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La perfección es la base de la curación

Del número de enero de 1964 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La perfección de Dios y de Su creación espiritual es la base sobre la cual se lleva a cabo toda curación en la Ciencia Cristiana [Christian SciencePronunciado Crischan Sáiens.]. El Salmista cantó así: “¡Desde Sión, perfección de la hermosura, ha resplandecido Dios!” (Salmo 50:2).

En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana [Christian Science] nos ofrece estas convincentes verdades (pág. 470): “Dios es el creador del hombre y, puesto que permanece perfecto este Principio divino del hombre, la idea divina o el reflejo divino, es decir el hombre, permanece perfecto también.” Ella agrega más adelante en el mismo párrafo: “Si el hombre hubiese perdido la perfección, entonces hubiera perdido su Principio perfecto, la Mente divina. Si el hombre alguna vez hubiera existido sin este Principio perfecto o Mente perfecta, entonces la existencia del hombre sería un mito.”

La perfección de Dios y del hombre espiritual se halla establecida indisolublemente como el estado verdadero del ser. Dado que Dios es el bien que todo lo incluye, el atributo de la bondad es inherente a Su idea misma. El bien no puede manifestar el mal, tampoco puede la perfección causar la imperfección. Donde reina la perfección espiritual operan la ley, el orden y la armonía. Sólo en el llamado reino humano es donde pareceríamos hallar la imperfección que se manifiesta en forma de pecado, enfermedad, muerte y otras discordancias.

¿Quién es el que no ha percibido cuán fugaces e inseguras son las cosas materiales? Solamente las ideas espirituales son completas, satisfacientes y eternas. A menudo oímos que alguien habla de una clase de flor casi perfecta o de una valiosa piedra preciosa o de la ejecución impecable de una selección musical. Empero el Científico Cristiano ha aprendido que la perfección total no puede obtenerse en la materia. Sólo las creaciones puras, perfectas y espirituales de la Verdad, el Espíritu, son impecables.

El Predicador escribió en el libro de Eclesiastés (1:14): “He visto cuantas obras se hacen debajo del sol; ¡y he aquí que el todo es vanidad y correr tras el viento!” ¡Cuán indicativo es todo esto de la materialidad! Afortunadamente, esto constituye la falsedad respecto a la creación verdadera, de modo que grande es el consuelo que sentimos al poder contemplar el verdadero estado del hombre como el hijo perfecto de Dios.

Pablo exhortó así a los Filipenses (4:8): “En fin, hermanos, cuantas cosas sean conforme a la verdad, cuantas sean honrosas, cuantas sean justas, cuantas sean puras, cuantas sean amables, cuantas sean de buen nombre; y si hay otra virtud alguna, y si hay otra cosa alguna digna de alabanza, pensad en las tales cosas.” A medida que aprendemos a reemplazar en la consciencia las creencias mortales falsas de vida, substancia e inteligencia en la materia con las ideas espirituales perfectas, vemos que el gozo, la armonía y la paz del espíritu se manifiestan en nuestra experiencia humana.

Un diccionario ofrece una definición notable del término “perfección” diciendo: “el grado más alto de la excelencia.” Mas en el reino de lo verdadero, el reino de Dios, no existen grados de excelencia. Diversos grados implican imperfección. El hombre espiritual no progresa de la imperfección a la perfección, dado que ahora y siempre ha sido la idea inmutable de la Mente infalible, Dios.

Los Científicos Cristianos no pasan por alto los males corpóreos, como a veces se cree y aunque no hablen en términos absolutos, no descartan su aplicación a las necesidades humanas. Hacer esto significaría descuidar el elemento sanador de la Ciencia, dado que sólo en el reino físico es donde hay necesidad de curación. Mrs. Eddy señala cómo se lleva a cabo la curación donde dice (Ciencia y Salud, pág. 476, 477): “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que se le aparecía allí mismo donde los mortales ven al hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo.”

La imperfección e impureza del mal, o la mente mortal que se manifiestan en tiranía, intolerancia, guerra, crímenes y corrupción, es lo que la Ciencia Cristiana [Christian Science] incluye en el término que llama magnetismo animal o una atracción aparte de Dios. Pero nosotros percibimos que estos errores no forman parte de la creación perfecta de Dios, de manera que sólo tienen influencia sobre nosotros hasta el grado que le demos crédito en nuestra consciencia individual. Así es como percibimos que la contienda no es en realidad entre la carne y el Espíritu, mas es algo que ocurre en la conciencia humana, entre las creencias falsas de la tal llamada mente mortal y las verdades infalibles de la Mente divina.

La percepción espiritual del poder sanador del Cristo fue lo que capacitó a Jesús para demostrar esa integridad que le permitió sanar al enfermo, resucitar al muerto, caminar sobre el agua y alimentar a las multitudes. Jesús nunca se apartó de este estado elevado de pureza ya que de ningún otro modo hubiera podido él mantener su dominio sobre el mal. En la proporción en que gravitamos hacia la perfección espiritual seremos capaces de emular sus obras.

Un profundo estudio de las Escrituras muestra que el reino de Dios no se puede tomar por la fuerza, como tampoco puede obtenerse sin el esfuerzo individual consagrado. Por medio de una transformación de pensamiento constante y consecuente, de la base material a la realidad espiritual, podemos adquirir la pureza de perfección que en verdad es el reino de Dios dentro de nosotros. Nuestra Guía nos da este afectuoso consejo (ibid., pág. 249): “Aceptemos la Ciencia, abandonemos todas las teorías basadas en el testimonio de los sentidos, renunciemos a los modelos imperfectos e ideales ilusivos, tengamos una sola Mente, un solo Dios, y éste perfecto, produciendo Sus propios modelos de excelencia.”

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