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Cuando joven decidí que mi carrera...

Del número de enero de 1964 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando joven decidí que mi carrera se desarrollaría en el mundo de la música, de modo que durante años estudié el piano y el órgano. En una época fuí organista de una Iglesia Científica de Cristo. Yo no sabía absolutamente nada acerca de la Ciencia Cristiana [Christian Science] y la consideraba meramente como otra religión, pues había sido organista en iglesias de varias denominaciones y poca era la atención que prestaba a las diversas doctrinas.

No obstante, de los servicios de la Ciencia Cristiana recordaba algunos pensamientos que me llamaron la atención por su buen sentido común. Comencé a leer el libro de texto Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy, y el capítulo sobre la Oración me hizo gran impresión como también la explicación acerca de Dios, especialmente la respuesta a la pregunta: ¿Qué es Dios? que aparece en la página 465 y que dice: “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, infinitos, incorpóreos, divinos y supremos.” Estos sinónimos se convirtieron en una realidad para mí y por primera vez comencé a tener vislumbres de lo que era la substancia verdadera.

Poco después de conocer esta Ciencia tuve que hacer frente a una gran prueba que cambió el curso de mi vida. Al volver a mi casa después de haber tocado el órgano en una reunión vespertina de testimonios, un miércoles por la noche estalló en nuestra casa un incendio repentino. A mi madre se le incendió la ropa que llevaba puesta. Yo corrí para socorrerla y como no tenía nada a mano con que extinguir las llamas lo hice con las manos. Con la ayuda de un automovilista que pasaba en ese momento llevé inmediatamente a mi madre al hospital cercano.

Allí fue donde descubrí que a causa de las quemaduras tenía las manos en un estado irreconocible y el dolor era tan agudo que me hizo perder el conocimiento. Cuando desperté a medianoche, el enfermero me informó que mi madre había fallecido. La conmoción mental que experimenté fue muy seria. Ahora me hallaba frente a un tremendo desafío: mi hogar estaba deshecho y la posibilidad de que hubiera sufrido heridas permanentes en las manos, significaba una carrera malograda.

Pensar razonablemente en un momento así, hubiera parecido imposible, no obstante, cuando me calmé debido más bien al agotamiento, me sentí consciente de algunas de las verdades que había aceptado durante los cultos de la Ciencia Cristiana. La definición de Dios en especial fue para mí como un oasis en medio de la pena y la desesperación. Empero, los argumentos de la mente mortal invadieron nuevamente mi pensamiento. Pero aunque me sentía mentalmente exhausto, la voz callada de la Verdad volvió a manifestárseme. Esto continuó repitiéndose el resto de la noche.

Muy temprano, al día siguiente, pude comunicarme con un practicista de la Ciencia Cristiana que se hizo cargo de mi caso. A las seis semanas pude tocar nuevamente el órgano en la iglesia. Tenía los dedos rosados como los de un niño recién nacido y completamente normales. A los tres años, debido a mi profesión de músico y la ayuda del practicista, pude construir una hermosa casa que me servía de estudio y en la cual he podido practicar desde entonces mi profesión con gran éxito.

Estoy convencido que las pequeñas vislumbres de Dios que obtuve mediante la definición que ofrece Mrs. Eddy acerca de Dios fue lo que me salvó de la posible amputación de ambas manos y de la perturbación mental. Esta notable curación preparó el camino para que hiciera un estudio más a fondo de la Ciencia Cristiana y me guió a tomar instrucción en una clase facultativa y a muchas otras demostraciones del poder de Dios que corrige y protege. —

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