Esta autora comparte su gratitud por varias curaciones que ha tenido con el apoyo de los enfermeros de la Ciencia Cristiana. La comprensión de los enfermeros de que la enfermedad y el temor no provienen de Dios y, por lo tanto, no son reales, y que Dios es capaz de sanar cualquier imposición que pueda aparecer se hace evidente en este relato.
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