Esta conferencia en audio es una conversación entre Heloísa Gelber Rivas, Co-Gerente del Cuerpo de Conferenciantes de la Ciencia Cristiana, y Alessandra Colombini, practicista y maestra de la Ciencia Cristiana, quien vive en São Paulo, Brasil. Alessandra también ha sido conferenciante de la Ciencia Cristiana.
Alessandra, cuéntanos un poco acerca de tu travesía, cuando comenzaste a leer la Biblia en tu niñez, y cómo esto te llevó a encontrar la Ciencia Cristiana. Y explícanos sobre tu búsqueda espiritual, y el efecto maravilloso que tuvo en la comprensión espiritual que has alcanzado.
Bueno, a mí ya de niña me encantaba leer, y me dieron un libro con historias de la Biblia, así que me enamoré de la Biblia desde pequeña. Asistía a un colegio religioso, y tuve una educación religiosa muy estricta en la escuela primaria, pero no me enseñaron mucho de la Biblia. De adolescente, pude estudiar la Biblia dentro de una denominación protestante. Allí encontré personas que hablaban y me enseñaban acerca de la Biblia, y yo estaba muy agradecida por ello. Sin embargo, a pesar de esta formación religiosa, yo sentía que no comprendía realmente la Biblia.
¿Cuándo fue que la Biblia comenzó a tener más claridad para ti, que empezaste realmente a encontrar lógica en ella?
Cuando tenía 20 años. Estaba en la universidad y mi novio, quien después se convirtió en mi esposo, me dio a conocer la Ciencia Cristiana y me dio el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, y lo empecé a leer. Cuando llegué al capítulo “La expiación y la eucaristía”, me resultó muy lógico porque explica la misión de Jesús, el propósito de Jesús, de una manera que realmente captó mi atención, y pensé: “¡Bueno, esto es lo que estaba buscando! Ahora puedo comprender realmente los Evangelios mucho mejor”.
Además del concepto diferente de la misión de Jesús que presenta este capítulo, entendí claramente que Jesús y Cristo no eran exactamente sinónimos. Jesús era el hombre que manifestó al Cristo, quien nos mostró qué es el Cristo. El Cristo es eterno, es el ideal de Dios. Es lo que Dios conoce del hombre a Su imagen y semejanza, y Jesús era la manifestación humana —la manifestación práctica— de este Cristo. De modo que esto abrió la Biblia para mí de una forma que yo podía comprender; llegué a ver que se podían entender las palabras desde una perspectiva espiritual. Percibí que muchas palabras en la Biblia tienen un significado espiritual. Debido a esto, podía entender mejor lo que decían los Evangelios, y lo que quiso decir Jesús cuando dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30), o cuando dijo: No puedo hacer nada por mí mismo, y las obras que hago, es el Padre quien las hace (véase Juan 5:30 y 14:10). Todo el tema de Jesús y el Cristo, que es básico para el cristianismo, se volvió muy claro para mí.
Antes de eso, pensaba que había cierto misterio en la Biblia que nosotros no teníamos el derecho de comprender. Pero eso no es verdad, tenemos el derecho de comprender todo lo que Jesús enseñó. Tenemos el derecho de comprender todo lo que está en la Biblia. De modo que este fue un enfoque muy diferente desde el principio mismo que conocí la Ciencia Cristiana.
¿Hay alguna parábola en particular que sirva de ejemplo de ese nuevo entendimiento que alcanzaste acerca de lo que Jesús enseñó?
Puedo hablar horas y horas sobre la Biblia, y cuántas lecciones espirituales he obtenido de ella, pero me gustaría señalar una específicamente, que es una parábola de Jesús. Muchas de sus parábolas comienzan con la frase: “El reino de los cielos es semejante…” Él explicaba el reino de Dios con palabras que la gente de su época pudiera comprender, y una de estas parábolas dice que cierto rey “quiso hacer cuentas con sus siervos” (véase Mateo 18:23–35). Uno de los siervos fue llamado a pagarle su deuda al rey, y la Biblia dice que este siervo le debía diez mil talentos.
