Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana [Christian SciencePronunciado Crischan Sáiens.], probó para sí misma y señaló claramente a los hombres que nuestra herencia divina es estar conscientes de la presencia y el poder de Dios, de esa sensación de unidad con El, y de la habilidad de reflejar y manifestar todos Sus atributos.
Al mostrar el contraste que existe entre el estar conscientes espiritualmente de la presencia eterna de Dios y las sugestiones materiales, la Ciencia del Cristo afirma que la materia con todas sus tales llamadas condiciones, es sólo la expresión de la creencia material falsa, de manera que las únicas condiciones que deben ser gobernadas son las condiciones del pensamiento.
Una estudiante de esta Ciencia se hallaba en cierta ocasión caminando por una calle de una gran ciudad cuando repentinamente experimentó un dolor en un pie tan agudo que le impidió seguir caminando. Sintió como si un gran peso le hubiera aplastado el pie. Si éste hubiera sido el caso, habría dicho que el dolor se debía a eso, pero en realidad nada le había caído encima. Aún su apariencia era perfectamente normal. La habilidad de razonar metafísicamente que había adquirido mediante una cierta experiencia en el estudio, y confiando en las verdades enseñadas por la Ciencia Cristiana [Christian Science], la capacitaron para llegar a la conclusión que el dolor al pie era una sugestión que se le presentaba a la consciencia, es decir, un engaño de la mente mortal que atentaba confundir su habilidad de razonar.
No hay nada que se origine de la materia ya que ésta es irreal, pues no posee mente. La sugestión del dolor parecía querer afirmarse como verídica señalando el pie más bien que la mente mortal como el lugar de origen del problema. Ella se daba cuenta de que la dificultad, jamás provenía de la materia. Aparentaba serlo pero aún esa apariencia era una creencia falsa contemplada por la consciencia.
Este pasaje de Mrs. Eddy de la obra Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 173) le vino al pensamiento: “Si la Mente, Dios, es todo poder y toda presencia, el hombre no puede enfrentarse con ningún otro poder y presencia que pueda obstruir su inteligencia, y en consecuencia causarle dolor, esclavizarlo o engañarlo. La perfección del hombre permanece intacta, ¿de dónde pues, surge algo fuera de El que no es la imagen sino la falsificación del creador del hombre?”
Cuando estos pensamientos se le revelaron a la Científica Cristiana, de pronto se dió cuenta de que estaba entrando en un edificio de oficinas y que no se había percatado cuando había comenzado a caminar nuevamente. El argumento de dolor había sido eliminado científicamente de la consciencia, único lugar en que el dolor pudo haber existido en algún momento. La consciencia espiritual de la Verdad mostrando la naturaleza mentirosa de la sugestión material, había eliminado el dolor del cuerpo. Aunque al Científico Cristiano devoto se le exige que diariamente y varias veces al día sirva de testigo a la revelación divina, no desmaya ante las creencias falsas, mas por el contrario se siente alentado y ayudado por cada prueba que se le presenta de la eficacia del poder de la Verdad de destruirlas.
Similarmente, las relaciones humanas quizás presenten muchos problemas. Los padres quizás parezcan agobiados por cargas pesadas de temor y falsa responsabilidad en lo que respecta a sus hijos, y éstos a su vez no se sientan queridos. Otros individuos puede que crean que ya no se les necesita en el círculo familiar, y los malentendidos y la crítica parecerían separar a los que trabajan en el mundo de los negocios o las actividades de la iglesia.
Del mismo modo que la manera de pensar espiritual de parte de la Científica Cristiana reveló que el dolor no provenía del cuerpo, así también la misma clase de pensamiento correcto muestra que la discordancia no mora en la persona. Son las sugestiones a las que debe hacérseles frente y no a las personas. La Verdad eterna que se necesita para corregir todo argumento de error, está siempre presentando la verdad espiritual específica necesaria para anularlo.
Jesús dijo: “Un nuevo mandamiento os doy, que os améis los unos a los otros; así como yo os he amado, para que vosotros también os améis los unos a los otros” (Juan 13:34). Cuando establecemos nuestro concepto acerca de nuestro hijo, nuestros padres, nuestra vida, nuestros negocios, o las actividades de nuestra iglesia sobre la base espiritual de la unión del hombre con el Principio divino, los conceptos errados desaparecen. De la misma manera dejan de existir los recuerdos equivocados, las ofensas imaginarias, los rasgos de carácter falsos, los argumentos del orgullo falso o la responsabilidad falsa, o los rastros de malentendidos que intentarían dañar la inherente armonía del ser. El estar consciente de nuestra verdadera individualidad y de la de nuestro prójimo es algo que se relaciona entre Dios y uno mismo. Se evidencia en tranquilidad, confianza en el bien, compasión y serenidad.
Así como en el cuerpo no puede encontrarse el dolor, ni en la persona puede hallarse la discordancia, también en los trastornos nacionales y mundiales es posible reconocer que estos disturbios no tienen lugar en la liza política, ni en una nación, ni en el mundo, ni aquí ni en otra parte. Todos podemos hacer algo respecto a estas sugestiones. Cualquiera que fuere la naturaleza del desorden, sólo puede alcanzarnos a través de nuestros sentidos mortales los cuales aceptan al error como verdadero. ¿Recordamos acaso constantemente que nuestras decisiones gobernarán nuestros asuntos?
Los Científicos Cristianos no se atreven a aceptar como algo irremediable la creencia falsa de que la confusión, el desorden, el dinero, las perspectivas alarmantes y las apariencias de la agresividad material que causan temor, sean poder. La Verdad prohibe la aceptación de estas sugestiones falsas basándose sobre el Primer Mandamiento: “No tendrás otros dioses delante de mí” (Exodo 20:3).
Es este poder mismo del Primer Mandamiento, tal como espiritualmente lo ha revelado Mrs. Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”, lo que ha traído a la superficie las sugestiones del mal y la discordancia para ser descubiertas y destruídas. En la página 340 del libro de texto ella escribe: “El Principio divino del Primer Mandamiento es la base para la Ciencia del ser, por la cual el hombre demuestra salud, santidad y vida eterna. Un Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad de los hombres; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila la idolatría pagana y la cristiana, — todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruído.”
Cuando reconocemos la totalidad del Espíritu y la nada de la materia, asumimos la obligación de evidenciar en nuestra vida los frutos del Espíritu, la autoridad sobre el dolor, la armonía en nuestras relaciones con los demás y una convicción que el universo, incluso el hombre, es gobernado por el Principio divino, Dios, en perfecta armonía. Cuando el pensamiento de la persona es gobernado por Dios, no tiene temor y es activo, constantemente elige el bien y rechaza el error tal como lo hizo Jesús.
Por medio de la oración, que es la forma más elevada de la manera de pensar correcta, puede hallarse la solución permanente y probada para todos los problemas de la raza humana. Hoy en día los Científicos Cristianos deben sentir cuán urgente es la demanda que exige que se haga un uso más efectivo de la oración. Nuestra Guía nos dice (ibid, pág. 1): “La oración, la vigilancia y el trabajo, combinados con la inmolación propia, son los medios misericordiosos de Dios para lograr todo lo que se ha hecho con buen éxito para la cristianización y la salud del género humano.”