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No te des por vencido

Del número de julio de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Siempre me ha gustado la historia de la Biblia sobre una mujer que había sufrido de flujo de sangre durante doce años, y recurrido a muchos médicos, pero no había sido sanada. Entonces oye hablar de Jesús, y a pesar de la gran multitud de gente que lo rodeaba ella decide acercarse a él por detrás y tocar su manto, pues decía: “Si tocare tan solamente su manto, seré salva”. Y así fue. (véase Marcos 5:25-29). 

Este pasaje indica que esta mujer no dudó y tenía la certeza de que podía ser sanada. Al verse enfrentada a una afección física muy grave, ella fue receptiva al pensamiento angelical que la guiaba a tocar el manto de Jesús. 

Me recuerda un pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Toda agonía del error mortal ayuda al error a destruir el error, y contribuye así a la comprensión de la Verdad inmortal. Este es el nuevo nacimiento que continúa hora tras hora, por el cual los hombres pueden hospedar ángeles, las ideas verdaderas de Dios, el sentido espiritual del ser” (pág. 548).

Esta referencia a los ángeles alude a aquellos pensamientos sagrados que nos vienen a la mente cuando oramos, y nos ayudan a apartar la mirada de cualquier problema o condición, y volvernos a Dios, la Verdad y el Amor, el Principio divino de todo el bien. La presencia poderosa y reconfortante de Dios nos insta a no tener miedo y a negar las falsas creencias acerca de la enfermedad que nos vienen al pensamiento. El Amor divino nos obliga a todos a no darnos por vencidos, a continuar sabiendo y declarando la verdad infinita acerca del hombre, recordándonos nuestra identidad espiritual, sana y perfecta, segura y feliz. 

En este número de El Heraldo, nos complace publicar una conferencia de la Ciencia Cristiana que trata sobre la importancia de superar el temor. Además, dos testimonios de curación de depresión y síntomas de cáncer, señalan la necesidad de ser persistentes, y de no permitir que las sugestiones mentales agresivas acerca de la enfermedad, prevalezcan en nuestro pensamiento, sino rechazarlas de inmediato, sabiendo que no son verdad porque Dios nunca creó la enfermedad o el mal, cualquiera sea.

Con afecto,

Patricia del Castillo
Redactora

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