segura de que Le estaba adorando y sin embargo, sabía que éste era mi deber más importante. Aprender a adorar a Dios ha sido un gran desafío y al mismo tiempo una experiencia gozosa.
David exhortó así (I Crónicas 16:29): “¡Tributad a Jehová la gloria debida a su nombre; traed ofrendas, y entrad en su presencia! ¡adorad a Jehová en la hermosura de la santidad!” La adoración incluye el reconocimiento de lo que Dios es y lo que ha hecho. Si no reconocemos a Dios y Su naturaleza total e infinita, entonces no hay duda de que no Le estamos adorando en realidad.
En vista de que la adoración demandaría un reconocimiento de lo que Dios ha hecho, nuestra avaluación de la creación no se atreve a incluir el mal o sus efectos en razón de que Dios es el bien infinito. Por otra parte, si no Le concedemos a El el reconocimiento total por todo lo que en realidad ha sido creado, no Le habremos adorado. Los conceptos falsos acerca de la creación deben ser corregidos en nuestro pensamiento, de lo contrario estamos acusando falsamente a Dios.
Otra faceta de la adoración es la alabanza; y la persistente y constante alabanza a Dios es una señal de una comprensión progresiva de El. Si nos aferramos resueltamente a la enseñanza básica contenida en el primer capítulo del Génesis, a decir, que Dios lo ha creado todo y que todo es bueno, nuestra alabanza se mantiene viva y Le estamos adorando.
Aun otra faceta de la adoración es la gratitud. Si aceptamos en nuestra consciencia alguna cosa por la cual no podemos agradecer a Dios, hemos, en creencia, juzgado falsamente a Dios y Su obra perfecta, y no podemos pretender que Le estamos adorando. Agradecer a Dios por Su invariable bondad, Su ininterrumpido y afectuoso cuidado de todos nosotros debe ser un proceso continuo.
Aprender a adorar a Dios no se alcanza en un sólo salto. Es una actividad disciplinaria que implica vigilar el pensamiento todo el tiempo, rechazando aquello que niega a Dios y dando entrada a aquello que Le refleja. Aquel que vigila así sus pensamientos sirve a Dios, y servirle es una faceta de la adoración.
Podemos servir a Dios adhiriéndonos a lo que Mrs. Eddy aconseja en Ciencia y Salud (pág. 261), donde dice: “Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo imperecedero, lo bueno y lo verdadero, y traeréis éstos a vuestra experiencia en la medida que ocupen vuestros pensamientos.”
Y ésta es simplemente la clase de adoración que Cristo Jesús aconsejó, pues ¿no dijo acaso (Mateo 5:48): “‘Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto”? Expresar los pensamientos de Dios, Sus cualidades, Sus ideas en lugar de las falsedades de la mente carnal, es servir activamente a Dios y constituye una forma de adoración.
La adoración a Dios demanda un escudriñamiento profundo del corazón. Mrs. Eddy dice en su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo y Miscelánea, pág. 152): “La restauración del Cristianismo puro se apoya únicamente en la comprensión espiritual, la adoración espiritual y el poder espiritual. Preguntaos: ¿Entro yo por la puerta y adoro solamente al Espíritu y espiritualmente, o subo por otra parte? ¿Percibo a Dios como el Amor, el Principio divino de todo lo que existe en realidad, el bien infinito, el cual es único y en quien reside todo?”
Si deseamos adorar a Dios debemos reconocerle en todo lo que hacemos; debemos alabarle en todo detalle; debemos agradecerle continuamente, servirle con toda nuestra capacidad. Este reconocimiento, esta alabanza, esta gratitud, este servir, deben tener como premisa el hecho de que Dios es el Todo-en-todo, el bien infinito, omnipotente, omnipresente, omnisciente, omniactivo. Esto constituye la prueba de la adoración verdadera.