Cuando los hijos de Israel se vieron plagados de las serpientes venenosas en el desierto, la sabiduría mandó a Moisés a que hiciera una serpiente de bronce y la colocara sobre un palo alto. Aquellos que miraban a la serpiente eran sanados de las mordeduras. Pero los israelitas no comprendieron el significado de la serpiente de bronce; solamente se beneficiaron de la comprensión espiritual de Moisés. Por esa misma razón les fué vedado como pueblo la práctica de la curación espiritual. No comprendiendo el espíritu que animaba a los símbolos, se enamoraron de ellos y desarrollaron un ritualismo vacío. La Biblia nos dice que más tarde la serpiente bronceada tuvo que ser destruida porque los hijos de Israel le quemaban incienso.
A través de los siglos hasta la era de Cristo Jesús, los profetas vislumbraron la verdad acerca de Dios perfecto y el hombre perfecto, y vigorosamente recomendaron a la gente que se volvieran a la adoración de un sólo Dios. Los profetas continuaron elevando el pensamiento de la gente mediante la demostración de su más alta comprensión de Dios como Espíritu.
Jesús demostró en sus actividades el hecho que la regeneración espiritual del ser humano da como resultado la curación de los males humanos. El demostró ese tierno afecto que cumple con la ley moral a través del amor. Su propio ser humano intachable simbolizaba al hombre puro y espiritual y probó que el hombre verdadero es la imagen indestructible de Dios, la Mente. Por medio de parábolas y aquello que practicaba, Jesús probó que el amor espiritual es la substancia de la adoración y abrogó los pesados ritos de los fariseos. En la proporción en que dejamos que nuestras vidas humanas expresen la pureza del Espíritu, la Verdad, la Vida y el Amor, nosotros también demostraremos la salud y la inmortalidad de nuestro verdadero ser.
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