Esta era una deuda enorme. En un comentario bíblico encontré una explicación de cuánto era. Un talento ya era una suma grande, pero diez mil talentos era algo tan desorbitante que nadie jamás podría pagar una deuda así. Quizás este rey realmente no esperaba que el siervo le pagara la deuda. Esto es algo interesante de saber, porque permite entender mejor la verdadera naturaleza de esta deuda. Si yo te debo diez dólares es porque tú primero me diste diez dólares, o antes me diste algo que vale diez dólares. De manera que, si este siervo le debía esta enorme suma al rey, era porque antes había recibido algo que valía esa cantidad. Y el rey le perdonó esta deuda.
Ahora, si Jesús dice: “El reino de los cielos es como el rey fulano”, podemos entender que este rey representa a Dios, y Dios nos ha dado una enorme cantidad de bien, el cual jamás podremos pagar, y no se espera que lo paguemos; se espera que simplemente lo recibamos y nos sintamos agradecidos. Te das cuenta lo maravilloso que es esto, el comprender que hemos recibido una grandísima cantidad de bien de parte de Dios, que recibimos constantemente este bien, y es algo enorme.
Y nosotros no lo debemos.
Claro está. Jesús dijo esta parábola antes de que fuera crucificado, impartiendo el claro mensaje de que no había deuda que pagar. El rey, Dios, ya había perdonado la deuda. Por lo tanto, la noción doctrinal de que Jesús “pagó” a Dios por nuestros pecados mediante su muerte, mediante su crucifixión, malinterpreta el amor que Dios tiene por todos nosotros al darnos todo el bien. Con esto quiero decir que, Jesús estaba indicando que no había deuda que saldar.
Así que no tiene ningún sentido pensar que él debía sacrificarse en nuestro nombre, para que Dios pudiera perdonarnos.
¡Correcto! Esto me dio una perspectiva completamente diferente de lo que llamamos “reconciliación”, una perspectiva completamente diferente de la misión de Jesús y del plan de Dios. El plan de Dios no era que Jesús sufriera, que Jesús debía ser sacrificado, como una “ofrenda a Dios”, como el ganado que se ofrece en el templo. El plan de Dios era que Jesús lo manifestara a Él, manifestara el bien.
Manifestara el Amor.
Sí. Mary Baker Eddy escribe de Jesús en Ciencia y Salud: “Desde la amplitud de su afecto puro, definió el Amor. Con la afluencia de la Verdad, venció el error. El mundo no reconoció su justicia, porque no la veía; pero la tierra recibió la armonía que su ejemplo glorificado introdujo”.
Luego pasa a describir nuestra parte en la reconciliación. “¿Quién está listo para seguir sus enseñanzas y su ejemplo? Todos, tarde o temprano, tienen que plantarse en el Cristo, la idea verdadera de Dios. El deseo de derramar liberalmente en graneros humanos vacíos o llenos de pecado, sus tesoros caramente adquiridos, fue lo que inspiró el intenso sacrificio humano de Jesús” (pág. 54). Vi claramente cuál era la verdadera misión de Jesús, y fue tan liberador obtener un sentido lógico de la reconciliación. Pude entender por qué Mary Baker Eddy habla de la unificación con Dios. A través de todas sus enseñanzas y obras, Jesús reveló nuestra unidad con Dios.
El sufrimiento no es el castigo de Dios. Es meramente la resistencia de la mente mortal a corregirse.
Sí, eso muestra la función de Jesús desde un ángulo completamente diferente, también.
Claro. Jesús estaba revelando que no tenemos deudas, que el bien que recibimos de Dios es enorme, y no necesitamos pensar en pagar.
