Una de las cosas que aprendemos en la Ciencia Cristiana [Christian Science] es que Dios está en todas partes. Dado que Dios está en todas partes, y que El es Mente, no hay nada que pueda perderse. Si la sugestión se presentara de que algo se ha perdido, debemos recordar que Dios llena todo el espacio y entonces podemos probar que aquello que parece estar perdido no lo está, en razón de que existe sólo una Mente. Al igual que el pastor de la parábola de Jesús, podemos regocijarnos y decir (Lucas 15:6): “Regocijaos conmigo, porque he hallado la oveja mía, que se había perdido.”
Yo probé esto mismo por una experiencia que tuve. Hace cuatro años, cuando me hallaba en el quinto grado tenía una cotorrita a quien quería muchísimo. Un domingo por la mañana Tina se hallaba posada sobre el espejo del cuarto de baño, y en la habitación contigua había quedado abierta una ventana que se nos había olvidado cerrar. Las puertas estaban cerradas para que Tina pudiera quedarse en el cuarto de baño o en mi pieza donde tenía su jaula.
Dado que estábamos listos, partimos en camino a la iglesia de la Ciencia Cristiana y en tanto que mi hermano y yo asistíamos a la Escuela Dominical, mis padres iban al culto. Cuando volvimos a casa, descubrí que Tina había desaparecido.
Me cambié de ropa rápidamente y salí corriendo a buscarla. Al principio lo único que se me ocurría pensar era: “¡Oh, nunca podré encontrarla entre todos estos árboles!” Vivíamos cerca de una loma que tenía una enorme cantidad de árboles y arbustos. Junto a nuestro terreno había más árboles y más arbustos.
Después de haberla buscado sin encontrarla, volví a la casa y me fuí a mi habitación. Allí me senté y me puse a meditar. Me dí cuenta que había permitido que el error gobernara mis pensamientos. Tina no estaba perdida, dado que Dios está en todas partes y llena todo el espacio, y está aún en los árboles y los arbustos. Recordé también que Dios cuida de todas Sus criaturas.
Pensando claramente en esto me puse a caminar por la calle en que estaba nuestra casa, la cual después de una curva conducía hacia una loma. En el camino encontré a un hombre a quien le pregunté si había visto volar a una cotorrita de color celeste, a lo que me respondió que no la había visto.
El error trató nuevamente de insinuarse, mas yo sabía que en razón de que Dios llena todo el espacio y que Tina estaba en ese espacio, El me enseñaría cómo hallarla. A medida que caminaba hacia la loma iba repitiendo el himno que escribió Mrs. Eddy, nuestra amada Guía, y que dice (Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 304):
La colina, di Pastor,
cómo he de escalar;
cómo a Tu rebaño yo
puedo apacentar.
Cuando me dí vuelta, allí estaba la pequeña cotorrita celeste, sana y salva, posada sobre una rama de hiedra. La tomé y me la llevé a casa. El hombre a quien había preguntado acerca de Tina me vió y me dijo: “¡ Es realmente asombroso que la haya encontrado en este bosque!”
Yo le sonreí, pero me dije para mis adentros: “No lo es si tenemos la Ciencia Cristiana [Christian Science].”
Y sucederá que antes que clamaren, yo responderé, y estando ellos aún hablando, yo oiré. — Isaías 65:24.