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Yo también puedo exclamar con...

Del número de enero de 1962 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo también puedo exclamar con gran gozo al igual que el Salmista (Salmo 27:1): “¡Jehová es mi luz y mi salvación! ¡Jehová es la fortaleza de mi vida! ¿de quién me espantaré?”

Estando un día en el trabajo me vi atacado por un agudo dolor de cabeza que no cedió ante mis afirmaciones silenciosas de la verdad. Finalmente tuve que telefonear a mi esposa rogándole que me viniera a buscar a la oficina para llevarme a casa. Me acosté pero el dolor era tan agudo que tuve que hacer esfuerzos por no perder los sentidos. Un lado de la cabeza y del cuerpo se me paralizaron completamente.

Ayudados por mi hermana que es una sincera estudiante de la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. y que en esa época se hallaba visitándonos, mi esposa y yo nos esforzamos por solucionar este serio problema mediante la lectura y el estudio de esta Ciencia. Hicimos todo lo posible por percibir la nada del error y establecer la totalidad de Dios. Tocamos discos de los himnos de Mary Baker Eddy y los hallamos de gran ayuda para conservar claro nuestro pensamiento.

Durante este período de gran prueba nos vimos muy alentados por mi profesor de la Christian Science con el cual nos manteníamos en contacto por teléfono, a pesar de que él vivía en una ciudad a cientos de millas de distancia de la nuestra.

A un cierto momento de esta experiencia todo indicaba que había fallecido, pero mi profesor negó la evidencia que presentaban los sentidos mortales y declaró que Dios era mi vida y que en ese mismo instante y siempre El me estaba sustentando, pese a la evidencia física. De pronto abrí los ojos y mirando a mi esposa le dije: “¡Ahora sí que podremos gozar de una vida larga y feliz!” La parálisis comenzó a ceder de inmediato y grande fué mi gozo cuando descubrí que podía contraer las cejas, cosa que no había podido hacer hacía muchos días.

A los pocos días pude volver al trabajo, pues sólo tenía algunos de los músculos faciales afectados muy levemente. Esta condición también cedió ante la Verdad.

Estoy profundamente agradecido por esta curación y por la comprensión más clara de la Christian Science que me ha aportado. Desde entonces he aprendido a hacerle frente al error más firmemente siguiendo las enseñanzas de nuestra amada Guía, Mrs. Eddy, la cual nos dice en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (págs. 232, 233): “No hay en la Ciencia lugar ni ocasión para error de ninguna clase. Cada día que pasa exige de nosotros pruebas más convincentes y no meras profesiones del poder cristiano. Estas pruebas constan únicamente de la destrucción del pecado, la enfermedad y la muerte por el poder del Espíritu,— como Jesús las destruía. Es este un elemento de progreso, y el progreso es la ley de Dios, cuya ley exige de nosotros sólo lo que ciertamente podemos cumplir.”

Cuánta satisfacción me causa el poder escribir este testimonio que evidencia la indecible gratitud que siento por la Christian Science. —

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