La serenidad señala la estatura espiritual. Es la cualidad que reviste a los hombres con la dignidad. Es una indicación del profundo respeto de sí mismo que se manifiesta a través del conocimiento de que el hombre se mueve en el Espíritu y en la Verdad como el hijo bienamado de Dios. La serenidad es la expresión de la disciplina interior que nos hace adherir a Dios, el Principio divino.
La serenidad no acepta los obstáculos que frustran, no se deja influir con persona o circunstancia, no clama por llamar la atención. Reclama el honor. En la tribulación es intrépida, inamovible. La serenidad se halla investida de la insignia de la jefatura y lleva el estandarte de la victoria. Constituye la roca de la estabilidad, la fuerza de la sabiduría, la ejemplificación del poder espiritual.
Cristo Jesús, de cuya vida y obras recibe su autoridad la Christian Science, reveló a la humanidad la Ciencia del Cristianismo, que provee la llave con la cual obtener la serenidad, la paz y la seguridad. El Maestro dijo (Mateo 7:24, 25): “Todo aquel que oye estas palabras mías, y las hace, será semejante a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. Y cayó la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa, y no cayó; porque estaba fundada sobre la roca.” Aquel que demuestra la serenidad a la manera del Cristo puede ser comparado con este hombre sabio, porque sabe que la roca sobre la cual construye es la Verdad indestructible y el Amor imperecedero.
El ministerio de Jesús se hallaba construido sobre la comprensión inamovible de que el hombre ejerce la supremacía por sobre los trastornos, las tiranías y el sentimentalismo de la mente carnal. Cuando la tormenta de la incredulidad farisaica descendió sobre su carrera y los vientos de la crucifixión soplaron por el palacio de Poncio Pilato, y la marea del odio batió contra la estructura de la labor de su vida, Jesús no tembló, ni se rebeló ni se lamentó. Su serenidad espiritual coronó el día con gloria y victoria insuperadas. Y es por eso que las enseñanzas del Cristo, su propósito divino de la vida, su misión inmortal, han sobrevivido. Constituye un ejemplo para todos los hombres.
Todo individuo puede aprender mediante la Christian Science a cómo hacer frente a los ataques del error de toda clase y demostrar la serenidad espiritual que permanece imperturbada. Para poder mantener la salud y las relaciones humanas felices, es vital que cada uno sepa cómo gobernar las emociones. Un gobierno de esta especie no se manifiesta a través del poder de la voluntad humana; se produce a medida que calmadamente se reconoce la naturaleza e identidad espirituales del hombre tal cual la revela la Christian Science.
El sentimentalismo no es una cualidad del hombre verdadero, cuya causa y creador es Dios. Reclama que se presenta involuntariamente y que crea reacciones, temores, vacilación — toda la manera de pensar material de la cual no puede uno fiarse. Quiere ser un ladrón de la alegría, la serenidad y el poder, y desgasta energías innecesariamente persiguiendo un propósito indigno.
El sentimentalismo trataría de dejarnos indefensos cuando más necesitamos nuestra defensa espiritual. El sentimentalismo es la sugestión agresiva que tiende a actuar impulsivamente, sin la claridad y la visión que se manifiestan con la comprensión de que el hombre no posee una Mente aparte de Dios. El sentimentalismo es acallado sólo cuando uno se rehusa a reaccionar a la presión de la mente carnal y afirma el dominio otorgado por Dios.
El sentimiento divino y el sentimentalismo son opuestos. El amor cristiano, la ternura, la serenidad y el gozo son sentimientos espirituales. Originan de la comprensión de que Dios es el Alma del hombre y del universo, y que en el Alma el movimiento y la armonía de la Vida son eternos. El sentimiento espiritual no solamente es legítimo, mas es también necesario. Se halla unido naturalmente con la serenidad en el hombre espiritual, a quien se le ha otorgado el dominio por sobre toda la tierra. El sentimiento divino reemplaza el sentimentalismo.
En su obra “Retrospección e Introspección,” Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Christian Science, declara (pág. 79): “Si estamos acosados por emociones extraviadas, nos aprisionarán las arenas movedizas de la conmoción mundana, y casi no alcanzaremos la sabiduría requerida para enseñar y demostrar la victoria sobre uno mismo y sobre el pecado. Sed moderados en pensamiento, palabra y obra. La mansedumbre y la templanza son joyas del Amor, engarzadas en sabiduría.”
Dentro de esta regla cristianamente científica reposa nuestra serenidad espiritual y la sabiduría que acalla el sentimentalismo y alcanza el premio de la victoria espiritual. La serenidad, no el sentimentalismo, es la senda que lleva al cumplimiento divino de la vida.
