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¿Qué puedo hacer yo por la paz mundial?

Del número de octubre de 1959 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En razón de su interés por los asuntos mundiales, el autor de este artículo a menudo se ha preguntado qué es lo que podría hacer él para promover la comprensión mutua entre las naciones. Un día después de haber meditado silenciosamente por algún tiempo sobre este asunto, recordó una experiencia que había tenido durante la segunda guerra mundial. Esta experiencia significó mucho para él y para los que en aquel tiempo estaban con él, y al considerársela a la luz de los sucesos mundiales actuales aún hoy tiene gran significación.

En ese entonces era prisionero de guerra. El campo en el cual se hallaba estaba rodeado de tres cercos de alambre de púa y tenía cuatro atalayas montadas con proyectores. Además estaba vigilado de noche por una cadena triple de puestos militares, los de más afuera guardados por perros.

Después de haber orado profunda y sinceramente afirmando la omnipotencia y omnipresencia de Dios, la Verdad y el Amor divinos, el autor fué capáz de borrar de su pensamiento toda creencia en la realidad de estas indicaciones tan visibles de aprisionamiento, a tal punto que ni se sintió consciente de restricciones concernientes a su libertad personal de modo que ya ni le afectaban. Se convenció de que si él estaba divinamente consciente de que todos los hombres eran en realidad el reflejo del Amor divino, aún podría amar a sus enemigos.

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