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Reflexiones

Curación — porque no hay temor en la totalidad del Amor

Del número de julio de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Conferencia publicada originalmente en el Christian Science Journal de Abril de 2014.


Quiero contarles por qué quiero hablar sobre este tema hoy. Un miércoles por la noche, un señor dio un testimonio de curación aquí mismo, en nuestra iglesia filial de la Ciencia Cristiana. Este hombre visita la región un par de veces al año, así que viene a esta iglesia un par de veces al año. Comentó que estaba muy preocupado porque una de sus hijas estaba gravemente enferma. Y ella sanó. Con mucha humildad terminó su testimonio con estas palabras: “Voy a estar muy agradecido cuando ya no vuelva a tener temor, pero hasta entonces estoy muy agradecido por tener la Ciencia Cristiana para manejar el temor”.

Esto me conmovió mucho. Sabemos que no debemos tener miedo. No queremos tener miedo. Así que el poder de Dios, la ley del Amor, está en operación a favor de nosotros, quitando el temor y eliminando la evidencia material, la cual es sumamente engañosa. Cristo Jesús probó esta ley del Amor, mostrándonos cómo hacerlo. “No temáis” (Juan 6:20). Esto les dijo a sus discípulos. Incluso le recomendó a un hombre, cuya hija había muerto, que no tuviera miedo. Las palabras de Jesús, antes de resucitar a la niña de los muertos, fueron: “No temas, cree solamente” (Marcos 5:36).

Pienso que es por eso que en su libro sobre la curación, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la descubridora de la Ciencia Cristiana, nos indica que debemos comenzar apaciguando el temor (véase pág. 411). ¿Cómo hacemos esto? ¿Cómo eliminamos el temor? Esa sería una tarea abrumadora si la tomáramos como una responsabilidad personal. Es el poder del Amor divino lo que elimina el temor. La Biblia nos dice: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor [en otras palabras, el amor de Dios] echa fuera el temor” (véase 1° Juan 4:18). Si lo analizamos un poco, esto tiene mucho sentido. Sabemos que Dios es Todo, así que eso significa que el Amor divino es Todo. ¿Y esto qué implica en relación al temor? La totalidad de Dios, del Amor, nos dice que ¡el temor no existe!

Ahora bien, ¿acaso “el Amor echa fuera el temor” porque el Amor se pone realmente firme y elimina todo el temor? No. El Amor echa fuera todo temor debido a su totalidad. El Amor no está aquí en este rincón, mientras que todo lo demás es temor. Sino que el Amor es todo, entonces, ¿cómo podría haber algún temor?

Al explicar este punto fundamental acerca de cómo sanar espiritualmente, Mary Baker Eddy escribe, refiriéndose a la Ciencia Cristiana: “La Ciencia dice al temor: ‘Tú eres la causa de toda enfermedad; pero eres una falsedad autoconstituida —eres oscuridad, nada. Estás sin ‘esperanza y sin Dios en el mundo’. No existes y no tienes derecho de existir, porque ‘el perfecto Amor echa fuera el temor’” (Retrospección e Introspección, pág. 61).

¿Qué nos dice esto? Primero, explica cómo trata de operar el temor: El temor causa la enfermedad, toda dolencia. El temor es oscuridad, pero es nada ¡porque no tiene Dios! De manera que tenemos esta autoridad divina para eliminar el temor en el nombre de Dios. “Temor, tú no existes”. ¿Por qué razón? ¿Cómo podemos decir eso? ¡Porque Dios es Todo! La totalidad divina no incluye temor. No podemos quedarnos al mismo tiempo con la totalidad de Dios y el temor.

¿Tenemos nosotros alguna participación en esto? ¡Definitivamente! Pero el poder es Dios. El poder es divino.

Voy a leer solo unas líneas de la Biblia, del Nuevo Testamento, en el evangelio de Juan, capítulo 6, a partir del versículo 17. Los discípulos entraron en una barca. “Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos. Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba. Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo. Mas él les dijo: Yo soy; no temáis”.

