Un cojo de nacimiento pedía limosna diariamente a la puerta del templo de Jerusalén. Dos hombres vinieron a orar, y el cojo pordiosero pidió limosna. Pero los hombres, Pedro y Juan, tenían mucho más que dar al pordiosero que sólo unas monedas. Habiendo presenciado recientemente la resurrección y ascensión de su gran Maestro, Cristo Jesús, estaban llenos de inspiración espiritual y del poder de Dios.
Pedro respondió al mendigo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Hechos 3:6. La Biblia dice que cuando Pedro lo tomó de la mano y lo levantó, se le afirmaron los pies y tobillos.
La gente de esa época interpretó esta curación como un milagro, pero, ¿qué había ocurrido realmente? ¿Cambiaron Pedro y Juan, por medios sobrenaturales, huesos y carne debilitados en huesos y carne fuertes y saludables? Por cierto que hubo un cambio en la condición física de ese hombre. Pero, ¿qué fue lo que efectuó esto? ¿Fue la luz del Cristo, la Verdad, que brillaba a través de la manera de pensar de Pedro y de Juan? Ellos tuvieron que haber percibido, en cierto grado, la realidad de lo que ya estaba allí, es decir, el hombre libre y espiritual de la creación de Dios que funciona debidamente.
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