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[Original en francés]

El hombre “ya está salvado”

Del número de octubre de 1969 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al hablar sobre cómo reformar a un hombre, Mrs. Eddy escribe: “La razón es la facultad humana más activa. Dejad que ella informe a los sentimientos y despierte la consciencia de la obligación moral, dormida en el hombre, y éste aprenderá gradualmente la nada de los placeres del sentido humano y la grandeza y felicidad del sentido espiritual, que acalla lo material o corporal. Entonces el hombre no sólo será salvado, sino que está salvado” (Ciencia y Salud, páginas 327, 328).

La razón es en cierto grado un escalón hacia nuestra comunión con Dios, el Principio, el Amor. De la coincidencia entre la razón humana y la revelación divina viene la demostración del ser inmaculado. Esta demostración se evidencia en la experiencia diaria por medio de una mayor medida de salud, de armonía y de dominio.

Según la teología escolástica, el hombre es una mezcla de materia y Espíritu, en parte bueno y en parte malo. Se cree que es manipulado en el escenario de la experiencia humana por una deidad de mentalidad caprichosa, como si fuera una especie de títere con poco poder sobre su destino. Se lo considera a merced de la piedad de un dios más estrechamente vinculado a las deidades paganas primitivas que a una inteligencia enteramente buena, conocida con el nombre de Mente divina.

Para entender la verdad del hombre, tornémonos a la Biblia, la que nos da la información que necesitamos, sin ambigüedades. En ella leemos: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria? ... Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies” (Salmos 8:4, 6).

Cristo Jesús no encerró en el misterio el lazo de unión que lo vinculaba con su Padre, Dios. Él dijo: “Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (Juan 14:10, 11). El Cristo es el espíritu de Verdad y Amor del cual Jesús estaba supremamente imbuido y por medio del cual, él podía alcanzar la pureza original del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, el Espíritu. El hombre ya está salvado debido a que está exento de pecado, enfermedad y muerte.

La Ciencia Cristiana confirma en nuestra era la eternidad del Cristo, la Verdad, el ideal divino. Cuando se le recibe en la consciencia humana y se le permite que actúe libremente, el Cristo transforma y regenera nuestra vida, desarrollando continuamente el plan divino en virtud del cual el hombre “no sólo será salvado, sino que está salvado”.

De acuerdo con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, el hombre no es un agregado de substancias materiales, destinado a retornar al polvo después de una madurez más o menos breve. Dios es la única substancia del hombre, y el hombre es la idea inmutable de la sabiduría, la inteligencia y la perfección divinas. “El hombre, como idea de Dios, ya está salvado, con salvación eterna” declara Mrs. Eddy en Miscellaneous Writings, (Escritos Misceláneos, página 261).

La única Ciencia verdadera que existe, es la Ciencia del Cristo, la cual tiene su origen en Dios, el Alma. Entonces, ¿ puede concebirse que un ser humano pueda ser salvado — ser arrancado del abrazo de la tal llamada vida en la materia y de los males que resultan de tal creencia — por medio de adelantos tecnológicos? Independientemente de cuán meritorios y dignos de atención puedan ser tales adelantos, ellos no pueden ayudar a los seres humanos a progresar ni un solo paso hacia el entendimiento de que Dios es la única Vida del hombre y que este hombre real refleja eternamente la perfección divina — una perfección a la cual se hace referencia en el siguiente versículo de la Biblia: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Salmos 17:15).

Mas, regocijémonos de que cada paso de progreso, cada situación de limitación vencida dentro del universo visible, puede ayudarnos a vislumbrar las posibilidades del universo invisible del Amor. Este universo verdadero está a nuestro alcance y se manifiesta en el plano humano, en los asuntos diarios, cuando nuestras relaciones humanas se caracterizan por una capacidad más amplia de expresar amabilidad.

El Apóstol Juan escribió: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (I Juan 3:2). Como “hijos de Dios”, realmente nos encontramos en posesión del dominio que Dios confiere a Su reflejo, el hombre, y estamos libres de la maldición de la creencia de vida en la materia.

El entender esta verdad, sin embargo, debe ir acompañado de nuestros pasos humanos necesarios en forma de esfuerzo persistente por ser buenos y por hacer lo bueno, en obediencia a la ley moral y la evangelización diaria de nuestra vida al ceder conscientemente a la actividad del Cristo en nuestra consciencia humana. Esta evangelizaron conduce a la destrucción de los pensamientos erróneos, los cuales son reemplazados por la divina manifestación de salud, perfección y armonía, en la cual el hombre aparece como Dios lo creó, ¡ya salvado!

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