Deténganse un momento. Piensen en esto. Qué significa. “Yo soy”.

Ahí mismo, en medio de toda la agitación —en la familia, en la oficina, en el cuerpo. En lugar de todo eso, “Yo soy”. Es el Cristo, no las enormes olas que azotan tu barca (que incluso hunden tu barca); tampoco es el temor que te embarga y se apodera de la situación. En cambio, el Cristo se hace cargo de tu consciencia. Allí mismo donde todas esas otras cosas están ocurriendo, “Yo soy”. El Cristo, el Amor.

Mary Baker Eddy escribió: “La práctica científica y cristiana…” [y esto se refiere a todo aquel que desea sanar espiritualmente; tu práctica sanadora] “…comienza con la nota tónica de la armonía de Cristo: ‘¡No temáis!’” (Ciencia y Salud, pág. 410). En realidad, la nota tónica de la armonía de Cristo es la nota tónica de la salud de Cristo.

Nosotros ya sabemos que el Amor divino echa fuera el temor. O sea que, el Amor divino echa fuera la enfermedad. Es una y la misma acción.

Y comienza con “¡No temáis!” Es allí donde comenzamos. Siempre. Claro que eso no es ninguna novedad. No es una sorpresa. Pero la manera en que lo hacemos puede parecer sorprendente. Es el amor de Dios —no nosotros— lo que echa fuera el temor. Nosotros ponemos al descubierto el temor, pero el Amor divino es el poder que lo destruye.

Tu día comienza con “No temáis”. Tu tratamiento sanador comienza “apaciguando el temor”.

Estos libros de texto sobre la práctica de la curación —la Biblia y Ciencia y Salud— nos explican que para comenzar no tenemos que tener miedo, y que nuestro punto de partida es Dios. Empezamos con el poderoso amor de Dios para destruir el temor. ¡Pero a eso le falta algo! Eso no está del todo correcto. En lugar de “Comenzar con el amor de Dios para destruir el temor”, ¿no debería ser, “Comenzar con el amor de Dios destruye el temor”?

¿Cuál es la diferencia? Por supuesto, “comenzar con el amor de Dios para destruir el temor”, pone la responsabilidad en ti, debes hacerlo. Mientras que “el amor de Dios destruye el temor” honra a Dios, el Amor infinito, como el poder que está en operación. Esa es una diferencia importante. Y vamos aún más allá. ¿Qué significa que el amor de Dios destruye el temor? En la totalidad del Amor, no existe el temor. Reitero, no podemos quedarnos con la totalidad de Dios, y con el temor. ¡Eso es imposible! Así que decir “El Amor —el Amor divino mismo— echa fuera todo tipo de temor”, es sumamente diferente a decir “Tienes que dejar de tener miedo”.

Me recuerda algo que Dios me dijo hace muchos años. Yo estaba por dar mi primera conferencia. No me sentía nerviosa, pero cuando la siguiente idea se reveló en mi pensamiento mientras oraba aquel día, me sentí lista para actuar: “No se te pide que tengas el poder; sino simplemente que honres el poder”.

De manera que nunca eres tú contra el temor. Siempre es el Amor divino contra el temor. Y más concretamente, es la totalidad de Dios contra el temor.

Veamos algunos temores para saber de qué estamos hablando. ¿Qué entra dentro de la categoría de temor?

¿Es temor la ira?

¿Es temor cualquier sentimiento negativo?

¿Es temor la obstinación?

¿Es temor cierta enfermedad?

¿Es temor toda enfermedad?

¿Es temor la presión médica?

¿Hay acaso sentimientos materiales negativos que se encuentren fuera del reino del temor, o es temor todo rechazo de Dios?

