Estas palabras “heme aquí”, que constituían la respuesta de algunos personajes bíblicos al llamado divino, habían interesado profundamente a una estudiante de Ciencia Cristiana desde que concurría a la Escuela Dominical. A medida que fue profundizando el estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, comprendió mejor cuánta obediencia, humildad y olvido de sí mismo encerraban esas palabras, y con qué diligencia el que así respondía se disponía a cumplir la voluntad divina, no retrocediendo ni aun cuando, como en el caso de Abraham, la voz de Dios parecía exigir el sacrificio de su único hijo.
El estudiante de la Ciencia Cristiana está alerta para escuchar el llamado de Dios puesto que sabe que el hablar con Dios no fue privilegio de unos pocos que vivieron en épocas remotas, sino que Su voz puede escucharse a través de la eternidad. En realidad, Él está continuamente comunicándose con el hombre por medio del sentido espiritual. La Mente infinita, Dios, está siempre expresándose, y aquel que comprende que el hombre es la manifestación perfecta de la Mente perfecta, puede recibir gozosa y constantemente la comunicación espiritual, que es la única comunicación verdadera.
Puesto que Dios siempre nos está hablando, sabemos que podemos escucharlo en todo momento, y que Su sabiduría nos guía en cada paso humano que debemos dar, por simple que sea, y en cada decisión que debemos tomar, por muy difícil que parezca. Pero ¿qué debemos hacer para escuchar Su voz? Mrs. Eddy dice en Ciencia y Salud (pág. 89): “El Espíritu, Dios, se oye cuando los sentidos están callados”. Cuando acallamos los sentidos materiales, o sea, cuando nos negamos a creer lo que observamos por medio de estos sentidos, entonces podemos estar en comunión con Dios. No sólo oímos Su voz sino que no vacilamos en cumplir Su mandato, aun a costa de lo que, humanamente hablando, sean sacrificios.
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