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Cuando comencé a estudiar...

Del número de abril de 1972 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando comencé a estudiar Ciencia Cristiana deseaba profundamente hacerme miembro de una iglesia filial. Pero me resistía a hacerlo porque me parecía que no progresaba en mi desesperado esfuerzo por vencer el hábito de fumar. Un día le comenté esto a la bibliotecaria de una Sala de Lectura, y ella me sugirió que solicitara ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana. Hasta ese momento siempre había pensado que un practicista sólo daba ayuda en casos de enfermedad. Durante mi visita a la practicista, me impresionó ver que ella diera escasa importancia al problema en sí, o sea, al hecho de que yo fumara, y que en cambio me hablara con mucho regocijo acerca de Dios y de la realidad espiritual. El resultado fue una curación instantánea. En realidad, fue casi después de tres días que me dí cuenta de que no había fumado ni había siquiera pensado en fumar.

Cuando hice un esfuerzo honesto por erradicar sentimientos de crítica de mi pensamiento, sané de una dolencia en los pies. Razoné que la base de nuestra religión es Dios perfecto y hombre perfecto, y que mientras no estuviera realmente consciente de esto, no me encontraría sobre bases firmes.

Había estado usando anteojos durante varios años, pero a medida que procuraba magnificar el bien en cada experiencia por la que pasaba, pude prescindir de ellos.

Sentí mucho alivio de un dolor en la espalda que me dificultaba caminar y estar de pie cuando, luego de recibir una llamada telefónica donde solicitaban una enfermera para atender un caso en otra ciudad, rechacé la limitación y acepté el caso. Sané completamente de esa dolencia en pocos días por medio de la ayuda basada en la oración que me dio mi maestro de Ciencia Cristiana. Sentí mucha gratitud porque mientras el problema de la espalda estaba en vías de curación, pude cumplir físicamente con todas mis obligaciones como enfermera y nadie hizo ningún comentario respecto a que me encontrara con algún problema evidente.

El haber recibido clase de instrucción en Ciencia Cristiana ha sido una experiencia sumamente inspiradora; y estoy muy agradecida por el privilegio de haber estudiado en la Escuela de Enfermeras del Sanatorio “Christian Science Benevolent Association” de Chestnut Hill, estado de Massachusetts, enseñanza que me capacita para servir a la maravillosa Causa de la Ciencia Cristiana de una manera más útil.


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