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Reclamemos nuestra libertad espiritual

Del número de julio de 1972 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La existencia espiritual no está sujeta a las represiones del sentido material. Para muchos, el significado de esta breve declaración aún no es evidente. Pero, el comprenderla es de suma importancia para el bienestar y la libertad espiritual de cualquiera que parezca hallarse bajo la servidumbre de los temores de la mente mortal, o consciencia limitada y material.

En realidad, el hombre verdadero refleja al Espíritu, Dios, y por lo tanto, expresa la naturaleza ilimitada del ser o idea espiritual, libre de las pretensiones de la materia. Cuando percibimos este hecho espiritual, éste viene a ser una ley para nuestra experiencia humana. Después de declarar que la mortalidad tiene que desaparecer. Mrs. Eddy escribe: “Aprende esto, oh mortal, y aplícate a buscar sinceramente el estado espiritual del hombre, que está fuera de toda entidad material” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 476).

Las ciencias físicas, desplegando una creciente influencia, están promoviendo el concepto de que la materia es la substancia, el propósito y la recompensa de todo esfuerzo humano. Ésta es una fase moderna del error teológico que declara que el hombre es un ser material y limitado. Esta creencia, generalmente aceptada, ocasiona todos los temores y restricciones que mantienen a la humanidad en esclavitud.

Para comprender la situación, las personas tienen que razonar desde una base espiritual. Tienen que abandonar los puntos de vista materiales y reemplazarlos utilizando la lógica divina de la Verdad, el Espíritu. El estudiante de Ciencia Cristiana debe comprender y aplicar firmemente la verdad de que el hombre es espiritual, por siempre perfecto y libre. El reflejo de Dios no puede de ninguna manera estar limitado por la mente mortal ni por sistemas materiales. La individualidad espiritual nunca puede estar contenida en ninguna clase de modelo limitado. En Ciencia y Salud (pág. 307) leemos: “El hombre no fue creado desde una base material, ni obligado a obedecer leyes materiales que el Espíritu nunca hizo”.

La Ciencia Cristiana establece que el punto de vista correcto acerca del hombre es siempre el de una idea inmortal de un Dios perfecto, o Mente, que tiene que ser espiritualmente comprendido. Jamás es un cuerpo físico morando en un ambiente material ni condicionado por él. ¿Cuál es nuestra prerrogativa cuando nos vemos enfrentados por cierta forma de tiranía del errado sentido material, que se basa en su ignorancia acerca del Cristo, la Verdad, y que trata de coartar nuestra libertad? Nuestra prerrogativa es negar con persistencia este cuadro del sueño mortal y corregir nuestro pensamiento con verdades espirituales específicas. La liberación de la esclavitud de las creencias del sentido material se produce sólo de esta manera cristianamente científica. Cristo Jesús declaró a los que creyeron en su palabra: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Las personas que enfrentan un mismo problema es probable que piensen y conversen de continuo acerca de él. Un amistoso cambio de opiniones generalmente se acepta con agrado. No obstante, éste es el momento en que el Científico Cristiano debe mantenerse especialmente alerta. Su demostración de armonía espiritual procede de mantenerse mentalmente en las alturas espirituales del Cristo. No debería simpatizar con el desaliento ni mesmerizarse haciendo una realidad del problema, cualquiera que sea. Hablar constantemente del error es la trampa de la mente carnal para mesmerizar el pensamiento humano y mantenerlo en el sueño de la sumisión a la materia. Al resistir el temor y la depresión con fraternal compasión y con una actitud espiritualmente positiva, expresaremos la gozosa seguridad y el amor comprensivo que sanan la situación.

Al adherirnos fielmente a las verdades espirituales, deberíamos trabajar para vernos y ver a nuestros amigos y a todos los demás, como ideas que moran en la Mente única. Esto ayuda a destruir el concepto erróneo de que mente mortal pueda dominarnos. El pensador científico hallará que las leyes y conclusiones falsas establecidas por la mente carnal tendrán cada vez menos influencia en su experiencia a medida que las pierde de vista y deja de temerlas.

La experiencia de los hebreos en Egipto demuestra la importancia de mantenernos conscientes de nuestra herencia espiritual. Antes de la llegada de Moisés, el concepto que los israelitas tenían de Dios como un benefactor justo y poderoso, era tenue e inmaturo. Cuando se hallaban cautivos en Egipto, Moisés los despertó a un concepto más elevado de libertad bajo el gobierno de Dios, del que habían abrigado antes. Este concepto más elevado de ellos mismos como pueblo de Dios, los ayudó a liberarse de la esclavitud.

Es bueno recordar que el Dios de Israel, revelado a Mrs. Eddy como el Amor divino, siempre ha estado con aquellos que deciden servirlo. Antes de que Israel trasladara a su familia a Egipto, Dios le dijo: „Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver” (Génesis 46:4). El Amor siempre ha estado, y lo está ahora, y lo estará siempre, protegiendo a sus ideas como hijos de la luz, libres de la mente carnal, de la materia y de sus falsas leyes.

Puesto que Dios es omnipotente, como la Ciencia Cristiana lo enseña y lo demuestra, en realidad no hay ningún mal que pueda privarnos de experimentar la incesante corriente sanadora y libertadora de pensamientos angelicales que pasan de Dios al hombre. Ni tampoco es científicamente correcto suponer que tienen que pasar días, meses, o años para demostrar en cierta medida la norma divina de vivir. Como lo dice Mrs. Eddy en sus inspiradas palabras: “Los rayos de la Verdad infinita, cuando se concentran en el foco de ideas, traen la luz instantáneamente, mientras que mil años de doctrinas humanas, hipótesis y vagas conjeturas no emiten tal fulgor” (Ciencia y Salud, pág. 504).

Nuestro es el desafío de aplicar la comprensión del Cristo, la Verdad, a los conceptos del sueño de la materialidad que tratan de engañar a las mentes humanas e interferir en el progreso humano. El mal del sentido material debe ser visto como una mentira, como una supuesta fuerza impotente, sin fundamento ni realidad. La única dirección verdadera con que cuenta la humanidad es la voluntad divina para el bien, expresada por medio de la ley espiritual. La gratitud profunda por comprender la omnipresencia y omniacción de Dios, la Mente única infinita, que es el Amor, sirve para espiritualizar, y así abrir el pensamiento individual, mejorar el ambiente, y demostrar la verdadera morada del hombre: el reino ilimitado del Espíritu.

En las amadas palabras del Salmo noventa y uno, leemos (versículo 1): “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente” y en el versículo 14: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré”.

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