Mrs. Eddy aconseja al que desea practicar Ciencia Cristiana que la practique con energía. Nos dice: “Insistid con vehemencia en la gran verdad, que es la realidad básica, de que Dios, el Espíritu, es todo, y que fuera de El no hay otro” (Ciencia y Salud, pág. 421).
Una parte esencial de esta práctica consiste en reprender el mal, el cual, en la Ciencia Cristiana, se considera siempre como error. Para reprender el error eficazmente tenemos que impersonalizarlo siempre; sin embargo, como el error parece manifestarse como personas y a través de ellas, generalmente le es difícil al que empieza el estudio de Ciencia Cristiana comprender esta condenación impersonal. Este método de reprensión, correctamente aplicado, tiene un solo propósito — el de echar fuera el error en sus diversas fases de manera que la curación pueda obtenerse por medio de una comprensión más clara de la verdad. La curación en la Ciencia Cristiana se basa sobre la verdad absoluta de que a la vista de Dios no existe ni pecado ni pecador.
Cristo Jesús caracterizó al diablo, o el mal, como “mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44). Así que cualquier suposición de carencia — sea de salud, provisión, compañerismo, empleo o propósito justo — no es sino una mentira respecto a la verdad del perfecto cuidado de Dios y Su constante provisión. Una creencia falsa podría argumentar el deterioro de las facultades, como por ejemplo, de la vista o del oído, pero esto es en realidad una mentira respecto a la gran verdad de la perfecta y armoniosa actividad de Dios, el Alma infinita.
El pecado es una pretensión falsa. Para destruir el pecado y dejar que la verdad se manifieste, tenemos que ver el pecado como una mentira impersonal. La certeza de la curación reside en la claridad con que se reprenda, niegue y corrija la falsedad. Mrs. Eddy dice: “Para curar cualquier enfermedad, se requiere la verdad contraria respecto a ella. La declaración de la verdad está encaminada a reprender y destruir el error” ( Ciencia y Salud, pág. 233).
Recuerdo mi propia experiencia cuando fui curado del hábito de fumar. El practicista a quien recurrí, reprendió en voz alta y severamente la pereza de pensamiento que quisiera mantenerlo a uno cómodo en la materia y predeterminar cómo ha de efectuarse una curación por la Ciencia Cristiana. Me sentí muy resentido por esta reprensión. Mi pensamiento estaba tan desconcertado que no fumé durante el resto del día.
A la tarde siguiente, el deseo de fumar, que había tenido desde muy joven, sencillamente desapareció. Sentí la más maravillosa sensación de libertad, hasta una sensación de asombro por la liberación de este error. Por supuesto que el practicista reprendió el error, no a la persona. ¡ Cuán agradecido me sentí por su vigilancia y percepción en este caso!
No hace mucho tuve otro ejemplo de reprensión científica cuando, al cerrar la puerta de mi automóvil, me agarré los dedos de una mano. El dolor fue terrible, pero no me impidió abrir la puerta con la otra mano. Me di cuenta de que estaba gritando las palabras con que Jesús reprendió los vientos y las olas. “Calla, enmudece” (Marcos 4: 39) .
Este grito fue con la intención de reprender el pensamiento de que el hijo de Dios está sujeto al mal o a un accidente. Negué el impulso de verme la mano. En cambio percibí la verdad de que el hombre verdadero, incorporando únicamente la substancia del Espíritu, no sufre de fractura, dislocación o accidente. Percibí esto tan claramente que el dolor desapareció instantáneamente. Después de unos minutos de oración en silencio y expresión de gratitud, proseguí con mis tareas sin sentir dolor. Como dice el Salmista: “Clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones” (Salmo 107: 19).
El estudiante de Ciencia Cristiana está aprendiendo por medio del estudio diario de la Santa Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, que Dios no hace acepción de personas. Este aprendizaje lo capacita para hablar con autoridad, no solamente a la tentación, al pecado y a los problemas de personalidad, raza, color o políticos, sino también a lastimaduras físicas y a toda clase de enfermedades. La siguiente declaración de Jesús, expresada a sus discípulos en cierta ocasión: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63), debiera aclarar en cierta medida la pregunta sobre cómo se efectúa la curación mediante el estudio de estos libros. Tal como lo manifiesta la autora de Ciencia y Salud (pág. 475): “El hombre es espiritual y perfecto; y por ser espiritual y perfecto, tiene que ser entendido como tal en la Ciencia Cristiana [Christian Science]”.
Esta Ciencia del Cristo manifiesta claramente que no hay lugar, tiempo, substancia, ni ley, bajo la cual el mal o el error puedan operar. Reitera además, que de acuerdo a nuestra sinceridad y devoto deseo, manifestamos o incorporamos esta comprensión espiritual y progresivamente seremos capaces de atestiguar estos hechos. Vemos así que nuestras necesidades diarias, como también nuestras emergencias, están protegidas. En cada caso la reprensión que sana no es sino el detener y el rechazar la mentira concerniente al hombre, la imagen y semejanza de Dios.
Jehová es mi fortaleza y mi escudo;
en él confió mi corazón, y fui ayudado,
por lo que se gozó mi corazón,
y con mi cántico le alabaré.
Salmo 28: 7
