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[Original en alemán]

En una época en que me hallaba...

Del número de enero de 1965 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En una época en que me hallaba sufriendo de grandes dolores y depresión mental, unos amigos me llamaron la atención sobre la Ciencia Cristiana [Christian Science]. Una afección al estómago, mal funcionamiento de varias glándulas, y disturbios del sistema circulatorio eran algunas de las condiciones diagnosticadas por la ciencia médica. También una afección a la espina dorsal que el médico había pronunciado incurable, me causaba gran dolor aún al levantar el objeto más liviano. De acuerdo con la opinión general, no me hallaba lejos de la muerte.

Los amigos que he mencionado me hicieron comprender claramente que la Ciencia Cristiana [Christian Science] es una religión práctica mediante la cual podemos adquirir una comprensión del ser verdadero. En ese entonces yo hasta ignoraba la existencia del movimiento de la Ciencia Cristiana [Christian Science].

Mientras iba en camino a un sanatorio me detuve en una gran ciudad con el objeto de visitar a un practicista, pues deseaba saber más acerca de la Ciencia Cristiana [Christian Science]. La visita al sanatorio había sido planeada como un último recurso y con el propósito de hallar alivio para mis múltiples dificultades. Las explicaciones del practicista inundaron mi consciencia con la Verdad de tal manera, que tuve la misma sensación como si se hubiera volcado un torrente de agua en la tierra que había permanecido reseca durante años.

Tan inspirado me sentí por las verdades que acepté acerca de Dios y el hombre, que el viaje por tren al cual tanto temía, debido a la afección a la espina dorsal, pasó desapercibido, y cual no sería mi sorpresa cuando de pronto llegué a mi destino, pareciéndome como si hubiera pasado meramente de una pieza a otra. A mi llegada me alojé en una casa particular. La estadía en el hospital que había planeado fue innecesaria.

Allí y en ese instante fuí sanado de la afección al estomágo. Mediante el trabajo consagrado del practicista y mi propio estudio, se operó en mi un gran cambio de carácter, y en el grado en que me iba deshaciendo de la voluntad propia, la dificultad a la espina dorsal se fue disipando rápidamente. Percibí, y pude probar que el hombre se apoya en Dios y que el Principio divino, el Amor, es lo que nos guía en nuestra senda.

Aunque no se hizo trabajo específico ni por mi esposa que a menudo estaba enferma, ni por mi hijo que en aquel entonces contaba seis años de edad, a quien se le consideraba débil pues pasaba enfermo por lo menos seis meses del año escolar, ambos han gozado de muy buena salud desde que yo me familiaricé con la Ciencia Cristiana [Christian Science]. Tanto mi esposa como yo nos veíamos obligados a usar lentes para trabajar y mi hijo debía usarlos todo el tiempo. Mediante la expansión que hemos experimentado de nuestra visión espiritual, los tres hemos podido abandonar el uso de anteojos. Un año más tarde hicimos una gira en bicicleta de más o menos novecientos sesenta kilómetros, aunque el médico me había prohibido anteriormente que hiciera algo así, y lo cierto es que me habría sido imposible llevarlo a cabo.

Me siento muy agradecido hacia nuestro Maestro, Cristo Jesús, y hacia nuestra Guía, Mary Baker Eddy por su revelación de esta Ciencia.

Viviendo una vida que asimile más y más las enseñanzas de la Ciencia Cristiana [Christian Science], espero demostrar mi agradecimiento a Dios. —

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