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[Original en español]

“Heme aquí”

Del número de abril de 1971 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estas palabras “heme aquí”, que constituían la respuesta de algunos personajes bíblicos al llamado divino, habían interesado profundamente a una estudiante de Ciencia Cristiana desde que concurría a la Escuela Dominical. A medida que fue profundizando el estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, comprendió mejor cuánta obediencia, humildad y olvido de sí mismo encerraban esas palabras, y con qué diligencia el que así respondía se disponía a cumplir la voluntad divina, no retrocediendo ni aun cuando, como en el caso de Abraham, la voz de Dios parecía exigir el sacrificio de su único hijo.

El estudiante de la Ciencia Cristiana está alerta para escuchar el llamado de Dios puesto que sabe que el hablar con Dios no fue privilegio de unos pocos que vivieron en épocas remotas, sino que Su voz puede escucharse a través de la eternidad. En realidad, Él está continuamente comunicándose con el hombre por medio del sentido espiritual. La Mente infinita, Dios, está siempre expresándose, y aquel que comprende que el hombre es la manifestación perfecta de la Mente perfecta, puede recibir gozosa y constantemente la comunicación espiritual, que es la única comunicación verdadera.

Puesto que Dios siempre nos está hablando, sabemos que podemos escucharlo en todo momento, y que Su sabiduría nos guía en cada paso humano que debemos dar, por simple que sea, y en cada decisión que debemos tomar, por muy difícil que parezca. Pero ¿qué debemos hacer para escuchar Su voz? Mrs. Eddy dice en Ciencia y Salud (pág. 89): “El Espíritu, Dios, se oye cuando los sentidos están callados”. Cuando acallamos los sentidos materiales, o sea, cuando nos negamos a creer lo que observamos por medio de estos sentidos, entonces podemos estar en comunión con Dios. No sólo oímos Su voz sino que no vacilamos en cumplir Su mandato, aun a costa de lo que, humanamente hablando, sean sacrificios.

El escuchar la dirección divina nos libera del falso sentido de responsabilidad. Puede que nos sintamos tentados a aceptar la sugestión de que todo el peso de una determinada circunstancia cae sobre nosotros, o que de nosotros exclusivamente depende el resultado de una decisión a tomar. La Ciencia Cristiana nos enseña que nuestro Padre-Madre Dios es el único responsable de cada uno de Sus hijos. Cuando somos guiados por Él, lo que para la mente mortal pueden parecer obstáculos invencibles, se transforman en oportunidades para demostrar la omnipotencia de Dios, el bien.

Esto fue probado por una estudiante de esta Ciencia que desde niña había admirado esa simple y profunda respuesta de los personajes bíblicos. Años más tarde, después de haber sido durante largo tiempo maestra en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, y ya casada con un Científico Cristiano, y madre de dos niños, sintió, junto con su esposo, el impulso de la dirección divina. Se dieron cuenta de que había llegado el momento de dar un paso importante en su estudio de la Ciencia Cristiana, y que debían tomar clase de instrucción.

Muchos fueron los argumentos que la mente mortal puso en contra. El principal fue el económico, pero ellos sabían que ese paso que deseaban dar constituía la perla de gran precio, y que debían dar todo por ella. Así que pensaron en vender su casa o su automóvil para obedecer el llamado divino. La sugestión errónea pretendió presentar esta forma de financiación como un gran esfuerzo, ya que ellos vivían en un país clasificado como sub-desarrollado, con moneda muy débil, y debían viajar a otro país pagando en moneda fuerte.

Hicieron frente a esta sugestión con la verdad expresada en Efesios 2:19: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”. Reconocieron que la clasificación “país sub-desarrollado” era otra falsedad de la mente mortal, puesto que la Mente infinita no conoce el sub-desarrollo. En el universo del Amor, la creación espiritual está regida por la única ley — la ley del desarrollo y perfección constantes.

Como nunca se habían separado de sus niños, debieron también superar algunas sugestiones erróneas en este sentido. ¿ Qué consecuencias les iba a acarrear una separación de varias semanas? Pero sabían que nada puede separar al hombre, la individualidad perfecta, de su único origen, el Amor, así como nada puede separar un rayo de sol de su fuente.

A cada obstáculo que parecía impedir el cumplimiento del mandato, la estudiante recordaba la respuesta “heme aquí”, y tanto ella como su esposo se pusieron a entera disposición de la dirección divina, sabiendo que Dios no podía hacer el llamado sin proveer todo lo necesario para que se cumpliera. Siguieron preparándose, estudiando y venciendo cada sugestión falsa que se presentaba.

El resultado fue que hicieron el viaje y tomaron clase de instrucción sin necesidad de vender ni su casa ni su auto. Toda la familia aprendió más acerca de la omnipresencia de Dios, porque ni los niños ni sus padres extrañaron un solo momento, probando así que el hombre vive en el único lugar que existe el Amor infinito. Y, lo que es más importante, volvieron a su país ansiosos por demostrar y compartir con los demás, en su vida diaria, el impulso a la manera del Cristo, que esa experiencia les había traído.

Cristo Jesús dijo (Juan 10:27): “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”. La vida de Mrs. Eddy probó la verdad de estas palabras. Ella mantenía su pensamiento constantemente alerta para obedecer al Cristo, y fue así que dejó para la humanidad el inapreciable legado de la Ciencia Cristiana. En uno de sus poemas (Poems — Poemas, pág. 14), dice:

Fiel Tu voz escucharé,
para nunca errar;
y con gozo seguiré
por la senda, audaz.

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