Estaba escalando una pequeña montaña cerca de la casa de mis padres, donde vivía en aquel momento. Era mi primer año después de terminar la universidad, y la vida parecía ir cuesta arriba. Ese día estaba molesta por un difícil diálogo que había tenido con un compañero de trabajo que me había hecho cuestionar mi vida y hasta si Dios existía.
Desde niña aprendí sobre la Ciencia Cristiana, que enseña que Dios es bueno y creó todo lo bueno. Pero no podía entender cómo la vida podía ser buena si sucedían cosas malas. Estaba molesta y perdiendo la fe.
Al bajar de la montaña, me sentí lo suficientemente audaz como para probar un nuevo sendero; no muy diferente del nuevo camino que quería trazar para mi vida y mi carrera. Si bien no había una senda visible, había muchos marcadores azules en los árboles, y pensé que seguirlos me llevaría a donde tenía que ir.
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