La Christian Science enseña que el conocimiento del bien divino transforma la experiencia humana. Este conocimiento nos capacita para extraernos de las creencias del temor, el pecado, la depravación, la enfermedad y la inadaptación. Nos consuela, nos sana, nos salva y nos suple con la provisión en abundancia. Es el único poder o ánimo verdadero que ofrece una vida mejor. Mrs. Eddy nos dice en su obra “Rudimentos de la Ciencia Divina” (pág. 6): “Toda belleza y bondad existen en la Mente y proceden de ella; emanan de Dios; pero cuando cambiamos la naturaleza de la hermosura y la bondad, transfiriéndola de la Mente a la materia, la belleza se ve desfigurada por un concepto falso, y para los sentidos materiales el mal reemplaza el bien.”
El poder redentor y sanador que posee el bien divino opera en la consciencia humana, donde para el sentido no instruído el mal parece ser muy verdadero y tan existente como el bien. Pero esta impresión de dualismo cambia cuando la consciencia acepta la verdad que el bien es infinito, tal como lo revela la Christian Science. Lo cierto es que no puede haber nada más allá o fuera del bien infinito, como tampoco puede existir el mal en el bien. Cuando comprendemos estos hechos, la enfermedad es destruída y la salud es demostrada, el temor es echado fuera y en su lugar hallamos la confianza y el dominio.
El bien divino que sana incluye una comprensión científica absoluta de la eterna presencia del Cristo. El Cristo, la idea individual de la Verdad, expele el error sobre la base de la nada absoluta de todo aquello desemejante al bien divino. La comprensión espiritual del bien se manifiesta solamente a través de la revelación, la cual es una actividad constante y transformadora en el pensamiento, y que nos hace seres humanos mejores en nuestro progreso hacia la demostración de la verdadera filiación con nuestro Padre-Madre, Dios.
Entre el concepto de la bondad personal y el de la bondad divina existe una gran diferencia. En el proceso de alcanzar el bien divino, naturalmente manifestamos humanamente un sentido mejor de la bondad. No obstante, un sólo concepto humano del bien no llevará a cabo el trabajo sanador y redentor necesario para la regeneración.
Por ejemplo, el amor de madre es considerado como el afecto humano del más puro calibre. Es tierno, amable, lo perdona todo e insinúa firmemente un concepto espiritual de Padre-Madre. No obstante, nadie esperaría que una madre fuera capaz de sanar a su hijo sobre la base del amor de madre solamente. Para poder hacer esto es menester tener un concepto espiritual de la bondad divina.
Aun la mujer sunamita de la era bíblica fué incapaz de sanar a su hijo después que éste se hubo quejado diciendo: “¡Mi cabeza! ¡mi cabeza!” (II de los Reyes 4:19), ni tampoco cuando la vida parecía haberse apagado en él mientras ella tiernamente lo tenía sobre su falda. A pesar de que su amor incluía la fe y la confianza, aun no había culminado hasta convertirse en comunión con el bien divino. La curación se llevó a cabo mediante el pensamiento espiritualizado de Eliseo a quien ella había llamado “un santo varón de Dios.”
La Santa Biblia relata muchos casos en que el pensamiento humano pudo elevarse del concepto humano del bien a aquel que es divino. Los Diez Mandamientos comprendidos espiritualmente son una ayuda maravillosa para mejorar la vida humana. Hablan de nuestra doble oportunidad de amar a Dios y al hombre. Son poderosos porque encierran la gran verdad de que el hombre verdadero es el reflejo de Dios, el Amor divino.
En su ministerio sanador, Jesús sintió la necesidad de elevar su pensamiento por encima de los límites humanos de la bondad a un concepto perfecto del bien divino. El dijo (Mateo 19:17): “¿Por qué me dices bueno? ninguno es bueno sino uno solo, a saber, Dios.”
Hay todavía muchos hoy que perdidos en el desierto de la bondad personal se quejan, diciendo: “¿Por qué me veo afligido por el mal y la enfermedad? Yo he sido siempre una persona buena.” Pero el contemplarnos como personas buenas no es bastante para efectuar la curación. Debemos trabajar partiendo de la base del bien incorpóreo, absoluto e infinito. Este método corrige nuestro concepto de Dios y el hombre y nos libra de la mortalidad hasta que al fin nos contemplamos como ideas de Dios, espirituales, exentas de pecado y enfermedad. Este es el método por el cual sana el bien divino mediante la Christian Science.
A través de la inspiración, el estudio, la oración y la manera correcta de vivir, el Científico Cristiano adquiere el conocimiento científico del bien que trasciende el bien del concepto del vivir humano. Esto le hace una persona buena y noble en su comunidad, generalmente bien mirada, respetada y admirada por su honradez, su convicción y su coraje. A pesar de que estas cualidades sin duda ayudan a que vivamos mejor y más felices, ya que sin ellas no es posible avanzar humanamente, estas permanecen siendo cualidades transitorias más antes que atributos espirituales básicos esenciales para la demostración de la bondad sanadora de Dios. La comprensión revelada del bien absoluto es lo que en realidad sana al enfermo y libra al pecador. Esta comprensión sanadora y demostrable es lo que cultivan los Científicos Cristianos. Nuestra Guía nos dice (Ciencia y Salud, pag. 147): “Un afecto puro se expresa en bondad, pero sólo la Ciencia revela el Principio divino de la bondad y demuestra sus reglas.”
