Mucho es lo que oímos hablar hoy en día respecto a las naciones que se esfuerzan por establecer su concepto de libertad. Los pueblos están luchando para rechazar los atropellos infligidos a su libertad individual y para repeler las leyes que la limitan. Mas ¿cómo podemos nosotros hallar una ley que nos dará una verdadera sensación de libertad?
La Christian Science responde a esta demanda en las palabras de Mary Baker Eddy. Ella escribe en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” lo siguiente (pág. 224): “El poder de Dios liberta al cautivo. Ningún poder puede resistir al Amor divino.” Y más adelante en el mismo párrafo ella añade: “Todo cuanto esclavice al hombre es contrario al gobierno divino. La Verdad hace al hombre libre.” La eterna presencia del poder de Dios garantiza nuestra continua seguridad, en razón de que el poder de Dios es supremo y por siempre activo y es siempre un poder para el bien.
El primer capítulo del Génesis relata que Dios hizo al hombre a Su propia imagen y semejanza y que Dios dió al hombre dominio por sobre todas las cosas. Este dominio es nuestra herencia, la herencia divina de toda la humanidad. Incluye el dominio sobre las limitaciones y la presión material, y jamás puede abusarse de ella. Pablo escribió (II Corintios 3:17): “Donde estuviere el Espíritu del Señor, allí hay libertad.”
Las leyes materiales y los reglamentos dictados por los hombres a menudo limitan al individuo. Si son aceptadas como leyes necesarias, restringen la salud y la habilidad y limitan la inteligencia. Las leyes de la materia confinan la actividad, dañan la felicidad y frustran. Pero las leyes de la materia son falsas. La creación de Dios, la creación única y verdadera, es espiritual, no material; de modo que las leyes del Espíritu son las únicas leyes eficaces. Estas leyes divinas jamás limitan; son leyes expansivas.
La Christian Science establece que Dios es la Mente, el Espíritu, el Alma, el Principio, la Vida, la Verdad, el Amor divinos. De manera que las leyes de Dios permiten la expresión de la inteligencia ilimitada, el goce sin restricciones de todo aquello que es bueno, una provisión incesante de ideas y una superabundancia de la substancia verdadera. Una sabia y adecuada protección es provista por las leyes del Amor divino, Dios. Cuando son obedecidas estas leyes guían y gobiernan nuestras vidas. Las leyes de Dios, el Principio divino, jamás restringen; ellas contribuyen al progreso y a la expansión continuos de nuestra comprensión del Cristo y a la revelación de nuestra verdadera identidad como hijos de Dios satisfechos y gozosos.
¿Cómo puede cada individuo demostrar un sentido de libertad espiritual en su propia vida? ¿Cómo hace práctica la idea de la libertad otorgada por Dios? La Biblia provee la respuesta ( Santiago 1:25): “El que escudriña cuidadosamente la ley perfecta, la ley de libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste tal será bendecido en lo que hace.”
La Christian Science enseña que tan pronto como nuestro pensamiento se pone de acuerdo con Dios, la realidad espiritual es reconocida, y el gozo de la libertad bendice nuestra vida. Mrs. Eddy escribe (Ciencia y Salud, págs. 480, 481): “Si se entendiera que el pecado, la enfermedad y la muerte no tienen realidad, desaparecerían. Como el vapor se esfuma ante el sol, así el mal se desvanecería ante la realidad del bien. Lo uno tiene que ocultar lo otro. ¡Cuán importante es, pues, escoger el bien como la realidad! El hombre es tributario a Dios, el Espíritu, y a nada más. El ser de Dios es infinitud, libertad, armonía y felicidad sin límites.”
Cuando escogemos el bien como la única realidad, descubrimos la eterna presencia de la libertad. Mas ¿cómo podemos escoger el bien como la realidad cuando una sensación de temor, limitación, gobierno inadecuado o presión personal parece ser real en nuestra experiencia? La cualidad libertadora del bien, que se siente como la única realidad, y la libertad que se experimenta como resultado de una aumentada consciencia de la abundancia de Dios para el hombre son ilustradas en la experiencia que tuvo un estudiante de la Christian Science.
Un joven despertó una mañana sintiéndose cansado y triste. Ese día tenía que tomar decisiones importantes que afectaban su futuro. Estas decisiones habían sido diferidas hasta el último momento, y las noticias que se esperaban que habrían influenciado el asunto no llegaban.
La sensación de insuficiencia y depresión era grande y restringía la actividad del estudiante. No obstante, durante el día se encontró con un amigo cuya alegría y satisfacción espontáneas demostraban la libertad de la Vida y despertaron el pensamiento del joven abatido.
Pasó algún tiempo en una Sala de Lectura de la Christian Science. Mientras allí estudiaba reconoció la operación continua de las leyes del Principio divino a favor del hombre. Percibió que los estatutos expansivos que guiaban y que Dios había decretado no incluían la frustración.
Este reconocimiento de libertad espiritual levantó el peso de la depresión y el joven reclamó su perfección como hijo de Dios, el cual no podía ser afectado por las leyes de la incapacidad y la limitación impuestas por la materialidad. Más tarde se encontró inesperadamente con una persona que le dió información y le aconsejó, con lo cual pudo hacer las decisiones correctas con gozo y entera confianza.
Cuando descartamos las leyes falsas que limitan y las reemplazamos en nuestro modo de pensar con las leyes espirituales que bendicen y sanan, experimentamos el bien como la realidad. El reconocimiento de las leyes libertadoras inspiradas por Dios nos capacita para beneficiarnos con el gozo que proporciona la libertad verdadera, no importando cuáles pudieran ser nuestras circunstancias materiales. El mundo necesita nuestra confianza en el poder libertador de Dios. El gobierno verdadero no es una fuerza limitadora; mas aquel que está basado sobre las leyes del Principio sólo fomenta la actividad correcta.
Reconocer la seguridad de los estatutos divinos es sólo parte de nuestro deber; igualmente importante es obedecerlos. Estar de acuerdo con las leyes hechas por los hombres es inútil si no nos valemos de estas leyes; de igual modo no podemos beneficiarnos de las leyes protectoras del Amor a menos que obedezcamos al Principio en toda ocasión ya fuere en las relaciones personales o los asuntos de negocios, la vida familiar y la educación.
La necesidad de obedecer a las leyes del Principio es señalada claramente en Ciencia y Salud, donde Mrs. Eddy dice (pág. 184): “La Verdad, la Vida y el Amor son las únicas demandas legítimas y eternas al hombre, y son legisladores espirituales, obligando a la obediencia por medio de estatutos divinos.”
Toda persona puede probar que estas mismas leyes del Principio aportan la actividad correcta a su vida como también bendicen a las naciones y los gobiernos mediante condiciones armoniosas y pacíficas. Estas palabras del himno N° 136 del Himnario de la Christian Science confirman la satisfacción que proporciona el hallar esta libertad sin fin:
Amo ser libre en Ti, Señor,
Servirte es mi gozar;
Me alcé en la luz de Tu Verdad,
Esperé oír Tu voz;
Y Tu promesa capté leal
Disipando el temor.
Contigo mi presencia irá;
Mi amor te dará paz.