De modo que cuando decimos “La totalidad de Dios en contra del temor”, estamos diciendo que la totalidad de Dios desecha todo aquello que niega a Dios. Es decir que aquella declaración que mencionamos antes, “siempre empieza apaciguando el temor”, indica que todo lo que niega a Dios es temor.

Si tienes una Biblia a mano, ábrela en Primera de Juan, capítulo 4:18. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. Yo leo este versículo hacia adelante y luego hacia atrás. “El que teme no ha sido perfeccionado en el Amor porque el temor lleva en sí castigo, pero el perfecto Amor echa fuera el temor. En el Amor no hay temor”. En otras palabras, quiero concluir con el poder de Dios, el poder del Amor divino, que está en operación, en vez de con la explicación de cómo trata de funcionar el temor.

Así que, “en el amor no hay temor”. Esto no quiere decir que “en el Amor no debería haber temor”. Sino que, “en el Amor no hay temor”. Puesto que el Amor es Todo, el temor no existe. De modo que sabemos que el temor es un impostor, es un fraude, no es la autoridad que parece ser.

Deja tu Biblia abierta y al mismo tiempo, si tienes el libro Ciencia y Salud, ábrelo en la página 410, línea 18. Lee esas dos oraciones en silencio. Está citando el versículo de Primera de Juan en la Biblia “en el amor no hay temor”. Fíjate en el uso de las mayúsculas. La palabra Amor está en mayúscula en Ciencia y Salud. ¿Qué diferencia supone esto?

Nos aparta de: “Ah, el amor que expreso no es perfecto; el amor que expreso no es suficiente para sanar esto. Yo no puedo hacer esto”. Mientras que el Amor con A mayúscula lo transforma en: “Ah, Dios es Amor. Ese es el poder. ¡Ah, esto se refiere a Dios!” No se refiere a ti y a si puedes hacerlo o no.

Esto se refiere a Dios. Esto se refiere a Dios. Esto se refiere a Dios.

Mary Baker Eddy tuvo la osadía de tomarle a Dios la palabra: “Yo soy Dios, y no hay otro Dios”. El temor no existe.

“El perfecto Amor echa fuera el temor” pone el “No temáis” en un contexto muy diferente. “No temáis” es ley espiritual, es poder espiritual, no es un logro personal. Cuando Jesús dijo: “No temáis”, estaba incluyendo en ese mandato el hecho poderoso de que el temor no existe.

Jesús conocía a Dios. Conocía a Dios, como Amor. “No temáis” no nos pone a pelear contra el temor. Nos está asegurando que el temor no existe.

¡Hay una diferencia muy grande entre “Más vale que no tengas temor” y “El temor no existe”! Esto cambia totalmente las cosas.

Mary Baker Eddy probó que el temor carece de poder, en cientos de curaciones.

Está claro que se “supone” que no debemos tener miedo. Pero si tenemos temor de algo, abiertamente o incluso en secreto, no estamos libres de el. Ciertamente decimos que no a cualquier temor y a todo temor. Pero es la totalidad de Dios, la totalidad del Amor, la que está operando en ti. El Amor divino está haciendo esto por nosotros. El Amor es el poder en tu vida. Por eso reina la valentía. Tienes que ser radical.

Enfrenta temores como este: “Yo no debo ser un muy buen pensador espiritual, un buen sanador espiritual”. ¡Ah! Pero es el Cristo, no tú, el que sana. Una de mis estudiantes me envió un correo electrónico diciendo que está aprendiendo a ser “¡más rápida que el temor!” Erradicamos la pomposa exhibición del temor mucho más rápidamente cuando nos damos cuenta de que el temor es un impostor.

Otro temor es: “¿Podré liberarme algún día de esto?” ¿Acaso no es este desaliento simplemente temor? ¡Y no es tu temor! Es la manera en que el mundo tiene la tendencia a pensar. Estos mismos argumentos se han presentado en todas las épocas; ciertamente son las mismas tentaciones que Jesús enfrentó. El cuento de siempre.

