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Venciendo la pobreza individualmente

Del número de julio de 1972 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mucho se oye hablar hoy en día acerca de los esfuerzos que se llevan a cabo para acabar con la pobreza. Organismos oficiales y particulares se empeñan en encontrar la causa de la pobreza, y consideran que ella es la base principal de muchos de los males que experimenta la humanidad. Sin embargo, es necesario hacer un examen más minucioso para determinar en qué consiste la pobreza si es que hemos de acabar con ella.

Con frecuencia oímos decir que alguien que cuenta con grandes recursos económicos carece, sin embargo, de felicidad, de hogar y de salud. Por otra parte, también oímos acerca de aquellos que, a pesar de contar con poco dinero, son ricos en amor, alegría y en el servicio que prestan a los demás. La Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. enseña que la verdadera riqueza no está en la materia sino en las ideas espirituales, en la comprensión de lo que es Dios y del inseparable parentesco que existe entre Dios y el hombre.

La Ciencia Cristiana hace comprensibles para la humanidad las enseñanzas de Cristo Jesús, quien vino a mostrar el camino de las riquezas espirituales. Cristo Jesús veía en el Espíritu, Dios, la fuente de provisión de todo bien, sin dudar jamás de que el bien está siempre a mano. A Pedro le dijo que obtuviera de la boca de un pez el dinero para pagar el impuesto, y alimentó a las multitudes cuando toda la provisión parecía ser sólo cinco panes y dos peces.

Al Maestro le fue posible efectuar estas cosas gracias a su clara comprensión de que el Espíritu, Dios, es la única substancia real. Jamás lo desanimó una apariencia superficial de carencia — carencia de salud, de amor, de pureza. Sanó al enfermo, despertó al obstinado y echó fuera el pecado por medio de su comprensión pura de que el hombre real, el único hombre que Dios ha creado, es por siempre perfecto, completo y el poseedor eterno de la abundancia espiritual.

Era la manera de pensar de un hombre, no los bienes que poseía, lo que el Maestro tomaba en cuenta. Cuando el joven rico vino a él en busca del camino para la vida eterna, Jesús percibió que el joven prefería las riquezas materiales a aquellas del Espíritu. Entonces el Maestro le dijo (Mateo 19:21, 22): “Vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo”. Mas el joven “se fue triste” porque no estaba dispuesto a abandonar el falso concepto de que la materia podía proporcionarle felicidad.

¿Nos imaginamos que no tenemos que vencer la creencia de carencia porque nada nos falta y nos sentimos bien en la materia? Tenemos una batalla que librar mientras veamos carencia dondequiera que sea. El bienestar en la materia no es signo de abundancia. Cuando consideramos la carencia como algo real para los demás, negamos que Dios es todo y que Su ilimitado cuidado para con Sus hijos está eternamente presente. La verdadera felicidad consiste en reconocer nuestra plenitud y la de todas las ideas de Dios.

La batalla contra las sugestiones del error que niegan la abundancia del bien, es una lucha constante. Tiene que ser librada “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, siempre alerta a guiar a sus seguidores en el camino del Cristo que conduce a la armonía, dice en Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 118): “La ignorancia de sí mismo, la voluntad propia, la justificación propia, la lujuria, la avaricia, la envidia, la venganza, son enemigos de la gracia, la paz y el progreso. Deben ser enfrentados con entereza y vencidos, de lo contrario destruirán toda felicidad. Tened buen ánimo, la batalla con el yo es grande, da suficiente trabajo, mas el Principio divino labora con vosotros — y la obediencia corona el esfuerzo persistente con victoria eterna“.

¡ Cuán a menudo nuestros esfuerzos por ayudar a aquellos que parecen estar necesitados son superficiales! Damos dinero o cosas materiales y seguimos nuestro camino con un sentido de justificación propia, considerando que hemos hecho una obra de caridad. Si al poner dinero en la mano de un necesitado no negamos mental o audiblemente la irrealidad de la pobreza y reconocemos las riquezas que tal persona posee como hijo de Dios, lo que le hayamos dado le será de muy poco provecho. Es el Amor divino, no la mera conmiseración humana, lo que satisface las necesidades humanas. A menos que elevemos nuestra compasión hasta llegar al amor espiritual que no conoce la carencia, no habremos demostrado el verdadero significado de dar.

Si pareciera que nosotros mismos necesitamos más provisión, tenemos que despertar del error de creer que la solución está fuera de nuestro dominio. La curación jamás está fuera de la consciencia individual. La creencia de carencia tiene que ser reemplazada por el reconocimiento de la totalidad de Dios, de Su constante provisión del bien y de Su amante cuidado. Tenemos que elevarnos por encima de la creencia de pobreza hasta llegar a regocijarnos por la perfección de los demás y de sus riquezas espirituales, así como por nuestra propia perfección y riquezas espirituales.

Tenemos que rechazar el que se nos clasifique, o clasificar a otros, de acuerdo con las posesiones materiales que se posean. Todo hijo de Dios posee todo bien y puede ser clasificado sólo como hijo de Dios, como el heredero de todas las riquezas espirituales. Creer que uno es rico en la materia, es tan erróneo como creer que otro es pobre en la materia, porque el creer que la materia es substancia significa carecer de las verdaderas riquezas que pertenecen al estado espiritual del hombre como hijo de Dios.

Si nos catalogamos a nosotros mismos o a nuestro prójimo con un sentido de falta de inteligencia, reemplacemos rápidamente la mentira de la mente mortal de que hay una mentalidad inferior y miedosa, con la verdad de que el hombre, el reflejo de la Mente infinita, no está regido por una tal llamada mente residente en el cerebro, o por el ambiente o por oportunidades limitadas. El hombre es la expresión de la Mente infinita e incluye toda idea correcta. Cualquier pretensión del mal es una pretensión de que hay carencia de algo, porque niega la totalidad de Dios.

Al orar por el desarrollo del universo que Dios ha creado, el cual jamás está sin Su completo apoyo, jamás careciendo ni de la más pequeña idea que pueda contribuir al estado del ser completo del hombre que Dios ha creado, encontramos nuestra unidad con todo bien. Incluyamos, entonces, a todos los hombres en nuestro amor para con Dios.

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