El discípulo cristiano pasa por pruebas y abnegaciones. Este hecho ha sido evidente a través de los siglos. Una sociedad moderna deseosa de divertirse considera que la abnegación significa la pérdida de la alegría y puede que se esfuerce por evitar la abnegación. Mas el despojarse del hombre viejo y revestirse del hombre nuevo, como Pablo lo presenta, (véase Colosenses 3:9, 10) es una demanda del Cristo, la Verdad, que no puede postergarse. ¿Nos vemos entonces, realmente, ante un futuro triste? Depende de lo que la alegría signifique para nosotros.
Si la alegría es un estado de excitación emocional, una exhibición de júbilo, su base es entonces caprichosa y efímera. El abandonar este concepto tan personal de alegría puede servir de escalón útil para llegar a la meta cristiana, es decir, a las alegrías profundas del Espíritu que el Amor divino eternamente está expresando por medio del hombre. El Científico Cristiano encuentra que el desarrollo de estas alegrías más profundas, continúa sin interrupción en su vida en la medida en que comprende la relación indestructible del hombre con Dios, el creador de todo y el creador del bien únicamente.
¿Qué es, en realidad, la alegría? Es un estado de pensamiento, que a pesar del sentido personal, conoce el poder, la presencia y la acción del bien. La comprensión de la perfección de Dios y del hombre, como se enseña en la Ciencia Cristiana
Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens., y la disposición a obedecer la ley de Dios, nos capacitan para demostrar que en realidad el bien sostiene nuestra salud, nuestra manera de pensar, nuestras aptitudes, nuestra vida, nuestras relaciones con los demás y con el mundo que nos rodea. Esta demostración es fuente de alegría profunda. La consciencia del bien, la cual guía a confiar en Dios, el bien, está siempre disponible. En realidad es el don de Dios y cambia el curso de los acontecimientos humanos.
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