Al continuar esta parábola Jesús dice que este mismo siervo, después de que le fue perdonada una deuda tan grande, no quiso perdonarle la pequeña deuda que otro siervo tenía con él. Si vemos la cantidad que Jesús menciona, vemos que era una suma pequeña en comparación a los diez mil talentos. Pero este siervo no quiso perdonar una suma tan pequeña. Yo encuentro en esta parábola una instrucción para las relaciones humanas. ¿Te das cuenta? Recibimos tanto de Dios, y aún así no tenemos ninguna deuda con Él, pero muchas veces pensamos, erróneamente, que la gente nos debe algo, en el sentido de que se supone que tienen que actuar o hacer algo de acuerdo con nuestra opinión. Me refiero a cuando pensamos que tal o cual persona, debería hacer esto o aquello, porque estamos seguros de que debería actuar de manera diferente.
No estás hablando de deber dinero.
Por supuesto, no se trata simplemente de dinero. Se trata de actitudes, de cómo actúa la gente hacia nosotros o incluso cómo nos afectan las actitudes de la gente.
Todo se reduce a lo que pensamos de otras personas.
Así es. Muchas veces pensamos que alguien debería ser diferente, debería hacer las cosas de otra manera porque nos está afectando.
Sí, criticamos mentalmente.
Esta crítica mental es como pensar que la otra persona nos debe algo. Corregir esta manera de pensar es importante en las relaciones humanas. Es importante darse cuenta de que no existe ninguna “deuda” porque todo el bien viene de Dios, no necesariamente de esta o aquella persona. Yo me di cuenta de esto al comienzo de mi matrimonio. Amaba a mi esposo, pero me parecía muy natural pensar: “Oh, él debería hacer esto de otra forma. Debería decirlo de aquella manera”, o “Él debería hacer esto y aquello pero no lo hace”; es simplemente crítica mental. Yo no decía nada, no discutía, pero me di cuenta de que siempre que tenía este tipo de pensamiento, algo malo sucedía en nuestra relación.
A través del estudio de la Ciencia Cristiana comprendí cuán importante es el pensamiento, y analizar lo que estaba pensando, y vi que esta crítica mental era muy mala para mi relación con mi esposo. Recordé algo que se lee el primer domingo de cada mes en la iglesia, algo que se encuentra en el Manual de La Iglesia Madre, que escribió Mary Baker Eddy: “Una Regla para móviles y actos”. En este Estatuto, leemos: “En la Ciencia, sólo el Amor divino gobierna al hombre,…” (pág. 40). Me di cuenta de que esto era lo que yo tenía que pensar acerca de mi marido. Solo el Amor divino lo gobierna, y si el Amor divino lo gobierna, yo no tengo que preocuparme, no tengo que pensar que él debería estar haciendo esto o aquello. Pude ver que él no era mi “deudor”. Y esto fue maravilloso, realmente, porque me dio la clave para tener un matrimonio armonioso.
Por supuesto, a lo largo de los años (estuvimos casados 35 años), tuvimos otros problemas, pero los superamos cada vez con la manera correcta de pensar que aprendimos en la Ciencia Cristiana, y a medida que aprendimos más acerca de las enseñanzas de Jesús y la forma como se relacionaba con la gente. Yo pienso que esto es lo que significa aceptar a Jesús.
“Tenemos que aceptar a Jesús” no es simplemente una declaración y nada más. Requiere acción.
Correcto, entonces cuando decimos “aceptar a Jesús”, significa aceptar sus enseñanzas en cada detalle de nuestra vida diaria.
Sí, y no tratar de recolectar deudas cuando pensamos que la gente debería haber hecho algo de forma diferente, y que nosotros tenemos el derecho de juzgarlos o condenarlos. Esto sería diferente de lo que Jesús enseñó.
Así es.
Cómo podemos aceptar a Jesús, cuando culpamos a alguien y pensamos que nos debe algo por el error que cometió, sea lo que sea, incluso algo muy leve. A veces son pequeñas cosas que nos molestan, y pensamos que deberían hacerse de manera diferente, y tratamos de “cobrar esta deuda”. Hacer esto es no aceptar a Jesús.
Y es interesante notar que cuando hacemos esto, en realidad, nosotros somos los que sufrimos.
Exactamente.
