Hace varios años fui a un restaurante con algunas personas de mi iglesia. Mientras hablábamos sobre las distintas opciones de comida, noté que una mujer cerró el menú casi de inmediato. Cuando le comenté sobre su rápida decisión, ella dijo que por lo general elegía lo primero que le parecía bien porque estaba ansiosa por continuar con una conversación más importante. Sus prioridades me impresionaron.
Estamos constantemente decidiendo qué vamos a elegir respecto a lo que atrae nuestra atención. De hecho, a medida que aumenta nuestro deseo de ser más eficaces al sanar los sufrimientos del mundo, nos sentimos impulsados a tomar decisiones más centradas en Dios. Este cambio es inevitable porque las elecciones basadas en satisfacer o asegurar una vida que se apoya en la materia, defraudan nuestro anhelo de alcanzar el bien perdurable. Mary Baker Eddy resumió esto en un poema que identifica la decisión importante:
“Si de materia los mundos fueran hechos,
Y del polvo la humanidad,
Hasta que el tiempo más oportuno terminara,
No hay aquí en qué confiar.
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