Durante un vuelo sobre el Océano Pacífico pude comprobar el poder sanador de la Ciencia Cristiana.
Mi familia y yo habíamos pasado nuestras vacaciones fuera de los Estados Unidos. La ciudad que estábamos visitando tenía una hermosa iglesia de la Ciencia Cristiana. Unos amigos nos invitaron a los cultos religiosos de esa iglesia, donde desperté a la belleza y santidad de una religión pura y que satisface. La verdad contenida en lo que se leyó de la Biblia y de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, condujo mi pensamiento hacia conceptos más elevados acerca de mí y de los que me rodeaban. Las reuniones de testimonios de los miércoles me brindaron convicciones completas de las ideas presentadas. Muchas personas de la congregación dieron testimonios, compartiendo experiencias gozosas y claras, y curaciones efectuadas por la Ciencia Cristiana. La humilde gratitud a Dios y la sinceridad expresada, muchas veces en un inglés chapurrado, me conmovieron y resolví estudiar la Ciencia Cristiana. En una Sala de Lectura local obtuve el libro de texto, Ciencia y Salud, junto con la Versión King James de la Biblia. Leí y estudié por casi dos semanas antes de regresar a casa.
Cuando partimos v después de haber volado por espacio de una hora, de las ocho horas que nos llevaría el trayecto, comencé a sentirme mareado. Anteriormente, muchas veces me había sentido mal al viajar por aire y por mar, pero esta vez recordé lo que había estado leyendo y aprendiendo de la Ciencia Cristiana y traté de comprender mejor la definición de “Cristo” que da Mrs. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 583): “La divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado”. Quedé impresionado con lo que significó para mí la presencia del Cristo, y olvidé completamente el mareo, el que desapareció para siempre.
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