Esto es justamente lo que le sucede en esta parábola al siervo que trató de cobrar la deuda del otro; terminó en la cárcel. Así que, esto es lo que nos pasa cuando no seguimos realmente las enseñanzas de Jesús; terminamos en la prisión de nuestra propia y equivocada forma de pensar, ya sea furia, resentimiento o, incluso, simplemente el hecho de sentirnos molestos.
Terminamos pagando un precio muy alto por nuestra propia forma de pensar que dista de ser afectuosa.
Y “pagar el precio” significa enderezar nuestro pensamiento corrigiéndolo de acuerdo con las enseñanzas de Jesús.
Corregir nuestra forma de pensar a veces resulta bastante fácil, y es algo maravilloso de hacer. En ocasiones, en cambio, nos resulta difícil hacerlo, pero no es Dios el que nos hace sufrir.
Entonces, esto nos lleva a un concepto diferente de aceptar a Jesús, y a un concepto diferente de sufrimiento. Quiero decir que no necesitamos sufrir. El sufrimiento no es algo que nos hace santos por sí mismo. El sufrimiento no es el castigo de Dios. Es meramente la resistencia de la mente mortal a corregirse. Por lo tanto, en medio del sufrimiento, podemos pensar: “Bueno, yo puedo hacer algo acerca de esto. Puedo pensar de forma diferente, puedo actuar de manera diferente”.
Podemos cambiar la base de nuestro pensamiento.
Sí, porque cuando Jesús hizo todo lo que hizo, multiplicando los panes y los peces o calmando la tormenta o sanando a la gente, él estaba demostrando, estaba probando, que el sufrimiento es algo que no tenemos que soportar.
Y demostrar significa probar, ¿no es cierto? Tú lo dijiste correctamente, demostrar es dar evidencia de que el sufrimiento no es necesario.
Claro, y como ves, aceptar a Jesús, es algo mucho, pero mucho más amplio que decir simplemente: “Bueno, yo amo a Jesús, me gusta Jesús, me gusta lo que él hizo”, como si eso fuera todo lo que se requiere de nosotros.
He escuchado a la gente decir: “Creo en Jesús, creo todo lo que está en la Biblia”. Bueno, esta creencia por sí misma no transforma el carácter. Se requiere un paso más.
Así es, el Nuevo Testamento habla mucho sobre la salvación y sobre el hecho de que Jesús es nuestro Salvador. ¿Qué significa esto? ¿Es acaso la salvación algo tan apartado de la creación de Dios que solo ocurre después que estamos muertos? No, la salvación es inherente a la creación de Dios, porque en la creación de Dios somos libres del mal, estamos a salvo de todo lo malo. Y esto es verdad ahora mismo, no tenemos que esperar hasta que estamos muertos para sentir que estamos a salvo de la esclavitud de la materia. Al pensar en todo lo que hizo Jesús, lo que llamamos milagros, vemos que en realidad él estaba probando que los hijos de Dios no son esclavos de la materia. Él tenía dominio sobre todo lo que la materia pretendía ser. Esto es salvación, tener el mismo dominio sobre la materia. Y es muy bueno comprender que tenemos esta salvación como un derecho divino, ahora, ¡por ser hijos de Dios!
La salvación está ocurriendo a cada momento cuando nos damos cuenta de que podemos seguir el ejemplo de Jesús, de estar cada vez menos esclavizados por la condición material.
En realidad, podríamos decir que la salvación es libertad.
Sí, no la libertad de ir y hacer lo que queramos, sino liberarse de la esclavitud de las limitaciones de la materia, porque la materia siempre puede medirse por límites, en cualquier aspecto. Pero no estamos destinados a ser esclavizados por esto; el simple hecho de seguir las enseñanzas de Jesús nos libera de ello.
Otro aspecto importante de las enseñanzas de Jesús, es el verdadero concepto acerca de Dios que él nos dio a entender. En Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy dice: “Es nuestra ignorancia de Dios, el Principio divino, lo que produce la aparente discordancia, y el entendimiento correcto de Él restaura la armonía” (pág. 390).