En Mateo 4:1–11 se encuentra el relato de cuando Jesús es tentado. Esta es la Escritura que más me gusta. Jesús estaba resistiendo con firmeza los temores que lo acosaban. Argumentaban: “Si fueras el hijo de Dios…” Y es interesante que Jesús no argumentó con esos pensamientos negativos. Él argumentó en contra de ellos afirmando la verdad: “Está escrito” —la verdad de Dios y el hombre— y es así como echó fuera el alegato del temor.

Y ¿cómo comenzó el siguiente argumento, la siguiente sugestión contra Jesús? ¡Con la misma afrenta personal! “Si fueras el hijo de Dios…” En palabras de hoy: Si fueras un buen sanador espiritual… De modo que hacemos simplemente lo que Jesús nos estaba enseñando en Mateo 4; nos afianzamos con más persistencia en la verdad, y ciertamente con más alegría.

Jesús no estaba declarando algunas verdades secretas que tú no conoces. Nosotros sabemos lo que él dijo. Sabemos cómo oró. En ciertas ocasiones, él incluso comentó lo que estaba pensando. Nos contó. Nadie estaba presente cuando fue tentado o en Getsemaní, para registrar lo que él estaba pensando. ¡Qué bondadoso fue al contarnos! En realidad, tenemos la verdad con la que Jesús estaba trabajando y en la que se estaba apoyado para sanar. De manera que no estamos buscando verdades desconocidas. Él nos dijo que echáramos fuera el temor porque sabía que el temor no tiene poder. Sabía que no existe poder alguno aparte de Dios. Sabía que el temor no existe.

Quizás algunos de ustedes recuerden que el Presidente Franklin Roosevelt dijo: “Lo único que tenemos que temer es al temor mismo”. Nosotros sabemos lo que quiso decir, pero ¡no tenemos miedo al temor! Manejamos el temor con el poder del Amor divino.

Jesús lo dijo bien claro: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca” (Mateo 7:24, 25). La Roca —el Cristo, la Verdad— ¡la Verdad valiente! Jesús no dijo que no habría tormentas porque construimos sobre la roca. Él dijo que sobreviviríamos las tormentas porque ¡estamos sobre esa Roca, el Cristo!

Hablemos por un momento acerca de la conexión entre el temor y la enfermedad. Sabemos que el temor puede ser muy agresivo. Es agresivo incluso cuando es sutil. El temor es agresivo porque entra a escondidas, o embiste sin anunciarse y alardea como si fuera nosotros mismos, como si fuera nuestro propio pensamiento. Mary Baker Eddy con acierto lo describe como una sugestión mental agresiva.

¿Qué podemos decir de la enfermedad? ¿Estás dispuesto a dejar atrás la suposición de que la enfermedad es una entidad física? Entonces estás listo para avanzar más rápidamente y sanar. Al igual que el temor, el cáncer, la diabetes y la artritis también son agresivas. ¿Estás dispuesto a admitir que no son condiciones? Son sugestiones. No son una realidad agresiva. No son un poder agresivo. No son una verdad agresiva. Son, en cambio, una sugestión mental agresiva.

Entonces, atemos cabos. Dado que el temor es una sugestión mental agresiva, y la enfermedad es una sugestión mental agresiva, esto quiere decir que la enfermedad es temor. Ciencia y Salud nos dice esto, y ¡muy claramente! “La enfermedad es una experiencia de la así llamada mente mortal. Es el temor puesto de manifiesto en el cuerpo” (pág. 493). En otras palabras: La enfermedad es temor.

Pero nosotros ya sabemos que el Amor divino echa fuera el temor. O sea que, el Amor divino echa fuera la enfermedad. Es una y la misma acción. Un himno afirma esta conexión: “El Amor echa fuera todo mal… el Amor sana todas nuestras dolencias”  (Himnario de la Ciencia Cristiana, Nº 179, según la versión en inglés). Reitero, es una y la misma acción.

