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Es sólo un espejismo

Del número de julio de 2011 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El pequeño automóvil avanza por la carretera rumbo al este. El día es extremadamente caluroso y los niños suspiran por llegar a destino. Mamá y papá han prometido días de playa, de juegos, de sol radiante y de noches iluminadas por las luciérnagas en estas vacaciones. Pero uno de los pequeños, Sebastián, no participa de la alegría general, sino que permanece serio y callado, algo raro en él. Mamá pregunta a qué se debe su silencio y recibe por respuesta: "Mamá, ¿por qué no podemos llegar nunca hasta el agua que veo en la carretera?"

Mamá piensa unos momentos antes de contestar, y luego, le pide a papá que detenga la marcha. Después de unos minutos, él estaciona cuidadosamente a un costado del camino. Mamá toma al pequeño de la mano y lo lleva bajo la sombra de los árboles que bordean esa parte de la carretera, mientras el resto de la familia permanece en el coche. Una vez allí, ella señala hacia delante, a lo lejos, sobre el asfalto que parece hervir a esa hora del mediodía, y pregunta:"¿Es esa el agua que me mencionaste?" "Sí", contesta el niño, "la he estado viendo todo el viaje, pero no hemos podido llegar hasta ella todavía".

La mamá responde con una sonrisa: SI en este momento te dijera que no existe tal agua en ese lugar, aunque estamos viéndola con nuestros propios ojos, quizá no me creerías; pero basta con que nos acerquemos hasta ese lugar para que desaparezca o se mueva aún más lejos. Es lo que se llama un espejismo, una apariencia engañosa de algo que en realidad no está allí. Lo mismo sucede cuando algo nos daña, nos hace llorar o nos enferma. Si alguien nos dijera: 'Lo que parece estar sucediendo no es real', tal vez lo miraríamos sorprendidos, hasta con enojo, no le creeríamos. ¡Parece tan verdadera la enfermedad o la pena! Pero cuando elevamos nuestro pensamiento a Dios, y lo mantenemos firmemente allí, es decir, cuando oramos, el espejismo del malestar o la tristeza ya no nos puede hacer creer en su realidad. Nos damos cuenta entonces de que lo único que podemos ver, sentir, escuchar, es lo que Dios ve. siente, escucha; y eso es siempre bueno".

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