Esa ignorancia puede ser meramente no saber qué es Dios. O, la indiferencia de la mente mortal de obtener este conocimiento acerca de Dios. Estas son dos formas de ignorancia.
En general, la humanidad está muy ocupada en aumentar su conocimiento material, sin darse cuenta de cuán importante es obtener una comprensión correcta de Dios. Pero ciertamente queremos superar la discordancia en todas sus formas. Y podemos superar la discordancia con la comprensión correcta de Dios —el Padre— como Jesús lo probó. Podemos revisar los Evangelios y señalar lo que Jesús dijo sobre el Padre, cómo demostró que Dios es una autoridad poderosa para el bien. A veces en sus parábolas representaba al Padre como “el rey”, como en esa parábola de la que estábamos hablando.
Una autoridad soberana, una autoridad suprema.
El Principio divino, el cual dice la Sra. Eddy que es el Principio divino de todo lo que ha sido creado. Y, como decía, podemos ver a través de los Evangelios todo lo que Jesús enseñó sobre el Padre, y ver también los escritos de la Sra. Eddy. Entonces podremos obtener una comprensión correcta de Dios.
Es importante ver la función de Jesús al ayudarnos a comprender quién es el Padre. Y Jesús nunca dijo que él era el Padre, él dijo que era el Hijo.
Así es, y siempre estaba hablando acerca del Padre como si fuera otra persona, no él mismo, de manera que no dio ninguna indicación de que era Dios.
El Cristo viene a nosotros cada vez que comprendemos alguna verdad acerca de nuestra verdadera naturaleza.
Nunca dijo eso.
Claro, siempre dijo que era el Hijo de Dios. No obstante, declaró: “Yo y el padre uno somos” (Juan 10:30), uno pero no el mismo. Quiero decir, somos uno porque todos somos uno, y la Sra. Eddy lo explica de manera muy bella cuando dice: “Así como una gota de agua es una con el océano, un rayo de luz uno con el sol, así Dios y el hombre, Padre e hijo, son uno en el ser” (Ciencia y Salud, pág. 361).
Si lo analizamos, lo que constituye una gota de agua, es agua. Lo que constituye un rayo de luz, es luz. No puedes separarlos, son la misma sustancia.
Correcto, la misma naturaleza. De modo que es así como “yo y mi Padre somos uno”, y nosotros somos uno en Dios. Y Jesús dijo eso muy claramente en Juan 17, cuando oró al Padre, en nombre de sus discípulos y de aquellos que creerían en él: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros” (versículo 21).
¡Qué ternura! Jesús incluye a toda la humanidad en esa unicidad, no separa a la humanidad, ni de Dios ni de él mismo.
De modo que puedes ver por qué esta nueva comprensión era tan importante en mi vida. ¡Produjo una diferencia tan grande! Además, me gustaría agregar algo más. Cada vez que comprendemos un poco más acerca de Dios, de la misión de Jesús, de la iglesia, de nuestra vida —cada vez que comprendemos algo más— es el Cristo que viene a nosotros. Es la venida del Cristo a nuestra consciencia.
Y eso es constante, no ocurre una sola vez, no es simplemente el nacimiento de Jesús.
Así es, es un suceso que puede ocurrir todos los días, porque podemos aprender algo más cada día, podemos experimentar curación cada día. Podemos considerarlo como una meta de aprender algo nuevo cada día acerca de la realidad de Dios. Recuerdo una curación que tuve. Tenía dolores abdominales, relacionados con la menstruación, y eran muy fuertes.
Pero, en el momento en que tenía esos dolores, recordé que tenemos el derecho de liberarnos de la materia. Recordé que yo no tenía que aceptar el dolor como parte de mi vida, como algo natural, que desaparece después de uno o dos días. Me di cuenta de que podía gobernar mi vida con la misma autoridad que Jesús tuvo en cada hecho de su vida. Fue algo instantáneo. En el momento en que pensé eso, ¡me sentí bien! Nunca volví a tener esos dolores, y esto ocurrió hace muchos años. De manera que fue realmente la venida del Cristo, en el sentido de que el ejemplo de Jesús fue tan claro que me permitió sentirme libre, de decirle “no” al dolor, y comprender que yo tenía este derecho divino que Jesús demostró. La salvación se hizo práctica en ese momento. Fue una verdadera aceptación de Jesús en ese momento, fue maravilloso. El Cristo viene a nosotros cada vez que comprendemos alguna verdad acerca de nuestra verdadera naturaleza.
