Por varios años he tenido el privilegio de leer y escuchar muchos testimonios, todos los cuales he disfrutado. Considerando algunos de ellos de gran ayuda, siento que es tiempo de compartir una curación que tuve hace seis años, que me demostró, como dentista, que la Ciencia Cristiana realmente cura.
Una noche sentí un agudo dolor de muelas. Al principo temí no poder viajar al día signiente a una ciudad distante, donde debía asistir a una conferencia. Por experiencias anteriores sabía cómo se desarrollan estos síntomas. En el pasado, con el tratamiento dado por los más expertos dentistas, hubiera sido necesario extraer dicha muela. Esta vez, instruida por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, rehusé mantener en mi pensamiento ese cuadro clínico. Decidí olvidar todo mi estudio médico, mi título de dentista, y todas las malas experiencias por las que había pasado. Decidí apoyarme únicamente en Dios, confiando por completo en Él para mi curación. Literalmente borré todo el conocimiento adquirido durante años de práctica como dentista. Con un ademán deseché todas estas falsas creencias.
Abrí al azar el libro de texto Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y empecé a leer. De pronto sentí como si una mano hubiera pasado por mi rostro, y quedé completamente libre del dolor. No hubo consecuencias posteriores y esta misma muela sigue firme en su lugar. Pude demostrar la verdad y regocijarme en esta curación instantánea, confiando absolutamente en Dios como el único sanador y rehusando abrigar toda falsa creencia de desarmonía.
También estoy muy agradecida por una experiencia que tuve hace un año, por la que comprendí la protección de la omnipresencia de Dios, “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1). Después de ver una inspiradora película llena de alegría y pureza, cené con mi sobrina y su novio. Al pagar la cuenta me quedé sin un centavo, y hasta tuve que pedirle prestado a mi sobrina. Estábamos de muy buen humor después de haber pasado una velada tan agradable. Como mi departamento quedaba sólo a una cuadra de donde nos encontrábamos, le dije a la joven pareja que tomaran su autobús, lo que hicieron.
Al llegar a la esquina un hombre me cerró el paso pidiéndome que le diera mi dinero. Era la media noche y la calle estaba desierta y mal alumbrada. De pronto me di cuenta de que no solamente había un hombre, sino tres. Con una sonrisa, y sintiendo solamente la inspiradora alegría de esa noche, contesté: “No tengo dinero”. El hombre entonces, desapareció al instante en las sombras de donde había venido, pidiéndome que lo perdonara. Los otros dos también desaparecieron. Crucé la calle y entré a mi departamento. Sólo entonces pude darme cuenta de toda la situación y le di gracias a Dios con todo mi corazón por Su protección.
Los hechos más importantes fueron, que había estado completamente libre de temor y que aquel hombre tuvo que haber sentido que podía creerme, al dejarme ir sin tocarme. Sólo entonces terminé mi trabajo de oración, viendo que aquellos hombres también eran “hijos de Dios” y tan llenos de bendiciones como yo.
Estoy verdaderamente agradecida porque la Ciencia Cristiana, el Consolador prometido por Cristo Jesús, vino a mi encuentro después de una búsqueda de varios años. También estoy muy agradecida por haber tomado clase de instrucción con una devota y afectuosa maestra, por toda la literatura con que Mrs. Eddy nos proveyó y por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, donde puedo ayudar como maestra en las clases en inglés de la Escuela Dominical.
Buenos Aires, Argentina