Mary Baker Eddy, la descubridora de la Ciencia Cristiana, comprendió que el temor es nada, porque entendía la totalidad de Dios. Ella escribió a uno de sus estudiantes: “La curación se volverá más fácil y más inmediata a medida que percibas que Dios, el Bien, es todo, y el Bien es Amor. Tienes que quedarte con el Amor [y aquí ella está hablando del amor de Dios, del Amor divino], y desechar el falso sentido llamado amor. Debes sentir el Amor que jamás falla, ese sentido perfecto del poder divino que hace que la curación ya no sea poder, sino gracia. Entonces tendrás el Amor que echa fuera el temor, y cuando el temor desaparece, la duda desaparece, y el trabajo está terminado” (Mary Baker Eddy: Christian Healer, Amplified Edition, p. 396).

Mary Baker Eddy probó que el temor carece de poder en cientos de curaciones. Un día, vino a verla un hombre que tenía puestas unas gafas protectoras oscuras. Él le comentó que uno de sus ojos había sido destruido en un accidente, y que usaba esos anteojos para ocultar el ojo que tenía mal. El hombre era un artista de circo, y ella en una ocasión lo había visto saltar de una gran altura. Ella le preguntó si tenía miedo al dar un salto tan grande. Y él le respondió que si tuviera temor de que el salto fuera demasiado alto, se mataría. Después de conversar con este señor por un rato, ella le dijo: “¿Por qué no aplica esa misma regla a su ojo?” (Es decir, la valentía.) Durante su visita con la Sra. Eddy, él perdió el temor, y su pensamiento se llenó de esperanza y alegría. No se dio cuenta de la bendición que había recibido, sino hasta después de salir de la casa. Para cuando llegó a la estación, su ojo estaba sano (véase Christian Healer, Amplified Edition, pp. 210–211).

No es de sorprender que ella haya escrito que aquellos “que no creen en la realidad de la enfermedad, la sanan…” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 300). ¡Uau! Aquellos que no creen en la realidad de la enfermedad —en otras palabras, aquellos que no tienen temor— sanan la enfermedad. Pero pongamos eso en el contexto de lo que estamos hablando. Aquellos que admiten que el Amor divino echa fuera el temor, sanan la enfermedad. Decir que el amor de Dios echa fuera el temor, es lo mismo que decir que el amor de Dios echa fuera la enfermedad.

¿Aceptas esto? ¿Crees esto? Entonces dejemos de excusar a la enfermedad: “Bueno, esto es hereditario; y aquella otra comenzó hace años; y esa se debe a que estoy siempre agotado; y esta porque siempre estoy comiendo esto y aquello”.

Muchas gracias a Ti, querida Mente, Verdad, Espíritu, divinos, por hacer que despertemos y nos liberemos de la creencia en la enfermedad. Despertamos al amor del Espíritu, al amor de la Verdad. No estamos tratando de hacer que desaparezca la enfermedad; sino que comprendemos que la enfermedad no existe. Pues, apreciamos la totalidad de Dios, la totalidad del Espíritu, la totalidad del Amor.

¿Te preguntas si todos los argumentos que enfrentas son temor? ¡Así es! Nunca se trata de una pierna dolorida, un cáncer diagnosticado, una relación difícil, una pérdida financiera. Es temor. Tan solo temor.

Otro himno nos dice de dónde obtenemos el poder para desechar el temor: “No temas, contigo Yo siempre estaré”. No dice: No temas, tú puedes hacerlo.

“No temas, contigo Yo siempre estaré,
pues Yo soy tu Dios y valor te daré;
en Mí hallas fuerza, ayuda, sostén…”
(Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 123 © CSBD).

