La roca es un antiguo símbolo bíblico para Dios, la Verdad. Aquel que conoce la turbulenta historia de los hebreos comprende por qué la roca llegó a significar estabilidad en sus anales. Para gente que vagaba en el desierto o se veía acosada por enemigos, la roca significaba sombra de en medio a los rayos solares abrasadores, un lugar de defensa desde elevada altura, una grieta en la cual esconderse.
Moisés cantó a Dios así (Deuteronomio 32:4): “El es la Roca; perfecta es su obra; porque todos sus caminos son justicia: Dios de verdad y sin iniquidad, él es justo y recto.” Los patriarcas, profetas y autores de los salmos magnificaron a Dios como roca. Este símbolo enseña a todas las eras la gran lección de que Dios es inalterable en un mundo variable, y que aquello que El es y hace es duradero.
Los cambios que están tomando lugar en el mundo hoy en día son grandes, y estos cambios presagian otros mayores para el mañana. La materia no es la cosa sólida que en un tiempo se creyó que era, y la humanidad está adquiriendo el control de sus tales llamadas leyes. Las fuerzas que constituyen la materia están siendo comprendidas y subyugadas a medida que el mandato divino de libertad de las limitaciones adquiere poder en el pensamiento humano.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!