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Rápida curación de una lesión

Del número de julio de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Hace poco tuve una experiencia que me hizo entender que la Ciencia Cristiana nos brinda su ayuda inmediata en todo momento. 

Estaba en mi casa, instalando el tubo de una cortina, cuando al empujar con fuerza una parte para que entrara en una ranura muy estrecha, mi dedo pulgar y la uña se dieron totalmente vuelta al revés. En segundos, sentí un dolor impresionante, y el dedo se puso morado. Sin embargo, mantuve la calma y declaré que Dios, el bien, era la fuente de mis movimientos, y que todo mi ser existía con ininterrumpida gracia y armonía. Atribuí mi calma interior a la concienzuda lectura que había hecho la noche anterior de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, la cual me dio mucha inspiración. Me había gustado particularmente la forma en que los autores habían hablado de su comprensión y aplicación de las enseñanzas que Mary Baker Eddy presenta en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Fue entonces que los pasajes citados por los autores comenzaron a venirme al pensamiento, por lo que yo también, pude sentir la acción y la presencia de Dios.

El primer pasaje fue: “Tienes que controlar los pensamientos malos en el primer momento, o ellos te controlarán en el segundo” (pág. 234). Eso fue lo que hice de inmediato. Me dije con firmeza que no debía tener miedo y que no pensara en lo que le había ocurrido a mi pulgar. Por lo tanto, obedecí la orden de “controlar los malos pensamientos”, es decir, la tentación de creer que el mal y el dolor son reales. Reconocí que solo el bien infinito, Dios, estaba presente en mi conciencia.

Luego me pregunté: “¿Qué me da la autoridad para pensar de esta manera?” A continuación recordé el segundo pasaje: “Expulsa la creencia de que puedes experimentar un solo dolor intruso que no pueda ser eliminado por el poder de la Mente, y de esta manera puedes prevenir el desarrollo del dolor en el cuerpo. Ninguna ley de Dios impide este resultado” (pág. 391)

Reconocí que solo el bien infinito, Dios, estaba presente en mi conciencia.

¡Eso fue todo! La ley de Dios, la ley de la Mente, tiene un efecto constante en mi vida, al revelar la inmutable ley de armonía y protección. Tuve que reconocer la presencia activa de la ley de Dios, y apoyarme con confianza en esta ley.

El dolor disminuyó a medida que estas verdades espirituales se afianzaron en mi pensamiento.

Sentí la necesidad de seguir orando, no para evitar el dolor o para sanar algo material, sino más bien para regocijarme en estas verdades espirituales que estaban dando alas a mi pensamiento. También tuve que comprender que ningún accidente había ocurrido en Dios, quien nunca está herido, quebrado o distorsionado. 

El tercer pasaje que me vino al pensamiento fue el siguiente: “Sé firme en tu comprensión de que la Mente divina gobierna, y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios. No temas que la materia pueda doler, hincharse e inflamarse como resultado de una ley de cualquier índole, cuando es evidente de por sí que la materia no puede tener dolor ni inflamarse” (pág. 393).

Me mantuve “firme” expresando profunda gratitud por el poder de las verdades espirituales que me venían a la mente. Esta gratitud llenó mi pensamiento, y no dejó espacio alguno para ningún tipo de discordia. Este estado mental apacible y libre de temor, me permitió mantener el pensamiento claro y elevado, y percibir así las ideas divinas que me estaban sanando. De hecho, mi pulgar fue recuperando su estado normal, minuto a minuto.

Tuve una noche tranquila, libre de dolor. A la mañana siguiente, el dolor no solo no regresó, sino que para mi gran alegría, mi dedo había recuperado su color rosa normal, y mi uña estaba en perfectas condiciones. 

Me sentí lleno de gratitud por el amor que Dios siente por mí y por Su creación. Fui testigo de cómo actúa la inteligencia divina al darme poderosas y útiles ideas espirituales. 

Hoy entiendo que el estudio regular de la Biblia y de Ciencia y Salud, junto con la lectura de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, y mi compromiso con mi iglesia filial, enriquecen mi vida sin medida. La inspiración y percepciones espirituales que alcancé me han resultado útiles para aplicar en mi vida diaria, con mi familia y mi comunidad.

David Taillefer, Sauvagnon

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