¡Así que es hora de actuar! Esos desafíos físicos son un llamado para crecer en gracia y caminar en el Amor y honrar al Espíritu. ¿Acaso tienes temor de caminar más con Dios, miedo de honrar la Verdad a diario, temor de crecer espiritualmente? ¡Por supuesto que no!

¿Quiere decir esto que no tratamos el resentimiento, el daño que nos hayan hecho y el pesar de la mente humana? ¡Claro que los atendemos!, pero partiendo de lo que la Mente divina conoce, partiendo de la Ciencia de la curación por medio de la Mente, no de la sugestión de que esos sentimientos son reales.

Ni el cáncer ni el resentimiento son reales.

Ni la enfermedad cardíaca ni el temor son reales.

Ni el dolor ni la presión son reales.

Ni la enfermedad ni la inmoralidad son reales.

Insisto: ¡Debes ser más radical!

En la totalidad del amor de Dios, no existe el temor.

Pero ¿qué haces si sigues teniendo miedo? ¿Acaso esto elimina la posibilidad de que seas sanado? Dios es más grande que el temor. Dios es infinitamente más grande que el temor. Yo he visto muchas curaciones que se produjeron cuando el temor seguía presente. Tal vez conozcas la experiencia que tuvo Jesús con el padre que temía tanto por su hijo que gritó: “Creo; ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:24). En otras palabras, “Estoy lleno de dudas y de temor”. Y Jesús no le dijo: “Entonces no puedo ayudarte”. Él sanó al muchacho. La curación espiritual no depende de la mente humana, de que la mente humana se libere del temor. ¡La curación espiritual depende de la Verdad!

La Biblia a veces nos sorprende cuando nos muestra cómo el temor trata de dominar una situación. Estoy pensando en la historia en Primero de Reyes 17:8-24. Dios envía a una viuda para que sustente a Elías. (En realidad, pienso que Dios envió a Elías a sustentarla a ella.) Pero, poco después su hijo muere y ella culpa a Elías. ¡Entonces Elías culpa a Dios! Esto se encuentra en el versículo 20. Y luego Elías prueba un método material (al comienzo del versículo 21). ¿Por qué hizo esas cosas? Quizás tenía miedo. Este gran, gran profeta, quien posteriormente ascendería, puede haber estado lidiando con el temor. De acuerdo con lo que sabemos, él nunca antes se había enfrentado con una situación así. Él no quería tener temor. Recién nos preguntábamos: “Pero, ¿qué pasa si seguimos teniendo miedo?” ¡No es tarde para orar! Y eso fue lo que Elías hizo: “Dios mío, te ruego…” ¡Oró a Dios! Oró con Dios. ¡Y el niño revivió!

Oramos, y es el poder divino del Amor divino en acción.

Vivimos en una era de adoración médica, pero eso no cambia el poder divino. El mundo se nutre con el temor a la materia —y el temor a los diagnósticos médicos— y esto incluye cuando nos damos a nosotros mismos un diagnóstico médico.

El libro del que he estado hablado, se llama Ciencia y Salud. No es Tú y la Salud. Tú no eres el poder. Tú eres el que recibe. No somos Dios, no jugamos a ser Dios, no le decimos a Dios qué debe hacer. Nosotros amamos a Dios. Una amiga vio una calcomanía en un coche que decía: Hay un solo Dios. ¿Por qué sigues solicitando Su puesto?

¿Te has sentido alguna vez tentado a pensar: “Me encanta la curación espiritual y realmente me ayuda de muchas maneras, pero yo no soy bueno para resolver los desafíos físicos”? Mira la forma en que se presenta ese argumento: Tú no dices o piensas que eres realmente bueno para resolver esos otros desafíos. Tú sabes que es Dios el que trabaja para ti. Pero cuando se trata de desafíos físicos, existe la tendencia a decir que eres tú el que no eres bueno para eso. No decimos que Dios no es bueno para producir curaciones físicas porque hay innumerables curaciones de problemas físicos. ¿Acaso esa sugestión de que no somos buenos con los problemas físicos, no está diciendo “Yo debo hacerlo” cuando se trata de situaciones físicas? Esto no es diferente de lo que leemos en Mateo 4, cuando Jesús es acusado, en su propio pensamiento, de que no podía convertir las piedras en pan, y no podía ni siquiera alimentarse a sí mismo. Una necesidad muy básica.

