—¡ Ay mamá! Los dos niños que peor se comportan en mi clase se sientan a mi lado. Por favor, vé a la escuela y pídele al profesor Martínez que me cambie de asiento.
Catita estaba muy triste. Le gustaba mucho la escuela y cada día esperaba el momento de ir. Pero estos dos niños hablaban mucho, se copiaban de ella, le tiraban del pelo, y la distraían tanto, que apenas podía estudiar.
— Catita, me parece que esto es algo que tú misma deberías solucionar — le respondió su mamá.
— Pero, ¿qué puedo hacer?— contestó Catita.
— Amorcito, debes usar las declaraciones de verdad que has aprendido en la Ciencia Cristiana y reconocer que todos somos hijos de Dios.
Catita y su mamá hablaron sobre el hecho de que sólo su pensamiento determinaba su experiencia — que el hombre es la idea de Dios. ¿ Podría, entonces, la idea de Dios ser ofensiva o molestar a otra idea? Catita se dio cuenta de que tenía que corregir su propio pensamiento, dejar de criticar y de encontrar faltas en otros; pero pensaba que no le iba a ser fácil.
A la mañana siguiente aún se sentía desalentada, y antes de salir para la escuela, ella y su mamá leyeron juntas una sección de la Lección-Sermón. Su mamá también le leyó la siguiente declaración de Mrs. Eddy: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo” (Ciencia y Salud, pág. 463) y le explicó que todos en la clase estaban siempre en el lugar que les correspondía.
Al salir de la escuela Catita estaba deseosa de llegar a su casa.
—¡Dio resultado! — exclamó al llegar. — Todo está bien ahora. A Tomasito lo pusieron en la parte de atrás del aula, y Nicolás parece un niño nuevo. ¡ Él es muy agradable! Y ... hasta Tomasito se portó mejor después que el profesor hizo el cambio.
Catita explicó que ella pensó todo el tiempo que la Verdad eliminaría todo lo malo.
— No elimina a una persona, mamá, sólo un defecto o un mal comportamiento. De pronto, el maestro le pidió a Tomasito que cambiara de asiento con otro niño que se sentaba en la última fila, y todo mejoró.
La mamá le explicó a Catita que siempre trabajamos para ver el bien. No pasamos por alto lo que no está correcto sino que lo descubrimos y reprobamos — lo echamos de nuestro pensamiento. Lo vemos como algo que no pertenece a nadie, como una mentira acerca del hombre. Así hacía Cristo Jesús con el mal. La mamá también le señaló la importancia de no trazar la solución sino aferrarse a la Verdad y dejar que el Padre abra el camino.
Catita se dio cuenta de que lo que Dios soluciona siempre bendice a todos. En este caso, no sólo ella y los dos muchachos se habían beneficiado sino también toda la clase. La Biblia dice: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). Cuando hacemos nuestro trabajo, la Verdad trabaja para nosotros.
Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos,
dad a Jehova la gloria y el poder.
Dad a Jehová la gloria debida a su nombre;
adorad a Jehová en la hermosura de la santidad...
Jehová dará poder a su pueblo;
Jehová bendecirá a su pueblo con paz.
Salmo 29: 1, 2, 11
