Estaba escalando una pequeña montaña cerca de la casa de mis padres, donde vivía en aquel momento. Era mi primer año después de terminar la universidad, y la vida parecía ir cuesta arriba. Ese día estaba molesta por un difícil diálogo que había tenido con un compañero de trabajo que me había hecho cuestionar mi vida y hasta si Dios existía.
Desde niña aprendí sobre la Ciencia Cristiana, que enseña que Dios es bueno y creó todo lo bueno. Pero no podía entender cómo la vida podía ser buena si sucedían cosas malas. Estaba molesta y perdiendo la fe.
Al bajar de la montaña, me sentí lo suficientemente audaz como para probar un nuevo sendero; no muy diferente del nuevo camino que quería trazar para mi vida y mi carrera. Si bien no había una senda visible, había muchos marcadores azules en los árboles, y pensé que seguirlos me llevaría a donde tenía que ir.
Esos marcadores azules se espaciaron más mientras avanzaba, y a medida que disminuían, encontraba el siguiente más lejos. Luego más lejos. Hasta que desaparecieron. Miré a mi alrededor. Si tan solo pudiera volver sobre mis pasos... Pero no había ningún camino.
El sol se estaba poniendo y necesitaba regresar a mi auto. Recordé un pequeño río que había pasado, y supe que podía seguirlo hasta el pie de la montaña. Pero el mapa que había visto antes mostraba el río en el lado opuesto de la montaña donde estaba mi coche. No habría tiempo suficiente para seguirlo y luego regresar al lugar donde había estacionado.
Primero empecé a entrar en pánico. Después me puse a orar. La oración vino en forma de súplica: “¡Dios, si eres real, sácame de aquí!”.
Di unos pasos, y entonces se me ocurrió la idea de que debía “pararme sobre la roca”. Había un peñasco justo detrás de mí, y aunque ese mensaje probablemente se refería a pararme sobre una base firme y espiritual, lo tomé literalmente y me paré en la roca para orientarme. Curiosamente, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, define la roca espiritualmente como “fundamento espiritual; la Verdad. Frialdad y obstinación” (pág. 593). Definiciones como esta en el Glosario del libro dan el significado espiritual de muchos símbolos de la Biblia, seguidos por el punto de vista material o no iluminado tal como lo presentan los cinco sentidos físicos.
Ciertamente, en ese momento me sentía fría y obstinada, y me podría haber beneficiado de un fundamento espiritual. Y lo que sucedió después comenzó a apartarme de esa obstinación hacia un sentido más sólido de que Dios realmente estaba allí conmigo. Mientras estaba parada en esa roca, vi un pequeño claro entre los árboles. Sentí mucha alegría cuando salté de la roca.
Sin embargo, a medida que caminaba, comencé a dudar de nuevo. Me pregunté si solo habría sido mi imaginación. Necesitaba algo más. Nuevamente recurrí a Dios, con los ojos llenos de lágrimas: “Dios mío”, pensé, “si me muestras un camino claro, te prometo que jamás volveré a dudar de Ti”.
Esperé una respuesta, luego sentí como si alguien dijera: “Sigue adelante. Te lo mostraré”.
Me tranquilicé y seguí adelante. No debo de haber avanzado más que unos pocos metros cuando vi que el bosque se abría a un enorme camino de tierra. ¡Estaba maravillada! Mientras seguía el camino, le di gracias a Dios a cada paso, y llegué a mi auto antes del anochecer.
Resultó que después de esa caminata mi vida también llegó a una especie de claro. Encontré un trabajo de medio tiempo relacionado con mi título universitario y pude mudarme a un apartamento propio. Había llegado a ver que estar de pie sobre la roca significaba no confiar en los cinco sentidos físicos, sino en el Espíritu: otro nombre para Dios. Había empezado a comprender que nada malo viene de Dios o es la realidad de la vida. En cambio, es el Espíritu el que está presente, es permanente y confiable. El Espíritu nos da un bien espiritual que es tangible, e incluso sanador, como Jesús mismo lo demostró.
Esto no significa que la vida nunca más me pareció ir cuesta arriba. Pero había encontrado algo que me ayudó a superar situaciones difíciles y me señaló el camino correcto. Había encontrado a Dios nuevamente.