Un comentario al margen, ¿recuerdas cuando, tiempo después, durante días Jesús no tuvo comida ni para él ni para los que lo acompañaban? Y luego alimentó incluso a las multitudes. Fue Jesús el que después nos dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30). No dijo: “Yo no puedo hacer nada”, sino “No puedo yo hacer nada por mí mismo”. Esa conclusión, esa inspiración, debe haber sido el resultado de orar profundamente. Nosotros no podemos sanar nada por nuestra propia cuenta. Así que dejamos de adorar la apariencia física, y con humildad adoramos el poder del Espíritu para sanar, como hizo Jesús.

Mary Baker Eddy pregunta en Ciencia y Salud: “En lugar de defender tenazmente los supuestos derechos de la enfermedad,… ¿no sería mejor abandonar la defensa…?” (pág. 348).

Sí. No voy a negar Tu nombre: Omnipresencia. Omnisciencia. Omnipotencia. La curación no toma tiempo. Toma Verdad. Y tú la tienes. Dios te la está dando. No quiere decir que no trabajamos. ¡Lo hacemos! Estudiamos y oramos; estudiamos para dar fortaleza a nuestra oración. No sentimos la presión de hacerlo; lo hacemos porque es sumamente valioso.

Estos son llamados espirituales, no amenazas materiales. El anti-Cristo no puede hacer frente al Cristo sanador. El anti-Cristo es odio contra la idea espiritual y la curación espiritual. ¿Es que tenemos que mejorar nuestra manera de enfrentar esto? Por supuesto, y de eso se trata nuestra vida. Reitero, no estamos presionados a hacerlo; lo hacemos porque es algo sumamente valioso. Es maravilloso estar en esta senda espiritual, una senda en la que Mary Baker Eddy estuvo toda su vida, dedicada a la curación, y de esa manera le fue posible darnos este libro Ciencia y Salud, que provino directamente de la Biblia, diciéndonos que Dios es infinitamente más grande que el temor.

Mi familia ha tenido muchas curaciones. Hubo una época cuando mi esposo no podía hablar, escribir o leer, ni siquiera pensar con claridad. Esto continuó durante mucho tiempo. Una noche, estábamos los dos sentados en la sala de estar. Él se encontraba justo enfrente de mí en el sofá. Tomó un libro. Yo sabía que era el Himnario de la Ciencia Cristiana, y él se mantuvo absorto en una página. Luego levantó la vista y con profundo anhelo dijo una palabra: “Leer”. Al instante me senté a su lado. Yo sabía que él no quería que yo le leyera. Le había leído muchas veces. Él mismo quería leer esas palabras sanadoras de la Verdad. Comenzamos muy lentamente. “Oh soñador, despierta de tus sueños, levántate, cautivo, libre ya [de todo temor]…” Es un himno corto, pero nos llevó horas leerlo. Luego llegamos a las palabras: “Él a los mudos voz dichosa otorga”, y finalmente, “¡A ti, cautivo, viene el Salvador! (Rosa M. Turner,
N° 412, © CSBD). El Cristo. El Cristo sanador. Eso fue suficiente. Mi esposo empezó a hablar, a escribir y a leer con toda facilidad, y a pensar con claridad. El temor había desaparecido. Pero eso se debe realmente a que en la totalidad del amor de Dios, no existe el temor.

Un salmo nos recuerda que los pensamientos de Dios son “muy profundos” (92:5). Estás a salvo en el pensamiento de Dios. Estás a salvo en el amor de Dios, a salvo en el valiente amor de Dios.

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