La Sra. Eddy habla de esto cuando dice que es un despertar al Cristo. Ella escribe: “Este despertamiento es el eterno advenimiento del Cristo…” (Ciencia y Salud, pág. 230). Esta eterna venida del Cristo está mucho más allá del bebé que nació hace más de 2000 años. Ese fue simplemente el anuncio de la eterna venida del Cristo, que Jesús ejemplificó, pero no se detuvo allí.
Y esto me recuerda cómo termina Mateo su Evangelio, cuando cuenta acerca de Jesús antes de la ascensión diciendo a sus discípulos: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). El Cristo está con nosotros siempre, aun hasta el fin del mundo. Esto puede significar el fin de las creencias materiales.
Sí.
Así que, sabemos que este Cristo nos está ayudando, siempre, en todo sentido.
A lo largo de todo el camino.
Sí, todo el trayecto, durante toda nuestra experiencia humana, hasta que es redimida de tal forma de las creencias materiales por el Redentor, el Cristo, que percibimos totalmente la realidad espiritual, percibimos el cielo, percibimos la realidad de la creación de Dios, y esto es la salvación.
Y cuando estudiamos Ciencia y Salud y otros escritos de Mary Baker Eddy, podemos sentir que esto tiene sentido. Pienso que la función de Jesús y la función de la Ciencia del Cristianismo que conocemos al estudiar la inspiración de la Sra. Eddy, nos lleva a la lógica comprensión de esta Ciencia, la cual puede ser demostrada, manifestándose en una prueba práctica, de una forma que mejora las condiciones de nuestra vida.
Claro, como dije antes, yo amaba la Biblia, estudiaba la Biblia, pero no tenía esa influencia en mi vida. Es decir, era como si mi vida humana fuera una cosa, y el estudio de la Biblia fuera algo separado, más que nada intelectual, y yo no lograba ver que estas enseñanzas de Jesús eran totalmente prácticas. Eran maravillosas, a mí me encantaban. Pero aparte de ser simplemente una buena persona, aparte de ser una persona honesta, en fin, no tenía ninguna otra influencia en mi vida, en mi vida diaria. Lo único que podía comprender de la Biblia era cómo ser una persona honesta, una persona buena.
La verdad es que, aun aplicarla en esa medida conduce a una mejor sociedad, al igual que todo lo que el cristianismo enseñó, incluso si solo se trata de aceptar a Jesús o creer que lo que relata la Biblia realmente ocurrió, es mejor que no tener nada. Crea una mejor sociedad, así que siento que tenemos que estar agradecidos por ello. Pero cuando vas más allá de eso y comprendes cómo puede transformar nuestra manera de pensar y mejorar nuestro comportamiento personal, y salvar una relación, o sanar a una persona enferma, entonces la Biblia es realmente transformadora. No solo es un código de comportamiento, un código de cosas que se deben o no hacer, o un código de abstinencia de ciertas cosas a fin de llegar a ser puros, nos está transformando desde adentro, transformando nuestra comprensión de Jesús. Demostrándonos por qué es importante seguir sus enseñanzas y obras, y en la medida de nuestro entendimiento, hacer las mismas obras que él hizo. Eso es más que una mera creencia en Jesús.
Sí, entonces llegamos a comprender, realmente, lo que significa la reconciliación de Jesús —esta unidad con Dios que Jesús demostró, que Jesús enseñó— ser uno con Dios, comprendiendo que nosotros somos uno con Dios. Esta es la verdadera reconciliación, este es el entendimiento que debemos esforzarnos por lograr. Jesús nos mostró cómo hacerlo, y nosotros podemos hacerlo.