Conocí la Ciencia Cristiana en julio de 1941. Desde entonces mi vida ha cambiado completamente.
Había ido desde Rosario, Argentina, a Montevideo, Uruguay, en busca de paz. Estaba enferma de los nervios, tenía anemia y sufría continuas jaquecas, y no podía caminar ni siquiera media cuadra debido a un agudo dolor que sentía en el abdomen.
Al llegar a Montevideo, sola y sin amistades, pasaba muchas horas en una iglesia esperando encontrar paz y alivio de mis sufrimientos. Pero al cabo de tres meses, como la situación no había cambiado, decidí regresar a casa.
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