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Una puerta abierta

Del número de abril de 1972 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas” (Isaías 54:2, 3). Estas inspiradoras palabras del profeta Isaías son un llamado al pensamiento y a la acción y pueden muy bien aplicarse a nuestro trabajo en la Sala de Lectura.

El propósito de una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana es el de bendecir. La Sala de Lectura es un faro de la Verdad que elimina las tinieblas del materialismo. La luz de la Verdad no puede permanecer oculta; esta luz envía sus rayos a los oscuros recintos de la mente carnal. Saca a la superficie los errores que tratarían de impedir el progreso del individuo, de su comunidad y del mundo, y los sana.

En No y Sí, Mrs. Eddy escribe: “La Verdad no puede ser clisada; se desarrolla indefinidamente” ( págs. 45, 46). Jamás olvidemos esto. Si el llamado es para mudar la Sala de Lectura de una iglesia filial, de su tal vez tranquilo santuario en el edificio de la iglesia, o bien del último piso de un edificio comercial para ubicarla al nivel de la calle desde donde pueda atraer la atención de los transeúntes, el llamado requerirá que la comisión directiva, el comité de la Sala de Lectura y los miembros de la iglesia se mantengan alerta.

La mente mortal a veces argumenta de manera convincente que no hay en la comunidad un lugar adecuado para instalar la Sala de Lectura o que, si lo hay, no se tienen los fondos necesarios para disponer de él y que, por otra parte, el número de miembros con que cuenta la iglesia es reducido.

Pero ¿cuál es nuestro propósito? ¿No es acaso el de bendecir a la comunidad, de compartir con otros más ampliamente la revelación de la Verdad que recibiera Mrs. Eddy? Cada propósito correcto lleva en sí mismo su propia posibilidad de realización. ¿Qué importa que el número de miembros de nuestra iglesia sea pequeño? ¿Qué tiene esto que ver con nuestra expresión del Amor? El Amor provee sabiduría por medio de la cual uno puede vencer toda creencia de carencia y limitación. Cuando uno busca sin reservas la dirección de la única Mente, Dios, no se precipita ciegamente para lograr el cumplimiento de algún propósito por más deseable que éste sea. Más bien se deja guiar para tomar cada paso en la dirección correcta y en el momento oportuno. De esta manera cada paso será una demostración y estará a salvo bajo el cuidado del Amor.

Cada uno de nosotros debe vigilar sus deseos más íntimos. ¿Nos sentimos satisfechos con lo que ya tenemos o con lo que somos? ¿O somos guerreros de una cruzada, listos para empuñar la espada de la Verdad y marchar hacia adelante a luchar contra el enemigo — las sugestiones falsas limitativas de la mente carnal? No permitamos jamás que nuestro progreso sea impedido por un sentido de complacencia o comodidad en la materia. Y no consideremos jamás a la materia como la fuente de nuestro abastecimiento robándonos así a nosotros mismos y a los demás.

Hablando de las bendiciones que Dios otorga a cada uno de nosotros, Mrs. Eddy dice en The First Church of Christ Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 280): “De Su totalidad Él no puede sino bendecir a todos con Su propia verdad y amor”. Nos corresponde a nosotros demostrar que somos receptivos, que estamos dispuestos a aceptar esta generosidad del Amor divino, la cual está siempre presente.

En cierta ocasión, la que esto escribe se encontraba buscando trabajo. Antes de ir a una entrevista pensó de pronto: “¿Qué voy a sacar de este contacto? ¿Qué puede ofrecerme esto?” La palabra “sacar” cuando la pronunció en alta voz la sacudió como si hubiera recibido un golpe. ¡Tan áspera y dura sonó! Entonces pronunció en alta voz la palabra “dar”. ¡Qué diferencia! Aquí no había ninguna sugerencia de fuerza sino de gracia y amor. “Pero claro”, se dijo, “esto es lo que necesito aprender — ¡necesito aprender a dar!” Esta disposición a dejarse enseñar por el Amor le trajo muchas lecciones que necesitaba aprender y la oportunidad de servir mejor a la Causa de la Ciencia Cristiana.

Todo miembro de una iglesia filial tiene la oportunidad de apoyar la Sala de Lectura concurriendo a ella con un fin eficaz. Cuando recordamos que Mrs. Eddy estipuló en el Manual de La Iglesia Madre que cada filial de la Iglesia de Cristo, Científico, debe mantener una Sala de Lectura, apreciamos la importancia que Mrs. Eddy le dio a esta actividad. Establecer las Salas de Lectura fue la demostración de Mrs. Eddy; mantenerlas activas es nuestra demostración.

Aun cuando los dedicados bibliotecarios y miembros del Comité de las Salas de Lectura apoyan a éstas con su diario trabajo metafísico, cada miembro sincero de la iglesia tiene que hacer su propio trabajo. Hacer uso constante de las Salas de Lectura bien puede ser parte efectiva de este trabajo. Una sala vacía no atrae la atención del transeúnte tanto como una en la que se ve a personas estudiando devotamente. Esta devoción a las cosas del Espíritu crea una atmósfera de curación, y la presencia misma de aquellos sinceros investigadores evidencia el bien que puede encontrase allí.

El tiempo dedicado al estudio y a la meditación en una Sala de Lectura ha traído renovada inspiración y curación a muchos miembros de las iglesias filiales. Dentro del sagrado recinto de la Sala de Lectura, los corazones hambrientos de Verdad pueden encontrar un refugio contra las embestidas de las creencias de la mente mortal y hallar la paz celestial que pone fin al sufrimiento humano. Es bien sabido que podemos dar sólo aquello que tenemos. Aprendamos entonces a ser buenos recibidores y así podremos ser buenos dadores. Y es amor, amor por Dios y por nuestros semejantes lo que se nos pide que demos.

Una estudiante de la Ciencia Cristiana tuvo una inspiradora experiencia. Había pasado toda la tarde de un domingo en una Sala de Lectura estudiando y meditando acerca de las cosas de Dios. De regreso a su casa se le acercó una mujer desconocida y le dijo: “¡Cuán radiante y feliz se ve Ud! ¿Me permite que la acompañe?”

A medida que caminaban juntas, la mujer comenzó a hacerle un relato de su situación, una historia de tristeza y desesperación. Le dijo que había llegado al borde de la desesperación y que pensaba suicidarse. La estudiante de la Ciencia Cristiana también había tratado de suicidarse antes de conocer la Ciencia Cristiana. Invitó a la desesperada mujer a comer en su casa y le habló de las sencillas verdades de la Ciencia Cristiana. Al irse le dio una copia de Ciencia y Salud por Mrs. Eddy. La mujer comenzó a estudiar sinceramente la Ciencia Cristiana y solicitó la ayuda de una practicista para resolver sus múltiples problemas. Verdaderamente su necesidad humana había sido satisfecha como resultado de la provisión de la Sala de Lectura establecida por nuestra Guía.

Como seguidores de nuestra Guía, valoremos nuestras Salas de Lectura como ella lo hizo. Amémoslas, trabajemos por ellas y usémoslas. Pueden constituir para nosotros una puerta abierta que nos saque de la oscuridad del materialismo y nos guíe hacia la luz radiante del Cristo, la Verdad.

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