Asociadas con la palabra “tranquilidad” surgen muchas memorias queridas que representan anhelos del corazón humano. Los jóvenes tal vez sueñen con una quieta laguna donde nadar. Los adultos quizás sientan ansias por el silencio inspirador en medio de los bosques. Y el que ha experimentado todo aquello que la actividad terrenal puede ofrecer, quizás desee caminar por las verdes praderas que ofrece una mente llena de paz y embeberse de las pacíficas aguas de la sabiduría verdadera.
La búsqueda irreprimible por hallar la Verdad tiene éxito en proporción al grado de tranquilidad, a saber, la liberación de los propósitos antagónicos, de las distracciones mundanas, del orgullo intelectual, del egoísmo, de la avaricia, de la malicia y demás, que reina en la consciencia de aquel que escudriña. El Salmista amonestó diciendo (Salmo 4:4): “Meditad en vuestro corazón ... y callad!” (versión Cipriano de Valera) y en Salmo (46:10): “¡ Callad, y sabed que yo soy Dios!”
La poesía majestuosa que contiene la Biblia se ilumina mediante el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy. La Ciencia Cristiana [Christian Science] enseña que Dios es el Espíritu infinito y que el hombre hecho a la imagen y semejanza de Dios es enteramente espiritual y refleja los atributos de su Hacedor. De manera que es perfecto y eterno, siempre se halla en paz, y jamás se ve afectado por el pecado, la enfermedad y la muerte.
La obediencia a la admonición bíblica que dice: “Meditad ... y callad” y “Callad, y sabed”, nos capacita para percibir estas verdades y aporta la fortaleza, la inspiración y la curación. La quietud mental es por cierto, la sola atmósfera en la cual puede discernirse claramente la única causa, Dios, que resulta en el efecto único, el bien, siempre presente. Es la sola atmósfera en la cual el Principio del bien puede lograr su objetivo con exactitud.
Veamos lo que Mrs. Eddy dice acerca de este tema. Ella escribe (Ciencia y Salud, pág. 15): “Tenemos que cerrar los labios y silenciar los sentidos materiales. En el santuario tranquilo de aspiraciones sinceras, tenemos que negar el pecado y afirmar que Dios es Todo.”
Cuando dejamos que Dios gobierne nuestro pensamiento por completo, los disturbios superficiales son mitigados por el Amor omnipotente. Entonces con la calma de pensamiento imperturbable, podemos rechazar firmemente las sugestiones agresivas de la mente mortal y no aceptar o creer el testimonio que ofrecen los sentidos materiales.
La fortaleza espiritual siempre se adquiere resistiendo al error. Imbuido de la comprensión que no existe un poder aparte de Dios, el que busca la Verdad se verá elevado por una ola de inspiración, al alto nivel de la armonía donde la calma reina suprema. Entonces la curación se llevará a cabo, aunque la evidencia sea o no tangible de inmediato.
Hace algunos años y estando sola en la casa sin perspectivas de que alguien viniera por varias horas, sufrí una grave hemorragia. Después de llamar al practicista pidiéndole ayuda y de avisar a mi esposo, volví inmediatamente mi pensamiento a la enseñanza científica que declara que la sangre no da la vida y es impotente para quitarla, en razón de que la Vida es Dios. Esta Verdad disipó el temor que me había invadido en el primer momento, y casi al instante la serenidad inundó mi pensamiento.
Mrs. Eddy escribe (ibid., pág. 209): “La Mente, suprema sobre todas sus formaciones y gobernándolas a todas, es el sol central de sus propios sistemas de ideas, la vida y luz de toda su propia vasta creación; y el hombre es tributario a la Mente divina.” Me aferré al hecho de que yo era en realidad una idea espiritual creada por la Mente divina y existente en ella, y que mi lugar en esta Mente se hallaba establecido, seguro y protegido de toda incursión del mal de cualquier índole.
Este elevado concepto de la cercanía de Dios despertó en mí una gratitud sin límite. Me regocijé por el don inapreciable de la Ciencia Cristiana [Christian Science] que era mío y que podía usar en cualquier momento y lugar. En esta apacible atmósfera hallé reposo. En un lapso de tiempo relativamente corto, el disturbio físico cesó del todo y me sentí libre y bien.
El corazón que escucha y se mantiene tranquilo y sereno es el que recibe la revelación divina. Por más turbulentas o formidables que fueren las circunstancias materiales, la guía que ofrece la voz de Dios siempre podrá oirse cuando nos mantenemos en una consciente actitud de serenidad espiritual y en la expectativa concomitante del bien. Esto fue lo que le sucedió a Moisés en el desierto de Sinaí y a Elías en el Monte de Horeb. Cristo Jesús y su consagrada seguidora, la reveladora para esta era, Mrs. Eddy, experimentaron lo mismo.
Mrs. Eddy preparó su pensamiento durante muchos años estudiando diligentemente la Biblia y escuchando humildemente la voz de la Verdad. Luego la Verdad se le reveló en la hora de prueba y su vida humana fue preservada. Al hablar de su investigación subsiguiente en busca de las leyes positivas sobre las cuales basar la revelación, ella escribe (ibid., pág. 109): “Tal búsqueda fué dulce, tranquila y animada por la esperanza, no egoísta ni deprimente.” Y luego agrega: “La revelación de la Verdad se desarrolló poco a poco en mi entendimiento y evidentemente por medio del poder divino.”
Tanto a los Científicos Cristianos como también a toda la humanidad, se les ha hecho un llamado instándoles a que establezcan en la consciencia la tranquilidad que aporta la comunión con Dios, y que siempre resulta en la actividad correcta. Si somos obedientes llegará el día en que: “estará la tierra llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9).