Hace poco tuve una experiencia que me hizo entender que la Ciencia Cristiana nos brinda su ayuda inmediata en todo momento.
Estaba en mi casa, instalando el tubo de una cortina, cuando al empujar con fuerza una parte para que entrara en una ranura muy estrecha, mi dedo pulgar y la uña se dieron totalmente vuelta al revés. En segundos, sentí un dolor impresionante, y el dedo se puso morado. Sin embargo, mantuve la calma y declaré que Dios, el bien, era la fuente de mis movimientos, y que todo mi ser existía con ininterrumpida gracia y armonía. Atribuí mi calma interior a la concienzuda lectura que había hecho la noche anterior de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, la cual me dio mucha inspiración. Me había gustado particularmente la forma en que los autores habían hablado de su comprensión y aplicación de las enseñanzas que Mary Baker Eddy presenta en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Fue entonces que los pasajes citados por los autores comenzaron a venirme al pensamiento, por lo que yo también, pude sentir la acción y la presencia de Dios.
El primer pasaje fue: “Tienes que controlar los pensamientos malos en el primer momento, o ellos te controlarán en el segundo” (pág. 234). Eso fue lo que hice de inmediato. Me dije con firmeza que no debía tener miedo y que no pensara en lo que le había ocurrido a mi pulgar. Por lo tanto, obedecí la orden de “controlar los malos pensamientos”, es decir, la tentación de creer que el mal y el dolor son reales. Reconocí que solo el bien infinito, Dios, estaba presente en mi conciencia.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!