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¡La bicicleta había desaparecido!

Del número de julio de 2011 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Demian cumplió 12 años, sus padres le regalaron una flamante bicicleta roja y negra tipo bicicross. ¡Los ojos le brillaban de alegría de tan contento que estaba!

Al regresar del colegio, Demian solía hacer sus tareas, y después iba con sus amigos para pasear en bicicleta. Una tarde fue con su bici a uno de sus lugares favoritos, un centro de juegos electrónicos, para juntarse con ellos.

Horas más tarde, llegó a su casa muy triste sin su bicicleta. Le contó a su mamá que alguien se la había robado. La había dejado a unos metros de la puerta del negocio para poder vigilarla, pero cuando fue a buscarla para irse de vuelta a casa, ya no estaba más allí.

Muy triste y con ganas de encontrar su nueva bicicleta, fue caminando al cuartel de Carabineros más cercano, donde les contó lo que había sucedido. Los Carabineros tomaron sus datos personales, y le dijeron que la buscarían cuando hicieran sus rondas por la vecindad, pero que no tuviera muchas esperanzas de encontrarla, ya que este tipo de robos era muy frecuente y, por lo general, las cosas no aparecían más.

Después de contarles su triste historia a su mamá y a Melisa, su hermana menor, su mamá les recordó que con Dios nada se pierde. Les dijo que la bicicleta era un regalo que sus padres le habían hecho mucho amor y que le pertenecía. También pensó en la persona que se había llevado la bicicleta y les recordó que Mary Baker Eddy afirma que el hombre “es la compuesta idea de Dios e incluye todas las ideas correctas”.Ciencia y Salud, pág. 475. Por lo tanto, todos Sus hijos son honrados y completos, y no les falta nada para ser felices.

La mamá entonces se puso a pensar en este pasaje del libro Ciencia y Salud, donde la Sra. Eddy escribe: “...todas las cosas son posibles para Dios”.Ibíd., pág. I.

Demian y Melisa se quedaron más tranquilos con el pensamiento de que podían dejar todo en manos de Dios, así que subieron al auto para ir a tomar un helado.

De repente, a una cuadra de la heladería, Demian vio a un joven andando en su bicicleta. (Como Demian había adornado los rayos con bolitas plásticas de color, la podía reconocer muy fácilmente.)

Delante de muchas personas, su mamá estacionó el auto, se bajó y se paró delante del joven con sus manos tomadas del manubrio de la bicicleta, y le dijo con firmeza: “Esta bicicleta es de mi hijo, por favor, entrégamela inmediatamente”.

El joven se notaba bastante nervioso cuando le juraba a la mamá que había comprado la bicicleta el día antes en la playa. Pero cuando vio que ella no se movía y que tenía los ojos fijos en él... tranquilamente se bajó de la bicicleta y la ayudó a subirla en la parte trasera del auto.

Los tres se quedaron maravillados al ver cómo se resolvió la situación después de haber confiado todo a Dios.

¡Y se fueron a celebrar, tomando un rico helado!

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