Hace varios años fui a un restaurante con algunas personas de mi iglesia. Mientras hablábamos sobre las distintas opciones de comida, noté que una mujer cerró el menú casi de inmediato. Cuando le comenté sobre su rápida decisión, ella dijo que por lo general elegía lo primero que le parecía bien porque estaba ansiosa por continuar con una conversación más importante. Sus prioridades me impresionaron.
Estamos constantemente decidiendo qué vamos a elegir respecto a lo que atrae nuestra atención. De hecho, a medida que aumenta nuestro deseo de ser más eficaces al sanar los sufrimientos del mundo, nos sentimos impulsados a tomar decisiones más centradas en Dios. Este cambio es inevitable porque las elecciones basadas en satisfacer o asegurar una vida que se apoya en la materia, defraudan nuestro anhelo de alcanzar el bien perdurable. Mary Baker Eddy resumió esto en un poema que identifica la decisión importante:
“Si de materia los mundos fueran hechos,
Y del polvo la humanidad,
Hasta que el tiempo más oportuno terminara,
No hay aquí en qué confiar.
De allí a la geología
De la evolución decidimos:
Nada hemos ganado de ello
Y de ello no hay para qué pedir.
Mi mundo, del Espíritu emergió
En eterno día;
De lo cual, gloriarme más debo,
Para lo cual, tengo mucho que pagar”.
(Escritos Misceláneos 1883-1896, página anterior al Prefacio)
¿Qué visión del mundo vamos a elegir como real: la material o la espiritual? La Biblia nos dice que escojamos a quién servir (véase Josué 24:15). Servimos, es decir, estamos sujetos a lo que aceptamos como verdad. Estar de acuerdo con la visión general de que la vida es esencialmente material puede parecer normal y necesario gran parte del tiempo, pero estar más conscientes de que en realidad tenemos la opción de escoger, es un paso hacia adelante. Elegir la materia como la realidad básica es aceptar, junto con el bien que queremos, el azar, el daño y la pérdida. Elegir el Espíritu como la realidad significa aceptar –incluso orar para aceptar– que todo emana de una Mente divina del todo afectuosa, y es bendecido por esta Mente para siempre.
Hay “mucho que pagar” para poder experimentar la gloria y la libertad del mundo del Espíritu. Cristo Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Marcos 8:34). Parte del precio a pagar por elegir el Espíritu es aprender a amar a cambio de la incomprensión y el odio que a menudo van detrás de aquel que trata de vivir los ideales espirituales. Otro precio es la constante disposición de negarle poder al temor y a las propias dudas, y persistir, por el bien de los demás, así como por el nuestro, en demostrar el poder del amor de Dios para sanar el sufrimiento y el pecado.
Cristo Jesús nos demostró la dicha incomparable de hacer esto. Simplemente no hay nada más gratificante que ayudar a alguien, o trabajar por una causa que mejora la condición humana. Concretamente, sanarse y sanar a otros mediante la comprensión de la perfección espiritual, hace que el amor de Dios sea tan real para nosotros, que es un alivio renunciar a las cargas materiales. De modo que, a menudo deberíamos preguntarnos: ¿Qué elecciones puedo hacer hoy que me acercarán a esa alegría?
La Sra. Eddy habló de esto en un discurso que dio en 1887. Ella escribió a alguien que no había asistido: “El ‘mensaje’ fue un llamado a mis estudiantes para que examinen su mente y analicen sus deseos y vean lo que son. Encuentro que los deseos no son tan consagrados como sus palabras y obras, y necesitan ser depurados y purificados. Ese egoísmo pesa demasiado en la escala de la acción, y este amor propio debe ser arrancado de raíz, o nuestra Causa irá a la deriva en la dirección equivocada.
“Para lograr esto, les aconsejé que oraran mentalmente para que sus deseos fueran elevados y espiritualizados grandemente. Esto debe hacerse mediante la oración y la vigilancia diaria. Debe hacerse mediante un examen minucioso de sí mismo, separando los móviles correctos de los erróneos, y asegurándose de que nuestras acciones estén gobernadas solo por móviles nobles.
“Sé que este crecimiento en gracia es lo que mis estudiantes necesitan en este momento presente para que les dé más poder al sanar y enseñar. Ha llegado la hora de que crezcan fuertes y más valientes en la Verdad” (Robert Peel, Mary Baker Eddy—The Years of Trial, p. 224).
La decisión de vivir más conscientemente en el Espíritu se ve enfrentada con la resistencia del materialismo que insiste en que no podemos hacerlo; la resistencia que pretende que el temor al sufrimiento material y el deseo por los placeres materiales determina nuestras preferencias. Pero esa mentira no puede anular el hecho demostrado de nuestra espiritualidad innata. Hay demasiadas curaciones de enfermedad y pecado que no se pueden explicar de ninguna otra manera, excepto por el hecho de que, cuando alguien vislumbra el mundo perfecto del Espíritu y sabe que es la única realidad, la imperfección desaparece.
Mientras vigilamos y oramos para abandonar los deseos improductivos, es igualmente importante estar agradecidos por los correctos. Por mucha purificación que aún tenga que producirse en cada uno de nosotros, hay mucho más de lo que podemos “gloriarnos”, porque en todas partes hay gente que a diario elige el valor en lugar del miedo, el amor en lugar del odio, la honradez en lugar de la corrupción. Estas elecciones están cambiando la confianza del mundo de la materia al Espíritu. Son una prueba cada vez más grande de que la realidad es espiritual y buena, y debido a eso, la curación es natural e imparable.
Margaret Rogers