En general, las personas que estudian la Ciencia Cristiana sienten que la explicación que esta ofrece de las verdades bíblicas fundamentales, es la bendición más grande que han recibido en su vida: el hecho de que Dios es Espíritu, totalmente bueno, el creador de un universo espiritual, libre de pecado, y que esta es la única realidad que existe. Comprenden que no se trata simplemente de una hermosa teoría, sino que la Ciencia Cristiana puede sanar el mal de manera tangible y práctica. Así mismo encuentran que para aplicarla con perseverancia, deben asumir el extraordinario y continuo compromiso de vivir una vida centrada en el Espíritu.
Para lograrlo, Cristo Jesús es el ejemplo a seguir. Él probó la realidad de Dios sanando la enfermedad y el pecado. Aquellos que procuran seguir su instrucción de sanar como él hacía, desean saber cuál es la mejor manera de poner en práctica sus enseñanzas.
Una respuesta crucial consiste en superar la resistencia a la curación por el Cristo. Esta resistencia proviene de la creencia general de que la materia crea y controla la vida, así como del concepto teológico de que Dios creó un universo material y dio a los seres humanos la facultad de pecar. Estas percepciones erróneas están tan generalizadas, que tendemos a aceptar la ilusión de que no podemos —o no queremos— consagrarnos a una vida espiritual capaz de sanar tan naturalmente como Jesús lo hacía.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!