Es posible que encontremos sal en todos los hogares de este planeta, debido a sus elevadas y apreciadas cualidades. Es esencial en la preparación de la comida para el hombre, no solo porque realza el sabor de la misma, sino porque también ayuda a preservarla. Esta última cualidad era de suma importancia en la época de Jesús.
En su Sermón del Monte, Cristo Jesús, el Maestro cristiano, usa esta imagen: “Vosotros sois la sal de la tierra” (Mateo 5:13). La eligió para mostrar a los discípulos que la comprensión del Cristo que ellos tenían era tan valiosa como la sal. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy nos dice que un “Científico Cristiano ocupa en esta época el lugar del que Jesús habló a sus discípulos, cuando dijo: ‘Vosotros sois la sal de la tierra’. ‘Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder’. Velemos, trabajemos y oremos para que esta sal no pierda su salinidad, y esta luz no esté escondida, sino que irradie y resplandezca hacia la gloria del mediodía” (pág. 367).
Hace ocho años, al llegar a mi nuevo hogar, me informaron que todas las noches salían ratas de las alcantarillas que invadían los terrenos y entraban en las casas. Mordían los pies de los niños, así como de los adultos, que se atrevían a dormir en las terrazas o galerías.
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