Según la opinión humana, algunos niños nacen fuertes, con una excelente promesa de desarrollo intelectual; otros, en cambio, con debilidades de diferentes tipos. ¿ Representan tales opiniones un punto de vista definitivo acerca del futuro de un niño que muestra alguna debilidad congénita? ¿O existe un medio de liberarlo de la condenación de una deplorable perspectiva, destruyendo la anormalidad mental o las señas físicas que la mente humana pueda imprimirle? La Ciencia Cristiana da una respuesta afirmativa que puede demostrarse plenamente en la práctica.
Cualquier defecto o impedimento aparente que la inveterada creencia humana pretenda imponerle a un niño, aun antes de que nazca, es el resultado de la insistencia del sentido material del ser que declara que sus opiniones acerca del hombre y de su vida son exactas. Este sentido insiste en que el niño es un mortal material, concebido por padres materiales, que nacerá de la materia, y que, aun antes de su nacimiento, está sujeto a leyes materiales insensibles que, o bien le aseguran salud mental y física, o se la niegan por toda la vida.
Todo lo que este sentido equivocado conoce es materia y, en consecuencia, es incapaz de concebir la realidad como totalmente espiritual. Por lo tanto, funda sus nociones acerca del origen, la fuente de la capacidad, y la salud del hombre sobre la base ilusoria de materia viviente y de ley material. Conceptúa al hombre como un mortal sin esperanzas cuya salud, mentalidad y felicidad de toda su vida están predeterminadas por procesos biológicos que funcionan automáticamente.
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