En las primeras páginas del capítulo “La práctica de la Ciencia Cristiana” en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy nos dice que debemos buscar al Cristo “como María Magdalena, desde la cumbre de la consagración devota, con el óleo de la alegría y el perfume de la gratitud, con lágrimas de arrepentimiento y con esos cabellos todos contados por el Padre” (pág. 367).
Si bien eruditos de la Biblia han llegado recientemente a la conclusión de que la María que ungió los pies de Jesús con aceite, los lavó con sus lágrimas y los secó con su cabello no era la Magdalena, he encontrado que el enfoque de la mujer es muy útil. Las cualidades que expresó pueden promover el crecimiento espiritual que conduce a la curación de cualquier persona. No comprenden una fórmula para la curación, sin embargo, la actitud de expresar gracia y arrepentimiento es algo que caracteriza muchas curaciones que he tenido, desde huesos rotos hasta desafíos financieros.
Hace varios años, noté un crecimiento cerca de mi ojo. Me daba vergüenza pero no me dolía, así que no pensé mucho ni oré mucho por ello. Pero cuando se volvió doloroso, comencé a orar más profundamente al respecto. En un viaje en automóvil de más de tres horas, escuché la Lección Bíblica de esa semana del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana varias veces. En un momento dado, cuando miré por el espejo retrovisor, noté que el crecimiento había cambiado de color y seguía siendo doloroso. Esto me dio miedo.
Esa noche me desperté y pasé un par de horas orando y realizando mi estudio espiritual. Me encontré con esta frase en Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Si el pensamiento cede su dominio a otros poderes, no puede trazar en el cuerpo sus propias bellas imágenes, sino que las borra y delinea agentes extraños, llamados enfermedad y pecado” (pág. 485).
Esto me llamó la atención. Fue como un rayo de luz en la oscuridad. Había estado dejando que este problema dominara mi pensamiento, pero podía optar por no permitirle que lo hiciera. Me di cuenta de que si Dios me creó, entonces Dios era mi sustancia; si, como nos dice la Biblia, Él me creó a Su imagen y semejanza, entonces yo era divino, sin mácula alguna. Tuve que ceder a estos hechos espirituales. Se necesitó la misma gracia y valor que manifestó esa mujer que se acercó a Jesús para renunciar a la imagen que presentaban los sentidos materiales. Pensé profundamente en esto y finalmente me quedé dormido.
He leído sobre personas que oran, se van a dormir y luego se despiertan sanas, pero ese no fue el caso para mí en esta ocasión. Y me decepcionó. Pero rápidamente recordé la frase con que comienza Ciencia y Salud: “Para aquellos que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones” (pág. vii). Me aferré a eso como si fuera una promesa. En cuestión de minutos, el crecimiento se cayó, y no tuve más problemas con él. Estaba asombrado y lloré lágrimas de alegría.
Practicar las cualidades que la Sra. Eddy identifica en el relato del Evangelio —vivir con más consagración, humildad, alegría, gratitud y arrepentimiento— me está llevando a valorar más profundamente mi relación con Dios y mi vida, y la curación.
Kurt Lancaster
Flagstaff, Arizona, EE.UU.